Sacrificio
José Manuel Soria presentó su dimisión como ministro de España, como diputado electo y como presidente del PP de Canarias el 15 de abril de 2016. Un simple olvido derribó al más poderoso de los políticos isleños en lo que va de siglo XXI. Su nombre y su firma le situaban como propietario de una empresa radicada en la isla de Jersey, allí donde los impuestos se soslayan, siguiendo la misma ruta aconsejada por uno de los grandes bancos españoles a muchos de sus clientes. El afectado se retiró del asunto dos meses antes de su triunfal ascenso político en 1995, pero 21 años después, ante el pelotón de investigadores de los papeles de Panamá, no recordaba nada. Se limitó a mostrar el pecho con su habitual desparpajo y a negar las evidencias.
No hubo delito, ningún juez dictó sentencia. Aplicando la lógica del poder, se fue porque le dio la gana. Enorme muestra de generosidad, para no dañar a los suyos en la campaña electoral que se aproximaba. Una semana después, el comité ejecutivo regional lo despidió con una sonora salva de aplausos. Dos meses y once días más tarde, el Partido Popular que tan bien representó hasta entonces obtuvo 49.220 votos más en el Archipiélago, y 669.220 más en el conjunto del Estado. Mejoró su cuenta en 12 escaños. Todavía hoy lo añoran los más lucidos (sin acento) directivos del capitalismo isleño, que lo distinguen como un ejemplo a seguir. Su sacrificio estaba, pues, más que amortizado.
El supuesto descrito no figura en el catálogo de la corrupción suscrito hace apenas una semana por Ciudadanos y Partido Popular, en ese acuerdo que aún pretende regenerar España. Por haber seguido el adecuado trámite administrativo, el funcionario JMSL ha sido propuesto para ocupar plaza de director ejecutivo en el Banco Mundial, 226.000 euros al año dietas aparte. En serio, ¿de qué se extrañan?
