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Red Beard, sin medias tintas

Red Beard, sin medias tintas

Jueves, 1 de enero 1970

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La música como declaración de intenciones. Red Beard, el proyecto que hace tres años puso en marcha el grancanario Jaime Jiménez Fleitas, avanzó esta semana I Can’t Slow Down, el single que abre las esencias de All or Nothin', su segunda referencia discográfica que estará disponible en diciembre.

Un todo o nada. Una apuesta decidida por ganarse la vida en un negocio recesivo pero puramente vocacional. El éxito de conseguir el sustento haciendo lo que te apetece. «Me gustan los títulos que son declaraciones de intenciones. Después de Nobody’s gonna bring me down Nadie me va a tumbar, todo o nada es aquello que hemos estado haciendo desde casi acabar el anterior EP, ir a por todas. No nos valen las medias tintas, si se nos cierra una puerta vamos a por otra», expresa Jaime Jiménez, ideólogo de la banda.

Red Beard es un centauro en el desierto del rock canario. Y casi del panorama nacional. Su apuesta por los sonidos del sur de Estados Unidos, aunque beban de fuentes conocidas, dota al grupo de una identidad muy definida ante su público. Y atrevida, en un universo musical, poblado de bases pregrabadas y voces filtradas, en el que puede parecer hostil la aparición de un conjunto tan orgánico.

All or Nothin' no se va a desviar de ese camino. Irá en el proceso de madurez de una banda que quiere asentarse a través de la carretera, pero en cuya cartografía queda claro cuál es el punto de partida. «En este disco va a seguir habiendo folk, country, canciones muy cinematográficas, pero hemos añadido muchas cosas de rock sureño. Hay algún guiño al verdadero rock sureño rollo Marshall Truckers o Allman Brothers. Hemos añadido batería, aunque siempre fuimos una banda acústica. Y vamos a hacer un espectáculo bastante dinámico», dice Jiménez.

La concepción del álbum es muy artesanal. Cocinado a fuego lento y en su propio estudio, en un mano a mano en el que ha estado muy presente Juanma Barroso, guitarrista de la banda: «A nosotros nos encanta producirnos nosotros mismos. Para tener el control total sobre todo el trabajo. Y hasta la fecha no hemos considerado que nos haga falta la imagen de un productor externo u otro estudio. Nos gustan las producciones limpias. Que luego las podamos llevar al directo», indica Barroso.

Si al principio Red Beard era lo mismo que decir Jaime Jiménez, hoy la banda es un todo en el que, además de Barroso a la guitarra, suman Aly Butler, Álvaro Betancor y Marcial Bonilla. «Esta es la formación más estable. Desde que empecé he ido cambiando, porque vas probando piezas para ver cómo encajan y a lo mejor no es lo que buscabas. Ahora las piezas que he encontrado son tan buenas que puedo delegar en que cada uno haga su trabajo. Yo propongo, pero esto es un equipo. Si traigo algo que ellos no ven, me lo dicen y ya está. No vamos a hacer nada con lo que ellos no estén a gusto, porque entonces vas a deteriorar mucho más rápido esas piezas y cargarte la máquina. Por eso he optado por convertirme en un engranaje más», subraya Jiménez.

All or Nothin' pondrá las bases de los nuevos retos de la banda. Que, evidentemente, están en la carretera. «Tenemos un contacto interesante que nos va a presentar a un promotor que quiere llevarnos a Estados Unidos dos veces al año. Y abrir Europa. Ya estamos dialogando con varios promotores, a ver qué es lo que nos ofrecen», expone.

Como una empresa. Jaime Jiménez tiene una visión concisa del oficio: «Mucha carretera, eso es así. Lo que es un mito es la tontería de sexo, drogas y rock and roll. Eso es para las películas. La música se ha profesionalizado, y en ese sentido somos muy estrictos en la carretera: horarios, hoteles; fiestas las justas o ninguna. Y es muy duro, porque son muchas horas de carretera, muchos locales, mucha gente. También todo el trabajo de estudio, los ensayos, arreglar los temas. Ir aprendiendo. Esto al final es un negocio, y hay que hacerlo rentable. Como cualquier persona yo lo que quiero es llenar mi nevera».

Por eso cree que la banda debe funcionar como una empresa. «Cuando me decidí y tuve que pedir soporte, y estando en Canarias no se me ocurrió una mejor persona que Juan Salán. Él es parte de la banda. Es un músico más, igual o más importante. Mi primer paso fue pensar en que yo tengo un grupo y saber que necesitaba un tipo que me dijera qué puertas debo tocar», subraya.

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