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Querido Napoleón Solo

Ramón Rodríguez

Jueves, 5 de enero 2012, 13:05

Soy Ian Fleming, tu creador. Hace más de cincuenta años, cuando eras Jefe del Hampa en una de mis novelas de James Bond, imaginé tu muerte; más tarde Norman Felton, con esa inconsciente y cándida alegría que tienen los productores de televisión, me pidió exhumar tu cadáver y darte una segunda existencia como agente de CIPOL. Ahora descubro con dolorosa estupefacción que los años te han convertido en crítico de televisión. Extraño e irónico transitar del alma, que parte del universo del crimen y termina en una modesta columna de un periódico; una mudanza en el tiempo que algún estoico bromista podría juzgar como una prueba más del mito del eterno retorno.

Lo cierto es que he leído algunas de tus críticas, en especial la que hace referencia a los programas de este fin de año. Déjame adelantarte que mi conclusión es que te prefiero como agente de CIPOL o como malo de novela, antes que como crítico. Yo, que te conozco bien, sé que estás viviendo un tiempo de constante impostura, en el que finges entenderlo todo y, en realidad, hay muchas cosas que se te escapan. Se te daba mejor hacer el mal o perseguirlo. La crítica, de cualquier índole, requiere una voluntad de estilo o una voluntad artística, como escribe Marcos Ordóñez, citando a Oscar Wilde: “Sólo un artista, alguien que piense y sienta como un artista, puede tratar de entender a otro”. Y llegado a este punto tengo que decirte, mi querido Napoleón, que se notan demasiado tus carencias.

En primer lugar, para darle sentido a tu existencia como crítico debes verlo todo, y todo de principio a fin. Es posible que algo (muchas cosas) te aburran, porque tienes esa pose de lo que Jordi Gracia llama “intelectual melancólico”. Alguien que ve la época actual como mucho peor que las pretéritas y necesita entonar jeremiadas contra cualquier cosa nueva. A mí me gustaría que fueras algo más intelectual y menos melancólico, la verdad. Bueno, sea porque hay programas que te aburren o porque se te han pasado (ya que no eres un espectador compulsivo de televisión, esto también se te nota), si no ves las cosas de principio a fin es mejor no hablar de ellas. Es ridículo juzgar lo que no se conoce, a no ser que lo que se quiera sea zaherir impunemente, o sanar viejos rencores invitando a un grupo de amigos cómplices a la fiesta del resentimiento.

Dices que no había nada nuevo en los programas de fin de año. Te equivocas: no viste esa mezcla entre realidad (directo desde Arrecife) y ficción (grabada en plató) con que se anunciaba la nueva temporada de La Revoltosa. Supongo que estarías viendo a La Pantoja en Telecinco y tomando buena nota de la medida de los escotes de cada una de las presentadoras, ya que sobre ello versa en gran medida tu crítica televisiva de esa noche. Tenías que haberlo visto todo. Te cuento que los críticos televisivos de los especiales de fin de año, suelen grabar todo lo que ofrece esa noche cada cadena, para luego poder juzgarlo serenamente, sin lagunas de memoria ni sobresaltos emocionales. Ya sé que no lo hiciste, no pudiste verlo todo. Créeme Napoleón, este oficio también es duro y requiere una dedicación absoluta, porque estás juzgando la labor de cientos de personas que cada día saltan de la cama con el objetivo de hacer un poco mejor su trabajo. No es posible dedicarse a esto esporádicamente, del mismo modo que no era posible trabajar en la CIPOL de vez en cuando. Sé que te arrepientes ahora de haberte perdido tantas cosas la noche del 31 de diciembre, y, probablemente, te arrepientes aún más cuando, de pronto, te vuelves consciente de que perdiste una nueva oportunidad de escaldar a los artífices de La Revoltosa. Supongo que tú también lo has notado, pero cada vez que el Pisuerga pasa por Valladolid, haces una referencia denigrante a esa modesta serie autonómica, lo que acentúa más la sensación de catarsis anímica que de crítica de lo que sea.

Solo una cosa más, mi melancólico amigo, nunca hagas una crítica de televisión solamente basándote en los escotes de las presentadoras. Y si no se te ocurre nada más, no lo lleves al título. Y si lo llevas al título, evita luego referencias que no ayudan más que a perpetuar prejuicios y denigran a las que (creo adivinar) tienen un sexo diferente al tuyo. No es bueno que digas cosas como: “ésta (aunque va sin acento en el texto original, es una forma bastante poco decorosa de referirte a Eloísa González), ya reivindica su escote en el anuncio de Coca-Cola que se puede ver en estos días, ideado, como resulta más que evidente para cualquier espectador, por un hombre”. Mi irritante Napoleón, por si no te has dado cuenta (¡ay!, sospecho que no...), estás diciendo entre líneas que la señorita a la que te refieres no tiene capacidad para decidir por sí misma sobre su imagen, y no es más que un pelele en manos de una fuerza masculina que la manipula y la echa a un mar de sexo catódico. Yo creo que no debías darle tanta importancia a lo senos femeninos y fijarte en otras cosas, porque ésa es otra de las tareas del buen crítico: dirigir la atención del espectador hacia aquellas cosas que le puedan haber resultado invisibles, y no subrayar las que, dolorosamente, contribuyen a la esterotipia y la discriminación del otro sexo.

Perdona esta larga carta; aún tengo muchas cosas que decirte, pero no sé si vale la pena. Te conozco y sé, por tu pasado, que mis palabras no harán sino enfadarte aún más. En el fondo, guardo la esperanza que, a partir de ahora, tu columna sea algo más rigurosa y juzgue solamente el trabajo ajeno, y no se base en filias y fobias personales o institucionales. Detrás de cada minuto de televisión hay personas que sufren, se alegran, se duelen, se ilusionan, sueñan y se desmoronan, como tú y como yo. Merecen todo el esfuerzo y la mayor de las exigencias cuando se habla de su trabajo.

Una última cosa. Habrás notado que tu compañero Illya Kuryakin no responde a tus ocasionales misivas. Es que ha decidido retirarse. Ha comprendido que el tiempo de la CIPOL ha terminado y debía apartarse de la vida pública. Ahora recoge cables por menos de 800 euros al mes en una modesta productora de televisión canaria que hace uno de esos programas de los que tú hablas alegremente.

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