Patrimonio arqueológico
Esta semana supimos que la Unesco ha incluido en su portal de Arqueoastronomía el almogarén de Risco Caído y las montañas sagradas de Gran Canaria. Es la primera vez que el organismo de la ONU se fija en un conjunto arqueológico canario, lo hace destacando su condición «excepcional» y lo suma al catálogo en el que figuran enclaves míticos como Stonehenge, en Reino Unido, o los observatorios de Jantar Mantar, en India. Todo un espaldarazo en el camino hacia la declaración del conjunto como Patrimonio de la Humanidad.
Toca, pues, estar dichosos. Ojalá que el refrendo de un organismo internacional de la entidad de la Unesco sirva para, de una vez, poner en valor el importantísimo y riquísimo patrimonio arqueológico insular. Algo sabido desde siempre pero apenas considerado.
La historia dice que, hasta este mandato del Cabildo de Gran Canaria, la arqueología de esta Isla, y de Canarias entera, apenas levantaba interés entre los responsables políticos y cuando era noticia lo era por la esquilmación de algún yacimiento, el abandono de la mayoría o el empeño de unos pocos héroes empecinados en hacer entender a la mayoría que no podíamos permitirnos el lujo de ignorar esos restos salpicados por todas las Islas, valores culturales de una entidad incuantificable y herencia de quienes nos antecedieron.
Ha llegado la Unesco, mejor dicho, hemos llegado a la Unesco, gracias a que, por una vez, ha habido voluntad política para apostar por el aval de unos profesionales que venían desde tiempos remotos trabajando casi en el desamparo, para dejar constancia que aquellas simples piedras, son legados de una cultura que atesoraba unos conocimientos astronómicos que echan por tierra las creencias de que quienes aquí habitaban eran un pueblo, aunque original por su condición de bereberes insulares, primitivo.
Los recientes descubrimientos de Risco Caído, las cuevas de la Audiencia en Temisas o la gran estación de grabados rupestres de La Gomera, dejan a las claras que queda mucho por encontrar y que tenía razón quien hace años decía que Canarias, arqueológicamente hablando, era la Guatemala de este lado del Atlántico.
Lo insólito es que atesorando todas estas riquezas sea clamoroso el desconocimiento que la mayoría tiene sobre este ingente patrimonio. Entendible en la medida en que las administraciones públicas lo han ignorado. Ahí está El Museo Canario languideciendo por falta de apoyo y el desmonte de los programas de contenidos canarios en la escuela, como un par de ejemplos.
Por fortuna, la decidida actuación del Cabildo de Gran Canaria en estos últimos años en favor del patrimonio cultural, reforzando actuaciones que ya existían, activando otras y logrando apoyos privados, ha valorizado nuestras piedras. La Cueva Pintada, el Maipés, Caserones, Arteara, el Cenobio, la Fortaleza, el Bentayga, la Cañada de los Gatos, las Crucecitas, Balos, el Agujero..., son un lujo. La Unesco lo refrenda. Pero hay más, mucho más y el camino iniciado no puede desandarse.
Por cierto, con todo esto, resulta incomprensible, por no usar palabras más gruesas, que el recién remodelado Museo Arqueológico Nacional no incluya en sus salas ni una sola muestra de nuestra arqueología.