Niñas y víctimas
En Nigeria más de 200 niñas han sido secuestradas por un grupo terroristas que las viola decenas de veces al día y que amenaza con venderlas. En el mundo más de 35 millones de niñas están sin escolarizar. En Somalia y muchos otros países del entorno, las niñas son sistemáticamente mutiladas, cercenada su sexualidad y su libertad. En La India los crímenes de honor siguen siendo una realidad. En... Y así mucho más.
Son datos, informaciones, realidades que reflejan la injusticia y la inhumanidad del ser humano, que somete al sufrimiento a los seres más débiles, en este caso, niñas. Y no pasa nada. En los últimos días el mundo, el famoseo, las caras más influyentes, se ha movilizado en favor de la liberación de las niñas de Nigeria. Sí, muy bien. ¿Pero qué pasa con el resto? Nada, absolutamente nada.
Es más si se puede, se silencia la situación en la viven las niñas y las mujeres en muchos países, no sea que alzar la voz vaya a contrariar a este o aquel gobierno la mayoría antidemocrático y se vayan a torcer las relaciones comerciales, empresariales y económicas que, total, es lo que verdaderamente importa. ¿O no?
Mientras el mundo espera que las niñas nigerianas sean liberadas por la fuerza internacional que las busca, millones y millones de niñas sufren la brutalidad de sus padres, de sus madres, de sus vecinos, de sus compañeros, de su comunidad... sin que una fuerza internacional ponga el grito en el cielo, sin que una cara mundialmente respetada se cuelgue un cartel que grite «devuelvan a nuestras niñas», sin que un guapo de Hollywood nos diga que «los hombres de verdad no compran niñas».
Que vuelvan nuestras niñas, sí, pero todas, sin distinciones. Que vivan su niñez con risas y juegos, con escuelas y salud. Sí, que vuelvan. Todas.