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Maspalomas, 125 años de luz tricontinental

Martes, 3 de febrero 2015, 10:45

La presencia de los faros ya en tiempos remotos de la humanidad señala el inicio y desarrollo de la navegación. Siglos más tarde, una vez que su luz se apagó, muchos de ellos no sólo siguen iluminando el recuerdo de una historia, sino que se convirtieron en verdadera luminaria que señala la presencia de culturas y civilizaciones ó de acontecimientos que marcaron el devenir del mundo. Puede ser el caso del inolvidable Faro de Alejandría, construido en el siglo III a. c. sobre la isla de Pharos, situada en la bahía de Alejandría, en Egipto, cuya luz podía verse a más de 50 kilómetros de la costa y cuyo recuerdo hoy es luz de toda una época y una cultura, o la Torre de Hércules en La Coruña, el más famoso de todos los faros romanos al que se le atribuye una antigüedad de dos mil años y ha sido protagonista de numerosas leyendas, que todavía sigue en funcionamiento. Galeses e irlandeses conservan referencias a la luz del faro de Brigancia. Los escoceses hablan del robo de la piedra del faro por Cathol, rey de Escocia. Junto a ellos el de Köpu en Estonia, el Boston Harbor Lighthouse, uno de los primeros de América, el Gran Isaac Cay construido en 1859 en la pequeña isla del mismo nombre de las Bahamas, que son santo y seña del desarrollo de las navegaciones entre Norteamérica y Europa, ó el majestuoso Faro de Mogadiscio construido en esta ciudad somalí a mediados del siglo XIX para facilitar la navegación a la crucial red de puertos que entonces allí se desarrolló. Allá abajo en el sur de Gran Canaria -como diría Néstor Álamo que gustaba de frecuentar aquellos desérticos e idílicos parajes de la isla a los que les dedicó todo un verdadero himno-, en Maspalomas, en un lugar de importancia señalada para las navegaciones desde épocas que se pierden en la noche de los tiempos, pero que resaltó definitivamente Cristóbal Colón con la aguada que allí realizó en su cuarto viaje al Nuevo Mundo, un enorme y hermoso faro ilumina las navegaciones atlánticas desde aquel inolvidable 1 de febrero de 1890, hace ahora 125 años. Aquel último cuarto de siglo del XIX fue un momento histórico en el que la isla recibía con alborozó la construcción del Puerto de La Luz, se lograba la escala de la Trasatlántica, la instalación de la primera línea telefónica, el telégrafo, la construcción de nuevas carreteras o el Lazareto de Gando, comenzaba el turismo moderno y se construían hoteles como el Santa Catalina y el Metropole, y, por supuesto, el Faro de Maspalomas, pues como resaltó el cronista Carlos Navarro Ruiz «representaban algo muy grande para Gran Canaria, basábase en ellas su prosperidad, y servirían de fundamento esencial para que Las Palmas fuera lo que había sido» Quiero percibir, en este significativo aniversario, el ambiente de júbilo y exaltación que se viviría en aquella oficina técnica que dirigía el ingeniero Juan de León y Castillo y en la que también trabajaban y colaboraban en sus proyectos otros personajes isleños como Julián Cirilo Moreno, que ocupaba la plaza de Ayudante de Obras Públicas, el escribiente Juan Rodríguez, ó el secretario del ingeniero Tomás Rodríguez, que como tal “no tenía precio en más de un concepto”. Eran muchos los proyectos que se le encargaban y que supondrían no sólo una contribución decidida al progreso de la isla, sino que con el tiempo algunos de ellos se convertirían en verdaderos símbolos y testigos mudos de la historia insular, como es el caso del Faro de Maspalomas, cuya construcción se había ideado ya en 1861, pero cuyas obras no se iniciaron hasta 1884 tras habérsele encargado su proyecto a León y Castillo. El sacerdote y cronista Santiago Cazorla León, al mencionar esta elegante torre con diseño de fuste clásico cuya sección disminuye según se acerca al capitel, rematado con anillos y mútulos, recordaba como de niño pudo conocer en Cercados de Araña «a uno de los maestros que trabajaron en ella, Cho Juan Pérez, que continuaba ganándose la vida trabajando en los riscos, haciendo cuevas para vivir o estanques para los riegos» En 1964 la viajera Elizabeth Hodkinson, en una sugestiva Guía Turística de Gran Canaria, editada por el CIT, al visitar la Punta de Maspalomas recomendaba, extasiada ante la espectacularidad de aquel entonces casi desértico entorno, resguardarse «bajo los árboles ó junto al faro, donde alquilan tiendas de playa», o quizá entrar al edificio adosado a la torre, una construcción elegante en la disposición de sus puertas y ventanas, con perfiles en cantería, y coronado con una bella cornisa, en cuya fachada al norte, sobre la entrada al edificio, resalta un sencillo balcón en madera de la misma tea con la que se cubrieron los pisos de sus amplias estancias interiores. Una verdadera joya isleña, hoy Bien de Interés Cultural, que es símbolo y luminaria del papel de punto de encuentro entre continentes que ha jugado, y aún jugará mucho más en el futuro, la isla de Gran Canaria. Este faro ha sido también referente para muchas páginas y textos de muy diverso signo, pero en este 125 aniversario me he reencontrado con un párrafo del artículo que, bajo el título de “Recuerdo de Gran Canaria”, la escritora Carmen Laforet le dedicó en el madrileño diario Pueblo en los años centrales del siglo pasado, y en el que rememora como «...El faro de Maspalomas es el único que yo he visto en mi vida entrando en él. Y lo vi en mi infancia. Cuando hacíamos una excursión a Maspalomas, no sé porqué, siempre teníamos la necesidad de renovar nuestra provisión de agua potable, cedida por la hospitalidad de los habitantes del faro. Hay lugares que están pegados a uno mismo como la uña a la carne. Por eso una simple noticia de periódico puede levantar una oleada de sensaciones. La primera, el mar todo brillante, como de metal líquido, verde y plateado. Luego, los suelos del faro, de madera fregada, a donde llegaba la arena y que olían a arena. Y sus ventanas llenas de luz. Y el gusto ligeramente salobre del agua fresca cuando yo la bebía...», un texto que, sin duda, valdría la pena colocarse en un rótulo en el entorno del Faro de Maspalomas al celebrarse este cumpleaños.

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