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Los amarillos se queman pero no arden en Estambul

Los amarillos se queman pero no arden en Estambul

Jueves, 1 de enero 1970

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Pronto supieron los jugadores del Herbalife que lo del infierno turco no era ninguna leyenda, sino toda una realidad, y ellos la estaban viviendo en primera persona. El público rugía casi dentro de la pista, teniendo esto un efecto motivador para los locales y desconcertador para los visitantes. Y eso que, para suerte amarilla, el conjunto turco no comenzó muy acertado la semifinal y tampoco terminó de aprovechar el espeso inicio visitante.

Anzejs Pasecniks fue uno de los que más evidenció esta presión turca. Al letón se le hizo muy grande el encuentro y tras un dubitativo comienzo, no volvió a participar en la derrota insular. Pero se necesita más que un ambiente caldeado para tumbar a este Granca. El Herbalife se sobrepuso primero con la muñeca de Sasu Salin y luego con el oficio de Alen Omic. Ambos hicieron despegar a un equipo que se había propuesto sacar petróleo de Estambul.

Pero no es el Galatasaray un equipo que admita despistes, y menos en el Abdi Ipekci Arena. Cada error era castigado con severidad y el Gran Canaria no terminaba de encontrar respuesta a la superioridad física otomana. A pesar de ello, la impresión que dejaba el choque al descanso era la de que los isleños podían traer un buen resultado a la Isla. 49-42 después de los primeros 20 minutos y la sensación de una progresiva adaptación de los de García Reneses al infierno turco.

Pero en la segunda parte, el Herbalife pasó de tratar de conseguir una nueva victoria a domicilio a intentar sobrevivir como fuera al purgatorio turco para llegar vivos al partido de vuelta. Lo del tercer cuarto si que fue un verdadero infierno. Los claretianos no solo veían como se les iba el partido, sino también como se complicaba sobremanera la eliminatoria. Los otomanos parecían tener más energía, con cada minuto que transcurría. Situación que desmoralizaba a un fundido Granca que se veía sin ideas y jugaba con demasiada precipitación al ver, desesperados, como se les escapaba la ansiada final.

Esta situación tuvo su punto culmen en una mala selección de tiro por parte de Oliver, cuyo triple no tocó ni tablero. Con cada fallo visitante, el pabellón turco parecía venirse abajo. Además, los aficionados otomanos no encontraban impedimentos para traspasar la zona de seguridad y situarse casi a un palmo de los colegiados. Esta presión causó efecto, y aunque sin ser decisiva, provocó un arbitraje descaradamente casero.

Una meritoria y sorprendente reacción del Herbalife en el último cuarto hizo que el Gran Canaria mantenga las esperanzas en sus posibilidades en el duelo de vuelta. En un partido que se le había puesto en chino mandarín, el equipo grancanario consiguió descifrarlo para detener la sangría, ganar el último cuarto y mantener viva la eliminatoria.

El 89-75 final supone una complicada barrera, pero ni mucho menos insalvable para un equipo que ya ha sido capaz de salir victorioso de situaciones peores en este curso. Para ello, la marea claretiana tendrá un papel fundamental, y tal como hicieran los aficionados turcos, ahora le toca a los isleños convertir el Arena en un infierno amarillo.

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