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Las leyendas también lloran

Las leyendas también lloran

Jueves, 1 de enero 1970

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Jim Moran llegó el jueves a Gran Canaria con un propósito. «No quiero llorar», dijo el neoyorquino mientras imaginaba cuantas emociones se agolparían sobre fibra sensible. Moran llegó al Centro Insular de Deportes una hora antes del partido. De porte impecable, elegante y discreto. Aptitudes simétricas a las que siempre mostró sobre la pista de juego. Se paseó por las gradas, cómplice con todos. Y cuando, a un cuarto de hora para comenzar al partido, pisó la cancha. No pudo contenerse. «Ha sido emocionante. Uno de los días más increíbles de mi vida y mi carrera. Cuando entré en la pista no pude reprimir llorar, porque está afición es la mejor. Quiero agradecer todo el cariño y apoyo que recibí durante esos diez años», confesaba con gesto tímido tras el partido.

Fue una fiesta consagrada a una figura legendaria. Una personalidad capital en los asentados cimientos de un equipo de élite. Joaquín Costa presentó al protagonista mientras en las tribunas del CID la ansiedad por liberar la ovación era ostensible. Y así fue. «Moran, quédate. Moran, quédate...», un grito poderoso que incluso emocionaba a la formación del Real Madrid su capitán Felipe Reyes no dejó de aplaudir ni un solo segundo. Así hasta que Gonzalo Martínez, figurante sorpresa en el reparto, descubrió la camiseta gigante sobre la grada sur del Centro Insular de Deportes.

Moran jamás reprimió sus emociones. Rodeado de su familia, con su madre agarrando orgullosa el ramo de flores que le entregó Berdi Pérez, se mostró satisfecho porque sus allegados conocieron en primera persona como se las gasta el público insular. «Ha sido el mejor partido del año para venir. Mi familia está super contenta de poder entender el ambiente que hay en esta cancha y la energía de la afición y han comprobado todas las cosas que yo les había contado», manifestó.

El jugador neoyorquino siempre empleó el plural para hablar del equipo. Así cimentó su liderazgo durante una década en el vestuario. Esa costumbre, marca de su personalidad, volvió a aparecer cuando desgranó su interpretación de los emocionantes acontecimientos. «Este día es más para la afición y todos los jugadores que jugaron a mi lado. Es más que el día de Jim Moran, es para la familia Granca. Es para la afición, la Isla, para todos», colectivizó.

Y en la fiesta de Jim no podía faltar Taph. El senegalés apareció en formato vídeo para la enésima demostración de afecto. Tal vez, la más significativa de todas: «Las palabras de Taph, el vídeo, todo...Es difícil entender este día. Mi camiseta está allí en el cielo y es un sueño. Somos buenos amigos, anoche hablamos mucho...Es difícil transmitirlo», comentó.

Solo faltó un broche: la victoria. «He sufrido mucho viendo el partido. Pero han hecho que me sienta muy orgulloso de formar parte de este equipo», dijo.

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