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La huella del carbono también se controla en casa

EFE

Viernes, 14 de abril 2017, 01:00

La lucha contra los gases de efecto invernadero tiene ante sí nuevos retos: que las empresas no bajen la guardia y sigan el camino de reducirlos y, en un horizonte mucho más amplio, lograr que cada individuo en su casa, el consumidor final, se responsabilice y se haga cargo de la factura de sus emisiones.

La Unión Europea ya ha demostrado que puede pasar con nota el test de reducción de emisiones. Los datos apuntan que entre 1990 y 2015 disminuyó un 22 % sus emisiones de gases de efecto invernadero, mientras su economía crecía en términos reales, salvo en el periodo de crisis económica. Esta realidad demuestra que las empresas han sido capaces de hacer de la necesidad virtud. Y es que la obligación legal de ajustar y reducir emisiones puede ser una oportunidad de negocio en el mercado de emisiones. Después de que la UE firmara en 1997 el Protocolo de Kyoto para reducir los gases de efecto invernadero, que no entró en vigor hasta 2005, se creó un mercado de compraventa de permisos de emisión, en el que se fija un precio por tonelada de dióxido de carbono (CO2). Si una empresa contamina más de la cantidad de emisión que se le asigna tiene que comprar más derechos y si emite menos puede vender a otras compañías. La profesora del Departamento de Economía de la Universidad de Cantabria (UC) Ingrid Mateo ha explicado a Efe que actualmente el precio por tonelada emitida de CO2 en el mercado nacional es bajo, de alrededor de cinco euros, y advierte de que, con la salida de la crisis, las empresas afrontan un reto: ajustar el previsible aumento de producción y un eventual -pero en absoluto descartable- escenario de subida de precios de emisiones. "Con la crisis hay empresas que habían parado procesos de fabricación en sus factorías y que ya los están reactivando, trabajando a tres turnos, cuando habían bajado a dos. Para volver a producir a gran escala van a tener que ajustarse, y cuando vayan al mercado a comprar derechos de emisión, los precios van a subir porque habrá escasez", augura esta experta. Según señala, desde que en 2005 se reguló esta materia todas las empresas obligadas por la ley se han adaptado. Se trata, por ejemplo, de las de generación de electricidad, combustibles, azulejos, cal, cementos, pasta y papel, siderurgia, tejas, ladrillo, vidrio, y desde 2014 la industria aérea. También hay muchas pequeñas y medianas empresas que voluntariamente se han introducido en el sistema bajo la premisa de cuántos más, mejor. De hecho, hay un registro voluntario de emisiones y las empresas pueden beneficiarse si certifican año a año que están reduciendo sus emisiones. Pero, pese los progresos, queda por escalar un peldaño no menor en todo este panorama: la concienciación individual de cada ciudadano, una meta que la profesora de la UC cree que se acabará remontando tarde o temprano. "De hecho ya hay muchos estudios que dicen que si se da información al consumidor de cuál es su huella de carbono, y el consumidor es capaz de saber cuando está comprando un producto cuánto CO2 se ha emitido para fabricarlo, se pueden cambiar sus pautas de consumo", indica Ingrid Mateo. Subraya que, junto a la calidad y el precio, el aspecto medioambiental también es importante. Y, por ejemplo, apunta que en Reino Unido ya hay marcas alimenticias que han introducido en sus envases la cantidad de dióxido de carbono que se emite en toda la cadena de alimentación. Esta profesora cree que la concienciación e implicación del ciudadano particular es fundamental, porque de lo contrario el sistema avanza a un menor ritmo. "Es cierto que la UE tiene que empezar por algún sitio, y ha empezado por el 55 % de las empresas que más emisiones producen, pero es que todas las empresas a cualquier nivel están emitiendo CO2. Todas, incluso una micropyme con una sola persona trabajando. Por lo tanto, cada uno debería ser responsable de las emisiones que está produciendo, a su escala. Siguiendo el principio inspirador de las políticas medioambientales de la Unión Europea de "Quien contamina paga", asevera. En su opinión, se puede estar esperanzado si todos los países que han ratificado el acuerdo de París en 2015 "siguen adelante y empujan y luchan juntos para solucionar el problema". "Al final se trata de que solo tenemos un planeta y hay que intentar conservarlo en las mejores condiciones", defiende Ingrid Mateo.

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