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La encrucijada del petróleo libio

Lunes, 28 de marzo 2011, 12:43

Europa aceleró la guerra en Libia después del tsunami japonés y la catástrofe nuclear. El revés de la industria atómica obligó a los socios comunitarios a emprender un nuevo diseño de abastecimiento energético, donde el Norte de África es estratégico para el Estado de Bienestar. Más allá de su autoritarismo, Gadaffi es un socio económico y Libia una nación nodriza que suministra petróleo y gas a una Europa dividida en su acción diplomática y sus intereses financieros.

Nicolas Sarkozy se quedó temblando la mañana del terremoto. El Elíseo ya sabía, antes de que amaneciera, que los efectos de seísmo iban a ser devastadores para la población y la economía. El presidente galo, sumido en una crisis de popularidad, pidió a sus servicios secretos que evaluaran el impacto sobre las centrales nucleares japonesas. A mediodía, París ya conocía las consecuencias; era peor de lo imaginado. Se avecinaba una tormenta energética inédita. Sarkozy -el más intuitivo de los dirigentes europeos- persuadió entonces a los 27 de la cacería humanitaria que protagonizaba Gadafi, el mismo Gadafi que llevaba años paseándo su grotesca figura por todos los palacios, incluido el de la Zarzuela con el Rey Juan Carlos.

Francia es el país con más centrales nucleares (88 frente a 55 de Japón) de la UE. Su peso en la industria atómica mundial sólo lo supera Estados Unidos y eso, en euros constantes y sonantes, es capaz de desestabilizar las divisas de cualquier nación. Entre el retroceso electoral para 2012 (donde se prevé un ascenso de la hija del fascista Le Pen) y el castigo a los proveedores de plantas nucleares, Sarkozy sólo necesitaba un foco de luz para desviar la atención de los mercados. El Elíseo apuntó entonces a la cabeza de Gadafi y, demostrando una influencia envidiable, embarcó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en una resolución que arrastró a España a la guerra.

En esos días, el barril de petróleo ya estaba instalado en 115 dólares, no sólo por las revueltas en los países musulmanes, como Yemen, Argelia, Barheim, Marruecos o Siria o por la caída de los regímenes en Egipto y Túnez, sino por el efecto arrastre de Japón. A Francia le temblaba el pulso y se convirtió en el martillo de Gadafi con el apoyo tácito de David Cameron (Gran Bretaña). Barak Obama aprobaba la operación pero sin que se notara demasiado, para dejar abierta una rendija, como se observó el pasado viernes con la convocatoria de una cumbre entre los partidarios de Gadafi, la OTAN, la UE y la Unión Africana.

Según los analistas, el conflicto libio es un «acto de constricción muy a la europea, mezclando valores éticos y religiosos cuando, en realidad, es una escenificación de necesidades, energéticas y financieras». Libia bombea 1,8 millones de barriles diarios, el 2% de la demanda mundial (Arabia llega a 4 millones) y su impacto en las cotizaciones era controlable, hasta que el 11-M estalló Japón. (Más información en la página 57).

Rusia encendió la voz de alarma.

Moscú lanza el golpe. Rusia prefiere el estilo directo. «Te da un cachetón y luego de pregunta». Es una mezcla de residuo imperial y tradición bolchevique. Moscú se abstuvo en el consejo de seguridad de Naciones Unidas, igual que China. Ahora que los bombardeos sobre Libia causan bajas civiles (Gadafi utiliza a las personas como escudos humanos) y que la acción de la OTAN no se limita sólo a zonas de exclusión aérea, los dirigentes de la Plaza Roja dan donde más duele: en el bolsillo. Una mera declaración de su ministro de Finanzas, Alexei Kudrin, hace 10 días, sirvió para reconducir el signo de la guerra y abrir una vía de diálogo. Kudrin se limitó a expresar una opinión que soliviantó a los mercados: «El barril de crudo llegará a 200 dólares, será un periodo corto, pero me inquieta la situación en los países musulmanes y Japón».

Al Qaeda se asoma.

Las declaraciones de apoyo a la Revolución de Libia de Al-Qaeda y líderes islamistas, han dado lugar a temores de que la acción militar por parte de Occidente estaría sirviendo a los intereses de sus enemigos ideológicos. Analistas independientes ya han identificado partidarios de la causa islamista de la oposición al régimen de Gadafi, en particular en las ciudades de Benghazi y Dernah. Un líder de Al Qaeda de origen libio, Abu Yahya al-Libi, emitió un comunicado de apoyo a la insurrección hace una semana, mientras que Yusuf Qaradawi, El Qatarí, teólogo de Los Hermanos Musulmanes, emitió una Fatwa (similar a las bulas en el cristianismo) autorizando a la comitiva militar el asesinato del coronel Muamar El Gadafi (en la foto).

 

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