Borrar
Vea la portada de CANARIAS7 de este jueves 18 de abril
La Biblioteca Juan Bordes, Patrimonio Nacional

La Biblioteca Juan Bordes, Patrimonio Nacional

Viernes, 17 de julio 2020, 11:22

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Juan Bordes se ha pasado décadas buscando en bibliotecas privadas y anticuarios de todo el mundo el rastro de unos libros muy particulares. En concreto, perseguía los tratados y cuadernillos de dibujo con los que los artistas, desde el siglo XVI en adelante, aprendían a dibujar manos, ojos, narices, músculos, cuerpos desnudos y vestidos.

Su búsqueda se convirtió en algo obsesivo y, a lo largo de más de 30 años, consiguió acopiar una colección compuesta de 600 volúmenes centrados en la figura humana. Hace unos días, su colección fue adquirida por el Museo de El Prado por algo más de un millón de euros. «Es la coronación de 38 años de trabajo», comenta el escultor e investigador, que concibió su colección como un trabajo ya que este tipo de documentos, a pesar de su importancia dentro de la historia del arte, son muy difíciles de conseguir. «Sabía muy bien lo que estaba haciendo y me consideraba con la responsabilidad de conseguirlos. Siempre pensé que los ejemplares no eran míos, solo lo era el trabajo y la idea de reunirlos», explica el coleccionista, satisfecho de que sea El Prado el propietario y conservador de este legado.

Bordes comenzó a coleccionar libros de arquitectura, pero se percató de que hacerse con ellos era solo una cuestión de dinero.

Más difícil era coleccionar los libros con los que los artistas estudiaban el cuerpo humano. «Me interesó un libro de Ernst Gombrich que ponía de relieve la importancia de la bibliografia para la Historia del Arte. Hay libros que todos los artistas de una época habían estudiado. Todos estaban contaminados por esta bibliografía», explica. Así, las formas y gestos de los retratos de Rubens dejan constancia de que había aprendido basándose en los estudios de Crispijn Van de Passe. Incluso el propio Bordes detectó en su trabajo escultórico la influencia del autor de los tratados de dibujo que estudió en su adolescencia.

«Sin embargo, estos libros no estaban en el mercado. Ni siquiera en las grandes bibliotecas. Empecé a recorrer las bibliotecas del mundo. Empleaba las vacaciones de verano en eso. Busqué en las de Madrid, París, Roma, Venecia... Incluso en la Biblioteca del Congreso de Washington. Estos libros apenas se veían. Aunque hay tratados de proporción famosísimos apenas nadie los había visto. Tenía que rescatarlos», relata Bordes.

Y es que, en su opinión, estos libros no son como las anatomías médicas, ejemplares espectaculares y caros que los médicos conservan como oro en paño. «Las anatomías artísticas se deshojaban en los talleres y se perdían. Son como los libros de cocina. Se manchan, se rompen y se tiran».

Incluso en una de las bibliotecas de arte más completas, la del Conde Cicognara, integrada en la Biblioteca Vaticana, solo hay 19 títulos al respecto. Tras investigar las referencias sobre estos títulos, Bordes empezó a contactar con miles de librerías del mundo. «Fue un recorrido obsesivo», comenta el artista, que una vez preguntó en una librería veneciana si había algún coleccionista de ese tipo de libros y le hablaron de la existencia de uno en Madrid. «Era yo», recuerda.

La dificultad era un aliciente. Un libro tan popular como la anatomía artística de Gamba, un médico italiano cuyos estudios se emplearon en las escuelas de arte del siglo XIX, fue muy difícil de encontrar. «Solo había un ejemplar en la Biblioteca de Florencia. Cuando fui, me explicaron que esta anatomía se perdió en la crecida del Arno del 68. Pero encontré el texto en una librería de Florencia y, dos años más tarde, di con las láminas en Roma», cuenta sobre este capítulo de su aventura bibliográfica.

Al aliciente de la dificultad se sumaba el creciente interés por la importancia de estos textos. «Se puede interpretar la historia del arte a partir de las enseñanzas de las cartillas de dibujo. El propio Van Gogh confesaba en sus cartas a su hermano que su pintura estaba contaminada por la cartilla de Bargue. Puede que esto ocurra con muchos artistas, pero hasta ahora no se ha podido estudiar su enseñanza», relata.

Su colección acoge las cartillas realizadas por grandes artistas que querían influir en los nuevos pintores, como José de Ribera El Españoleto o Rubens.

Uno de los autores más influyentes fue Jean Cousin, con su L’art de dessiner, un tratado del que se publicaron 32 ediciones entre el siglo XVI y el XIX «Su estudio se usó durante tres siglos. Casi siempre con los mismos grabados y figuras, su penetración fue la más grande de Europa», comenta el estudioso que logró incluir en su colección doce ediciones distintas.

La de El Españoleto también tuvo influencia. «Los grabados de Ribera no llegaron a formar una cartilla pero un grabador francés se basó en ellos y en los detalles de sus cuadros», abunda Bordes, quien, en los últimos años, recibió ofertas de instituciones extranjeras que triplicaban el precio por el que ha vendido su Biblioteca a El Prado. «Los de la Casa de Rubens me pidieron casi de rodillas que les vendiera su cartilla. Es una pieza rarísima», comenta.

De todas formas, Bordes reconoce que la colección ya le «quemaba en las manos» porque desde que publicó en 2003 su libro Historia de las teorías de la figura humana, donde hablaba de su biblioteca, fueron muchas las personas interesadas en estudiar sus documentos. No en vano, según los responsables de El Prado, la Biblioteca Juan Bordes es la colección especializada en la figura humana más importante del mundo. Algo en lo que el escultor puso todo su empeño.

RUBENS, CUADERNO DE REGALO Junto a los 600 volúmenes de su Biblioteca, Bordes donó a El Prado un valioso cuaderno de dibujos del taller de Rubens. Un ejemplar conocido mundialmente entre los expertos como Manuscrito Bordes.

Este documento, según explica el escultor, reproduce un cuaderno de viaje realizado por Rubens en Italia. Incluye «textos fascinantes» en latín y holandés y reconstruye los dibujos del original. «Rubens usaba este cuaderno para enseñar a sus alumnos predilectos, de él aprendieron Van Dyck y Jordaens. Lo tuvo Rubens hasta que murió», explica el coleccionista. Lo compró uno de los primeros expertos en Rubens, Roger de Piles, que publicó una sorprendente página donde Rubens decía que no le gustaban los cuerpos gordos y que solo en las estatuas antiguas se podía admirar la belleza del cuerpo, relata el bibliófilo. «El manuscrito original se quemó en un incendio en casa del segundo propietario, un ebanista de Luis XIV», explica. Del libro solo se salvó una hoja muy famosa que está en un museo inglés. Esa página fue reconocida por Bordes en unos manuscritos que salieron a subasta en Londres. «Fui a tumba abierta. Pensé: no sé cómo lo pagaré, pero me lo he quedado». Gracias a un intercambio con Bordes, otra coleccionista abonó la compra.

En principio, este es el manuscrito más próximo al original e incluye dibujos del propio Rubens. Pronto, una publicación revelará sus secretos.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios