Equilibrio
Teatro Pérez Galdós, 27 de enero de 2011. Festival de Música. Rossini: Stabat Mater. Intérpretes: Ainhoa Arteta, soprano. Mª José Montiel, mezzosoprano. Ismael Jordi, tenor. Nicola Ulivieri, bajo. Cor de cambra del Palau de la Música Catalana. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. José Ramón Encinar, director.
Javier Moreno
Lunes, 31 de enero 2011, 11:40
Resultó este 'Stabat Mater' uno de los conciertos más equilibrados de esta edición del Festival de Música: los aciertos y los desaciertos fueron tan superlativos que, sumados los unos y restados los otros, el saldo contabiliza un cero. No debe ser mala nota para el que, eso espero, haya sido el espectáculo más barato de toda la historia del Festival. Si no lo ha sido, alguien tendrá que dar cuanta de esta dilapidación de dinero público. Fue un acierto programar el 'Stabat Mater'. Es una obra que goza de gran predicamento entre los aficionados ordinarios, aunque, reconozcámoslo, no entre los supuestos eruditos que piensan que una obra solo tiene valor si se parece al tostonazo de 'Tristan e Isolda'. Fue un desacierto contratar a unos intérpretes de quienes se sabía de antemano que no podrían con la obra. Un acierto, asimismo, contratar a Ainhoa Arteta, cuya interpretación fue de tal dignidad que tuvo al crítico toda la noche deseando que desapareciera del mapa todo lo demás y que se quedara ella sola cantando a capella. Eso sí hubiese merecido el calificativo de 'espectáculo artístico'. También fue un acierto para Roberto Ugarte, hoy gerente de la ORCAM y ayer director artístico de la Filarmónica de Gran Canaria, colar a una orquesta de tan bajo perfil en un Festival que dice aspirar a la "excelencia". En cambio, fue un error del Festival dejarse encandilar por lo que no eran más que estrategias de venta y recomendaciones interesadas. Finalmente, fue un acierto pensar en un experto rossiniano para la dirección de orquesta, pero constituyó un imperdonable fallo de cálculo pensar que José Ramón Encinar era algo semejante. Ante una restricción presupuestaria como la que sufre el Festival de Música, se puede optar, al menos, por dos opciones. La más barata consiste en dejar de traer coros y orquestas mediocres de allende los mares cuando las de aquí son infinitamente mejores. Basta con realzarlas colocando al frente a directores de orquesta y solistas de contrastado nivel. La otra es hacer lo de siempre: atender los intereses de los intermediarios y otros expertos en hincar el diente al erario y después disfrazarlo con palabras rimbombantes como "música", "calidad" y "cultura". Cada vez que recuerdo la mala noche que hicieron pasar a la pobre Ainhoa, me dan ganas de no sé qué.
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