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El centro de día que da la vida

Lunes, 11 de marzo 2013, 11:31

Atender a un hijo con necesidades especiales, 24 horas al día, todos los días de su vida, supone un trabajo sin límites que cualquier madre acomete sin pensárselo dos veces. Pero la puesta en funcionamiento del Centro de día de San Juan de Dios es sin duda un respiro familiar. Por el momento, 30 discapacitados se benefician de este servicio, inaugurado el pasado noviembre. Agustina Suárez, Rosario Santana y Lourdes Barrera son madres de unos veinteañeros fuera de lo común. Cada una de ellas arrastra una historia, la de sus hijos. Son grandes luchadoras, conocen todos los estamentos de la administración pública, no hay ventanilla a la que no hayan acudido, puerta a la que no hayan tocado o formulario que no hayan rellenado. Todo porque sus hijos tengan la mejor atención. Pero cuando los niños cumplen 18 años la sociedad les da la espalda y hay que batallar, otra vez, para que sean atendidos como se merecen. La puesta en funcionamiento del Centro de día situado en la Ciudad de San Juan de Dios, en la capital grancanaria, «es como si te hubiese tocado la lotería». Lo dice Lourdes Barrera, madre de René Rodríguez, un chico de 20 años con autismo «en estado puro» cuya enfermedad hace imposible que ella, su cuidadora, trabaje. «Depende de mí, nadie más puede hacerse cargo de él, de recogerlo en la parada de guagua. Ser madre de René es estar 24 horas, permanentemente, de guardia, con el móvil siempre conectado. No puedes estar cansada, mucho menos tener fiebre, ponerte enferma. Sólo cuando te acuestas, te vences». Por eso el Centro de día de San Juan es más que un respiro para las familias de estos discapacitados, una forma de volver a la vida, al mundo. Para Agustina Suárez ha supuesto, tras cinco años con su hija en casa sin una atención específica, «un cambio radical. Ahora puedo salir, hacer la compra o desayunar con mi marido». «Agradecida, muy agradecida» por el trato que recibe su hija de 26 años, Aida Marrero, una gran dependiente, apunta que ahora disfruta de «pequeñas cosas que suponen un mundo» para ella.

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