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Dolor en el último adiós a Mari

Viernes, 7 de octubre 2011, 12:28

La muerte de María Dolores Cano Gutiérrez, la vecina de Jinámar de 50 años que sufrió graves quemaduras en la fiesta de la Suelta del Perro de Valsequillo, llegó antes de tiempo y eso ha hecho aún más difícil si cabe que la familia y sus vecinos asimilen su marcha. Pero, pese al golpe, este jueves se le dio una despedida desde el recogimiento, el silencio y un dolor callado.

Sus dos hijos, David Jesús, aunque le conocen como Davide, y Dácil, fueron ayer el centro de atención de todos cuantos se acercaron al tanatorio de Las Torres, en la capital grancanaria. Les tocó perder a su madre demasiado pronto, de ahí que la gente volcara su solidaridad con ellos. Su cuerpo se veló en la sala 3 con el ataúd cerrado.

«La verdad es que no sé cómo aguanta Dácil, embarazada y todo el día aquí», comentaba ayer bisbiseando una de sus vecinas, preocupada por cómo encajará la joven en su estado una pérdida tan dolorosa.

Se la veía desorientada. En el séquito de familiares y amigos que acompañó al féretro en su recorrido hasta el cementerio de San Lázaro, donde fue enterrada ayer María Dolores Cano, Dácil se adelantó más de una vez a la comitiva para ponerse al lado del coche fúnebre y dar a la vera de su madre estos últimos pasos.

Desde que se fue acercando la hora del entierro el hall y la entrada del tanatorio se fue llenando de numerosos amigos que no quisieron dejar sola a la familia en esta cruda despedida. Había mucha gente de su entorno, de los 40 de Jinámar, donde incluso se hizo estos días una colecta para pagarle una corona de flores. Al final fueron varias las que llegaron, tantas que hizo falta un coche adicional que precedía al que llevaba el ataúd con los restos mortales de Mari, como la conocía su gente.

La comitiva partió puntual, pasadas las cuatro de la tarde, y en pocos minutos enfiló la entrada trasera del camposanto capitalino. Justo detrás del féretro, su actual pareja, Carlos Alberto Rivero, sus dos hijos, sus hermanos y algunos de sus vecinos más allegados. Los medios, por respeto, se quedaron ahí, pues la familia había manifestado su deseo de un entierro en la intimidad, sin cámaras ni focos de testigos. Más información en la edición impresa de este viernes

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