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Del hotel de lujo a la pensión

Viernes, 7 de diciembre 2012, 07:40

Por el pasillo del hotel la mismísima Paulina Rubio me decía que qué íbamos a hacer. Sí Paulina, la ex de Colate, al que, por cierto, había visto diez minutos antes en la habitación del hotel madrileño donde se suponía que yo debía entrevistar a la estrella latina para la revista C7. Sucedió en 2006 y el motivo del desconcierto de la estrella era el tremendo testarazo que se había dado uno de los manager contra una lámpara de diseño colocada a la altura de sus narices. El manager terminó tumbado en la cama, con una bolsa de hielo para aliviar el dolor y la diva en el pasillo, conmigo, que había volado aquel día desde Gran Canaria para entrevistarla y entre sus cambios de opinión, los imprevistos y el testarazo final, a poco no lo consigo .

Esta anécdota es como la antítesis de la historia que representa la fotografía y que constituye uno de los temas que más me han apasionado. Me entusiasma este oficio y no sé qué pesa más, si mi devoción por la palabra escrita y por los géneros periodísticos o la oportunidad que me brinda la profesión de meterme hasta las bambalinas en los acontecimientos o en los corazones, que a veces puede ser lo mismo.

La historia que se cuenta en la fotografía de Juan Carlos Alonso es la del entierro de los restos de los 24 individuos que fueron exhumados de un pozo de Arucas donde unos 70 años antes habían sido arrojados en plena represión franquista y que, como la historia de Paulina, empieza para mí en un establecimiento hotelero madrileño. Sólo que si el de la chica dorada era un cinco estrellas y el no va más del diseño, en este caso se trataba de una pensión en la carrera de San Jerónimo. Una pensión castiza de las que ocupan un piso, a la que me llevó la vicepresidenta de la Asociación de la Memoria Histórica de Arucas, Balbina Sosa.

En aquel viaje la conocí. Volamos juntas desde Gran Canaria para asistir a la aprobación en el Congreso de la ley de la memoria histórica de Zapatero. Ella, para representar a su asociación junto a otras de España, y yo, para contarlo. Allí me presentó a Almudena Grandes, que había colaborado ya con Balbina y su prima Pino, la presidenta.

Esto fue en 2007. Desde entonces seguí a las primas Sosa y a sus colaboradores. Viví el hallazgo de los restos de 24 desaparecidos, su posterior entierro sin identificar aún (en la foto) en Arucas. Casi todos lloramos en aquella ceremonia. Después algunos fueron identificados y algún anciano supo por fin cuál había sido la suerte de su padre.

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