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Consentidos y caprichosos

Esther Pérez Verdú

Lunes, 17 de septiembre 2012, 12:52

La presentación del iPhone 5 generó mucha expectación, como siempre. Cada vez que Apple dice que presenta algo, la curiosidad se le despierta hasta al más templado. Pero algo pasó esta vez. Quizá ya lo sabíamos todo antes de la presentación o quizá estamos empeñados en que no hay nadie como Steve Jobs, pero la reacción posterior a la presentación del nuevo modelo fue la de levantar una ceja, arrugar la nariz y preguntar con desdén: «¿y nada más?».

¡¡Cómo que nada más!! Ya sé que la obsolescencia es un concepto cotidiano en la tecnología, pero seamos serios: nos estamos volviendo unos consentidos y unos caprichosos. Resulta que un teléfono que puedes llevar en el bolsillo, que es dos veces más rápido que el modelo anterior, que saca fotos con una calidad que ya hubiese querido para sí Niépce y que permite navegar por Internet, entre otras lindezas, despierta en nosotros un chasquido de la lengua y un «no es para tanto».

Pues resulta que el primer móvil se comercializó hace menos de 30 años. Y hace menos de 20 te miraban por la calle si ibas con un zapatófono en la oreja. Particularmente recuerdo los teléfonos de rueda y cómo odiaba aquellos números que tenían tantos ceros. Por no hablar del romanticismo intrínseco de los teléfonos de baquelita.

Así que deberíamos tener menos humos y reconocer los avances tecnológicos como lo que son. Y ya es raro que yo ande defendiendo un producto de Apple con esta vehemencia, pero de verdad que no aguanto cuando nos creemos más listos que nadie.

A este paso, dejaremos de maravillarnos por cosas como el descubrimiento de una nueva vacuna, encontrar la eterna juventud en una estrella o comprobar que la teletransportación es posible y no solo cosa de los cómics de los X-Men.

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