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Conformismo, cualidad del perdedor

Conformismo, cualidad del perdedor

Viernes, 17 de julio 2020, 11:46

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Aleatorio en ocasiones, el resultado del Rico Pérez describe lo sucedido en el terreno de juego. Y aunque un error arbitral mediase en la derrota, argumento que alimenta a los mediocres, Las Palmas tuvo un justo castigo ante un rival cadavérico al que su desidia insufló oxígeno.

Un axioma futbolístico no escrito reza que raramente el que especula se sale con la suya. Ayer de nuevo se cumplió. El equipo de Sergio Lobera pagó con frustración, ante el vicecolista, un exceso de conformismo injustificado tras el 0-1 de Chrisantus.

Ante un rival que solo había conseguido sumar un triunfo en doce jornadas, y ante el único equipo que empeoraba sus números, Las Palmas dio un paso atrás reprochable. Y no metafóricamente. Pues nada más adelantarse en el marcador, y cuando todo parecía encaminado para una noche de homenajes, su exceso de celo ante un oponente aparentemente hundido y una actitud colectiva anodina, impropia del fútbol profesional, posibilitó la reactivación de un Hércules hasta entonces catatónico y deslavazado. Un manojo de nervios.

Las Palmas reculó sin ambición, empujado por las carreras anárquicas del anfitrión y por la sensación mancomunada de que se conseguiría el tercer triunfo consecutivo por inercia. Despreció el sudor, esperó demasiado atrás con un botín exiguo, confiado en que sería suficiente. Así solo se explica la falta de tensión y atención en el gol del empate y en el segundo, un golazo, de Sissoko cuando nadie en Alicante se lo esperaba. Tampoco la defensa amarilla. Si bien el trencilla debió anular el primero por un clamoroso fuera de juego, el inmovilismo de los jugadores de Las Palmas, con la mirada perdida y haciendo aspavientos al asistente, es cuanto menos censurable a un aspirante al ascenso.

También la ausencia de nervio tras salir del vestuario. Vale que la acción de Sissoko acaba en la red una de mil, que ante un obra así solo hay que rendir pleitesía, pero la acción previa es también evitable. A partir del entonces, con el viento en contra, ninguna solución. A la falta de carácter, oficio y ambición, se sumó una alarmante incapacidad de reacción, la peor conclusión de un partido al que le sobró 40 minutos por deméritos propios.

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