Con las ánimas del aljibe
A más de uno de los que entraron anoche en la casa del terror del Valle de los Nueve alto le costó pegar ojo. Ataúdes, brujas, ánimas, bichos raros, viejos demacrados y locos dibujaron a los visitantes un recorrido por el pánico en apenas 300 metros. Más de 1.500 personas lo disfrutaron.
Uno sale tan desorientado que acaba viendo doble, un niño a la entrada y la salida de una rampa. No es para menos después del sofocón de sustos que se pegó ayer todo el que se atrevió a entrar en el caserío de Juanito Sánchez. La cosa fue de niños, tan tiernos como terroríficos cuando les da por dar miedo. La gente, que fue entrando en grupos de 10, se guió sola por un camino de cabras iluminado por farolillos que entre cementerios, casonas fantasmales y ahorcados supo de la historia de Jimena y su alma en pena. La pequeña, jugando al teje, se cayó al aljibe y el aliento de su espíritu persiguió como una maldición a los cientos de personas que vinieron ayer al Valle.
Empezó con retraso, algo más de media hora, pero merecieron la pena la espera y las colas, barranco abajo. Todo rayó a gran altura, la bruja loca del caserío, la entrada de las mujeres buscando a Jimena, el toque tétrico del cementerio y las enlutadas de la iglesia, a cual más fea, la novia degollada tocando el violín, el narrador con la cara hecha pellejos, la vieja y la niña encadenada, la perturbada de la muñeca, la escenografía etnográfica de la taberna y, lo mejor, el susto de una cosa deforme, un bicho como los de Rec, que hizo dar más de un respingo. Quien no se asustó fue porque no quiso.
la niña del remo ya no existe
Los niños son un clásico en el cine de terror y la gente del Valle de los Nueve acertó anoche al convertirlos en protagonistas de su pavorosa historia. Ese camisón que apareció en el aljibe o esa niña que hablaba con Jimena en un remo que estaba vacío hicieron que un escalofrío recorriera el cuerpo de todos los asistentes. La gente acabó dando chillidos, cuando no apuraban el paso. Todo un éxito para un montaje cien por cien amateur. Los 50 vecinos que participaron en la escenificación parecían actores sin serlo, y el montaje, made in Valle de los Nueve, artesanal, le puso la guinda. Impagables los dos ataúdes, con muertos y todo. Y no fue menos el pase por la casona del final.
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