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Aramburu: «‘Patria’ se ha convertido en algo no previsto, un fenómeno social»

Aramburu: «‘Patria’ se ha convertido en algo no previsto, un fenómeno social»

Martes, 21 de julio 2020, 14:50

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En septiembre de 2016 vio la luz Patria, la monumental novela donde Fernando Aramburu retrata los resortes que sustentaron a ETA durante 50 años y el dolor que sembró. La obra ya suma nueve ediciones y más de 100.000 lectores.

El martes, 21 de marzo, a las 21.00 horas, el autor donostiarra mantendrá un encuentro con sus lectors en el Centro Bibliotecario Insular de Fuerteventura dentro del ciclo El escritor y tú.

A través de un cuestionario, su autor nos da algunas de las claves de su novela.

P.-¿Por qué cree que Patria ha impactado tanto?

R. - Es muy posible que la novela haya tocado un nervio sensible de la época. Otra posible respuesta es, según me han dicho, que haya necesidad de libros como el mío. Mi libro es una construcción literaria que ha terminado convirtiéndose en otra cosa no prevista por el autor. En una especie de fenómeno sociológico, base de un amplio debate.

P.- El escritor Isaac Rosa decía que la novela transita hacia la irrelevancia social. Después del gran impacto que ha tenido su obra, ¿está de acuerdo?

R. - En cierta ocasión hablé con Rafael Chirbes sobre este asunto. A Chirbes lo desanimaba la escasa presencia de la novela en el debate nacional. La veía como un género que había degenerado en simple entretenimiento y esto lo hacía sufrir. Confieso que he estado en un tris de opinar lo mismo. Quizá somos un tanto precipitados a la hora de establecer diagnósticos relativos a nuestra época.

P.- ¿Cree que la literatura ha tratado suficientemente los efectos del terrorismo en el País Vasco? En su opinión, ¿el silencio sigue dominando la cuestión?

R. - Cada vez se publican más textos con intención literaria sobre esta cuestión. La literatura es lenta en comparación con el periodismo o los libros de análisis; pero poco a poco va llenando el hueco a ella reservado.

P.- Usted lleva muchos años viviendo en Alemania, ¿tuvo que ejercitar mucho la memoria para recuperar los giros y vocablos típicos del español hablado en Euskadi?

R. - No. Quizá habría tenido que refrescar el habla de mi niñez y adolescencia en el caso de que me hubiera establecido en un país hispanohablante. La lengua alemana supone para mí una adquisición posterior, un añadido por así decir, que no interfiere o interfiere muy poco en mi instinto lingüístico.

P.- ¿Ha habido algún tipo de reacción que le haya sorprendido?

R. - Me ha sorprendido la abundancia de reacciones. Las reacciones, en sí mismas, han sido las esperables. A unos ha gustado el libro; a otros, no y a algunos más los ha dejado indiferentes. La mayoría de los opinantes, hasta donde yo he podido saber, se han mostrado generosos con mi trabajo.

P.- En su libro, les da voz a distintos personajes. ¿Le costó mucho ponerse en la piel del terrorista? ¿Tuvo referentes próximos? ¿En las víctimas? ¿Le tocó el tema de cerca?

R. - Lo de ponerse en la piel del otro es un espejismo. Yo me limito a juntar palabras con las que aspiro a provocar en los lectores ciertos efectos. Uno de ellos es este de creer que uno se mete en pieles ajenas. No hay tal cosa. Lo único que hay son textos significantes. En cuanto al terrorismo de ETA, debo decir que se trata de un fenómeno que me ha pillado de cerca y ello desde edad temprana. No me lo han descubierto los noticiarios ni las hemerotecas. ¿Referencias? Muchas, algunas conocidas personalmente.

P.- Van a hacer una adaptación televisiva de su novela, ¿cree que en ese tránsito puede perder fuerza?

R. - Tengo plena confianza en las aptitudes y en la seriedad del realizador. Su proyecto es sólido, dispone de medios, tiene entusiasmo. Yo le dejo las manos libres. No me entrometeré. La responsabilidad es suya, tanto si acierta como si fracasa.

P.- ¿Patria le ha cambiado mucho la vida?

R. - He tenido que aprender a vivir con esa adherencia que llaman éxito. Por fortuna, el trastorno me ha llegado a una edad en que ya es muy difícil que nada me emborrone el horizonte y, además, vivo lejos. He necesitado mucho tiempo para alcanzar un grado aceptable de serenidad y, créame, no estoy dispuesto a perderlo a cambio de un poco de ruido pasajero.

P.- Eduardo Mendoza se quejaba de la falta de crítica literaria. ¿Le preocupa el asunto?

R. - No, discrepo. Comparo los suplementos literarios y las revistas de España con las de Centroeuropa, y me parece que las publicaciones españolas tienen un nivel más que aceptable que ya les gustaría a otros. Dicho esto, no siento el menor interés en participar en la vieja e inútil guerra entre críticos y escritores. No tengo tiempo ni ganas.

P.- En España unos autores reseñan a otros. ¿Cree que este ejercicio es peligroso? ¿No hay riesgo de caer en la adulación?

R. - Este me parece un asunto menor. A mí, particularmente, sí me interesan las opiniones de quienes conocen de cerca la práctica de aquello que juzgan. A veces no logro averiguar de dónde sacan su ciencia algunos reseñistas. La adulación no me parece un peligro. Me parece, en todo caso, una bobada.

P.- Usted es un gran defensor de la obra del canario Félix Francisco Casanova. ¿Cómo llegó a él? ¿Qué destacaría de su obra?

R. - El próximo mes de junio inauguraré los cursos de verano de la Universidad Complutense con una conferencia sobre Félix Francisco Casanova, cuyas obras conocí siendo yo joven, primero gracias a la intervención del poeta Francisco Javier Irazoki, después con ayuda del intercambio epistolar con su padre, Félix Casanova de Ayala. Yo tengo a Félix Francisco por un genio. Le aseguro que al afirmar esto no me mueve ningún afán publicitario. Como diría san Agustín: Tolle, lege.

P.- ¿De qué va a hablar en Fuerteventura? ¿Ha estado alguna vez en la Isla?

R. - Es la primera vez que visito Fuerteventura. El nombre de la isla estuvo a menudo presente en las conversaciones con mi difunto padre, quien en los años cincuenta pasó allí algo más de un año cumpliendo el servicio militar. Tengo por ello mitificada la isla y, por mucho que haya podido cambiar desde entonces, sé que veré detalles del paisaje que también vieron los ojos de mi padre, lo cual es para mí emocionante. Por lo demás, hablaré, como suele decirse, de lo que me pregunten. Con mucha probabilidad, de literatura.

VERSÁTIL Y PROLÍFICO.

Fernando Aramburu ha cultivado la novela, el ensayo, el relato breve, la literatura infantil y la poesía. Su primera novela, galardonada con el Premio Ramón Gómez de la Serna, fue Fuegos con limón (1996), un libro de inspiración autobiográfica que protagoniza un joven universitario que se une a un grupo literario llamado La Placa en los años 70.

Con Los ojos vacíos (2000) abrió su Trilogía de Antíbula, un país ficticio desde el que retrata, a modo de fábula, algunos de los fenómenos sociales acaecidos en la España en el siglo XX. El trío se completa con Bami sin sombra (2005) y La gran Marivián (2013).

Aramburu ya tocó el tema del conflicto vasco en uno de sus títulos más aplaudidos, el libro de relatos Los peces de la amargura (2006). El volumen gira sobre las víctimas de ETA y recibió, entre otros, el premio Mario Vargas Llosa, el premio Real Academia Española 2008 y el Premio Dulce Chacón. Otro de sus títulos más destadados es Años lentos (2012), libro ganador del Premio Tusquets de novela, que desarrolla una crónica familiar ambientada en el País Vasco en los años 60. En 2014 ganó el premio Biblioteca Breve con Ávidas pretensiones.

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