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Con doña Keiko Nakanishi MHB

Osaka-Hiroshima

En el XIX el comodoro norteamericano Matttew Perry, almirante de la primera flota de barcos de hierro, sometió a los japoneses en Okinawa e hizo que se abrieran al mundo. Y en mismo siglo, el célebre marino estuvo varias veces en Canarias y en Gran Canaria prolongó su estancia y le dio tiempo para conquistar a una isleña y dejarla encinta

Mario Hernández Bueno

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 7 de junio 2025, 21:35

Es imaginable que el propósito de visitar Hiroshima no lo motivaba una deliciosa comida ni un célebre restorán, como fue Kioto y Kobe. Me fascinan muchas cosas del Japón, tan distintas. La forma de vivir, de convivir, tradiciones, comida… e Hiroshima tenía un hecho de la Historia Universal. Pero al carecer de una Historia común y tener una cultura tan diferente no se me hace fácil la idea de vivir allí.

Mas hay dos curiosidades que nos unen con Japón. En el XIX el comodoro norteamericano Matttew Perry, almirante de la primera flota de barcos de hierro, sometió a los japoneses en Okinawa e hizo que se abrieran al mundo. Y en mismo siglo, el célebre marino estuvo varias veces en Canarias y en Gran Canaria prolongó su estancia y le dio tiempo para conquistar a una isleña y dejarla encinta. ¿Nació la criatura? ¿Quién fue y cuáles han sido sus descendientes? En cualquier caso, Perry pretendía apoderarse de las islas y crear una plataforma para la expansión de EEUU en África. Pero tengo entendido que el Gobierno británico, usando la diplomacia, lo evitó. No quería el inglés perder su antiguo status semi colonial. Y tenemos el caso sevillano. En 1614, una embajada japonesa a Europa se estableció en Coria del Río, a 17 km de Sevilla. El líder del grupo, Hasekura Tsunenaga, era natural de la ciudad de Sendai. De ahí que una estatua del personaje y un Arco Toril se erijan en el pueblo andaluz como regalos de la ciudad japonesa en reconocimiento a los lazos que unen a ambas ciudades. Y es que aquellos primeros japoneses sí se mezclaron con los españoles y tuvieron descendencia. Hoy, más de 700 naturales llevan el apellido Japón.

Mi interés en visitar Hiroshima no era otro que ver la ciudad que experimentó los efectos de la primera bomba atómica. La literatura, el cine, los documentales, reportajes nos han inundado de información y opiniones; particularmente a mí, que nací dos días antes del suceso. Así que en hora y media, en un tren rápido, estábamos en una ciudad moderna y, a pocos metros de la estación, en el museo de los estragos de Little boy.

El museo, como los que pretenden perseverar los detalles de una gran tragedia, como Auschwitz, recoge infinidad de fotos y objetos comunes de los habitantes y el estado calamitoso en que quedaron. Y visto el negro temario aun pudimos pensar en la comida. No teníamos nada planeado. Y no nos importaba. Disponíamos de Osaka, la capital gastronómica de Japón, y lo compensaríamos.

Una solución para comer sin tener un restorán en el plan es un bufé. Y andando llegamos al cinco estrellas Crown Plaza. A un lado del hall se encuentra el restorán. Notamos la elegancia, la categoría, del hotel, aunque el bufé no nos deslumbró: escasamente variado, aunque con géneros de calidad y bien cocinados. Y en un rincón, un joven cocinero preparaba platos a la parrilla. Sin embargo, el ambiente y el servicio fueron excelentes, aparte de que solo habían dos mesas ocupadas y que la cuenta salió por 60€ con bebidas. Y regresamos a Osaka, donde nos prometíamos una buena cena. Y fue en la marisquería Isomaru Suisan en el barrio-restorán Namba.

Estaba deseoso de comer king crab, ese cangrejo enorme, zancudo, de carne generosa, dulzona. Para mi mejor que la langosta. Pedimos la bandeja grande, 58€ y casi quedamos satisfechos. Pero al pensar que no tendríamos muchas oportunidades de comer tan rico crustáceo, y tan barato, pedimos la bandeja pequeña, 30€. Y al fin quedamos tal y como los cangrejos: como reyes.

El King Crab en la marisquería Isomaru Suisan MHB

Tan fue así que antes de salir a Tokio, tres días después, volvimos y, aparte de cangrejo, le dimos duro a las vieiras, los sashimis… A veces, cuando recuerdo esa marisquería, que nos dio un amable servicio, me apena no haber ido más veces, pues ofrecía unos mariscos bien raros.

Un festín de cangrejo real MHB

Y al fin queríamos experimentar una comida en uno de los cientos y cientos de restoranes del barrio de Namba. Con tantísima competencia, y a sabiendas del pundonor del japonés, estábamos seguros de que comeríamos bien. Habíamos visto, al paso, a un cocinero impoluto a la puerta de un típico figón. No sé, pero al admirar el brillo del pescado y los cortes por manos maestras, no dudamos. Pedimos dos raciones de sashimi de atún rojo: 12 piezas; un plato de langostinos y verduras en tempura, dos raciones de makis con dos sushis de atún, dos cervezas Asahi y una botella de agua. 50€. ¡Una comida magnífica! Y nos atendió la simpática dueña. Una señora mayor muy guapa que de joven fue modelo publicitaria y nos mostró un cartel anunciando una bebida que colgaba, como otros muchos, y de distinto temario, de las paredes. Doña Keiko Nakanishi, fue harto amable y a su restorán, Tatsutaya, volvimos.

En la puerta del restorán Tatsutaya MHB

Y no queríamos abandonar Osaka sin comer el Sukiyaki, la llamada fondue japonesa, hija del Hot pot chino. Y tras algunas pesquisas nos fuimos al restorán Niko Niko, situado en la octava planta de un edificio, como suele ocurrir a menudo en Japón. En su decoración predominan las maderas, que coligen un ambiente un tanto rústico. La carta ofrece un gran número de sukiyakis, incluso de mariscos. Vimos como algunos pedían el de carne y el de mariscos y hacían sus potingues. Pedimos el clásico, de carnes, y, de una carta de complementos, giosas, repollo chino, brotes, setas, cebollas japonesas… y, aparte, takoyakis: bolas de harina fritas en cuyo interior se encuentra un trozo de pulpo, bocado muy típico de la cocina callejera de Osaka.

La fondue en plena ebullición MHB

Para ese plato-comida hay que disponer de un fogón en cada mesa. Sobre aquel se coloca una cacerola de hierro; después de derretir un trozo de blanco «tocino» de vacuno se vierte caldo y cuando está bien caliente se van introduciendo, poco a poco, las lonchas de entrecote y de verduras y de brotes… Tras unos minutos se sacan del cazo y se pasan por huevo crudo batido, que espera en un bowl y al que a mí me gusta añadirle unas gotas de Salsa de soja. La carne o las verduras al sacarlas muy calientes cuajan levemente al huevo. Se colocan luego sobre el arroz blanco, que está en otro cuenco.

Antes de comer los trozos de carne o de verdura se pasan por huevo crudo y arroz blanco MHB

Y el caldo resultante, especie de consomé, da por terminado el festín. En Las Palmas de G.C. lo hacía el llorado Sr. Sato en su pionero restorán Fuji. Allí lo tomé no pocas veces.

El servicio del tal Niko Niko fue flojo y el precio con bebidas no llegó a los 60€.

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