

Secciones
Servicios
Destacamos
La semana pasada acudí por primera vez a la feria Madrid Fusión 2025, celebrada del 27 al 29 de este pasado enero en Madrid. Desde que la gastronomía y la escritura se adueñaran de mi carrera, no había tenido la oportunidad de asistir a un evento de esta dimensión (lo cierto es que tampoco me había atraído antes). Aun así, había oído hablar de Madrid Fusión en dos aproximaciones contrapuestas: la de la ilusión por participar en uno de los eventos gastronómicos más influyentes del país y la del rechazo de lo mainstream (lo que está de moda).
Bajo el lema «Revolucionarios», en esta edición del renombrado congreso se rindió homenaje a la evolución y el impacto del movimiento gastronómico que abanderaron algunos de los chefs más laureados de este país a finales de los años 70. Además, se iniciaron debates sobre la probabilidad de una futura revolución que lideren los chefs jóvenes.
Había oído decir (más en barras que en medios) que «estas ferias multitudinarias son demasiado comerciales» o que «solo sirven para que los grandes chefs se den palmaditas en la espalda». Respondía, asintiendo con expresión elocuente, soltando al aire comentarios como «desde luego, hace falta una mayor diversidad» o «la representación es importante». Oye, que lo es.
Sin embargo, reconozco haberme emocionado un poco al encontrarme a Ferran Adrià o a Joan Roca por los recovecos de la feria. Tener la opción de escuchar una ponencia del actual mejor restaurante del mundo (Disfrutar, en Barcelona) o a figuras como Yoshihiro Narisawa, Sarah Jane Evans y Gastón Acurio, referentes en la gastronomía sostenible, el vino y la cocina peruana, respectivamente. Algunos de ellos son historia viva de la gastronomía y, sin embargo, me parecieron cercanos y alejados de la imagen de estrella del rock que a veces se les achaca.
No obstante, mi naturaleza apolítica me hace desconectar cuando escucho fórmulas como «estamos en lo más alto» o «poner en valor nuestra gastronomía». Los diarios de cada comunidad autónoma se vanaglorian de que su ciudad/región ha brillado como nunca en Madrid Fusión y como no, yo opino lo mismo de Gran Canaria. Para mí, Madrid Fusión tuvo acento canario, pero claro, tengo el radar entrenado.
Noticia relacionada
Me alejo del stand de Gran Canaria, 60 m² suficientes para la demostración de técnica y creatividad que se produjo y que probablemente nunca se había visto en la isla antes. Dejo atrás los quesos de Flor y el vino naturalmente dulce para descubrir el resto de puestos.
De pronto, quedo atrapada en el corte fino de un atún rojo salvaje de almadraba, viajo a mi niñez con el turrón de manzana de feria de Jordi Roca, y pruebo la miel de la exquisita trufa de Teruel… Lo cierto es que un evento por donde han pasado más de 20.000 personas, con 250 ponentes de más de 25 nacionalidades, da para mucho.
En cuanto a las grandes ponencias, como persona de provincia, de ultra periferia y de carreteras secundarias, como las que hace referencia el escritor gastronómico Jorge Guitián en su Newsletter (boletín electrónico al que estoy suscrita), tengo cierta tenencia a apartarme de focos y altavoces. Al mirar con cierta distancia, casi como en una página de «¿Dónde está Wally?», descubro verdades inspiradoras.
La magia, la encuentro en proyectos que suponen un reto y una transformación sustancial en su barrio, pueblo o ciudad; a veces promovidas por chefs, a veces por agricultores, o vecinos comprometidos, la revolución puede estar en cualquier lugar. Como el proyecto de José Alfredo Martín y compañía, que se centra en la recuperación de olivos centenarios en la región de Oliete, Teruel, que de no ser por su implicación seguirían abandonados.
Quizá la revolución se encuentra en esa «retroinnovación» (aprovechar los avances para preservar patrimonio y ecosistemas) de la que hablaba la consultora agro social Neus Monroll en el espacio de Dreams #spainfoodtechnation, donde se habló sobre el valor del producto local para revitalizar el territorio.
Puede ser que la revolución esté en modificar la forma en la que consumimos en los restaurantes. Puede que el maridaje no esté limitado a una carta de vinos y se pueda acompañar divinamente un té negro con extracción en frío con una tabla de quesos con un perfil graso, como explicaba Henrietta Lovell, conocida como la Rare Tea Lady, fundadora de la Rare Tea Company.
A lo mejor, la revolución está en los hogares, donde la gente puede, con sus decisiones diarias, modificar el curso del sistema agroalimentario, eligiendo, por ejemplo, comprar verdura de proximidad o favorecer al pequeño comercio. Quizá la mayor revolución es ponerse a cocinar como un gesto de autoestima y cuidado de las personas que queremos. Para mí, consiste en contarlo, «to change the world by appreciating it» (cambiar el mundo haciéndolo visible).
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.