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La victoria histórica del tándem Sánchez-Illa arrincona el 'procés' sin garantía de gobernarNecesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
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Cataluña se adentra en una nueva etapa tras una década zarandeada por las turbulencias del 'procés', pero sin que se sepa muy bien en qué va desembocar el escrutinio de este 12 de mayo que ha dejado impresos dos titulares históricos: una victoria del PSC sin precedentes porque los socialistas nunca se habían impuesto en unas autonómicas en votos -865.000, 210.000 más que en 2021- y también en escaños -42, que disparan los 33 conquistados hace tres años-; y una derrota del nacionalismo que por primera vez desde las autonómicas de 1984 no representa la mayoría del electorado catalán.
La potente victoria de Salvador Illa es también la de Pedro Sánchez, al que el veredicto de este 12-M carga de razones para reivindicar su estrategia del «reencuentro» frente al 'procés' -de cesiones inasumibles, según sus adversarios- en la comunidad de cuyos complejos equilibrios políticos pende la legislatura. Pero siendo eso así, el escrutinio de anoche presenta tantas aristas y algunos reveses tan acusados que nada garantiza que Illa vaya a poder gobernar pese a que la suma con ERC y los comunes da los 68 parlamentarios de la mayoría absoluta. Ni tampoco que Sánchez vea afianzada su difícil legislatura.
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En una jornada en la que el 58% de participación rebasó la muy limitada de las elecciones de la pandemia pero evidenciando el cansancio que ha sembrado el largo pulso de la Cataluña independentista con la España constitucional, el exministro de Sanidad y candidato del PSC respondió a las expectativas más airosas que habían predicho las encuestas para él y los suyos. No solo por esos 42 escaños que los socialistas no alcanzaban desde la época dorada de Pasqual Maragall y por su arrollador triunfo en votos, sino por comparación con el menguante resultado de un independentismo al que la mayoría de los catalanes -esta vez sí- ha pasado factura por el agotamiento 'procesista'. Es verdad que los pactos con el PSOE sostenidos sobre la controvertida ley de amnistía -aún por aprobar definitivamente en el Congreso- han resucitado a un Carles Puigdemont que estaba en estado de inanición antes de las generales del 23-J. Pero si a alguien ha beneficiado la política del «apaciguamiento» ha sido al tándem Sánchez-Illa, que se ha llevado además por delante a una hundida Esquerra Republicana.
Con su cosecha ya amarrada, Illa dio anoche por comenzada «una nueva etapa» en Cataluña y se ratificó en su promesa de que formalizará su candidatura a la investidura. Pero el punto de inflexión que representa este 12-M puede que no se traduzca en un Gobierno viable ni de su mano ni de la de nadie. Para empezar porque su holgado triunfo ha contribuido al vaciamiento de ERC, arrastrada a tierra de nadie entre su posibilismo tras los momentos más traumáticos del 'procés', sus lazos con Sánchez y la discutida gestión del Gover en solitario de Pere Aragonès. En una debacle sin paliativos, los republicanos han perdido 180.000 votos y 13 escaños -de su empate a 33 con el PSC de 2021 a 20 este domingo-, una catástrofe que asoma a una crisis de calado en un partido cuyas aguas ya bajaban revueltas y que el cariacontecido president en funciones de la Generalitat tradujo en su comparecencia en un anuncio de urgencia, tras delegar la responsabilidad de formar Gobierno en el PSC y Junts: «Trabajaremos por seguir con nuestro proyecto político desde la oposición», anticipó.
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El rechazo de ERC, si se consuma, deja sin efecto la mayoría absoluta de sus escaños con los de los socialistas y los de En Comú-Sumar, que también sufre la erosión del tirón de Illa y cae dos escaños sobre los ocho que retenía en una noche en la que otra fuerza de izquierdas -la CUP independentista- se desploma de nueve a cuatro parlamentarios debilitando aun más el bloque secesionista. Un independentismo en el que el redivivo Puigdemont repunta hasta los 35 asientos en la Cámara catalana con 103.000 votos más y convirtiendo de nuevo a Junts en la sigla de referencia del soberanismo. Pero la notable distancia que ha logrado abrir Illa con respecto a él y la pérdida de la mayoría separatista no era lo que esperaban el expresident y los suyos en la frustrada fiesta en Argelès-sur-mer.
Puigdemont, que abrió hace un mes la puerta a irse si no lograba la investidura, no tiró anoche la toalla y vino a pedir a ERC que le dé una pensada a lo de no pactar con nadie. Su alianza no alcanza la mayoría absoluta, pero Illa solo podría contrarrestarla apoyándose en las derechas, anatema para el Sánchez que encara ahora las europeas y que amagó con dimitir, opacando la campaña catalana, para «regenerar la democracia». Y la alianza que sí dotaría de estabilidad al Govern, la 'sociovergència', la ha vetado el propio Puigdemont.
El castigo recibido por las izquierdas de ERC, En Comú y la CUP ha tenido este 12-M su correlato en una derecha apuntalada. El PP de Alberto Núñez Feijóo sale vivo del envite catalán a un mes de unas europeas de alto voltaje y logra un objetivo que parecía cuesta arriba -quintuplicar los mínimos tres escaños de los que partía- con la mayor subida de todo el arco parlamentario -232.000 papeletas más- y aguantando la resistencia de Vox, que conserva sus 11 parlamentarios y gana 20.000 votos. El independentismo ultra de Aliança catalana entra con dos representantes, pero insuficientes para contar.
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