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Pánico vendedor en las Bolsas mundiales. El aviso sísmico que la pasada semana dejaron varios datos macro en EE UU se convirtió este lunes en un auténtico terremoto agitado por el histórico desplome de más del 12% sufrido de madrugada en la Bolsa de Tokio, su peor sesión desde 1987.
Los números rojos se han extendido como la pólvora por los mercados mundiales, con Wall Street apuntando a caídas de más del 6% en la apertura, que después se moderaban al entorno del 3%. En Europa, el índice Eurostoxx perdió más de un 2% al cierre, mientras que las caídas en Italia y Alemania también rondaron el 2%, logrando cerrar lejos de mínimos intradía.
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Por su parte, el Ibex-35 de la Bolsa española se dejó finalmente un 2,3% en su peor sesión en 17 meses que le ha hecho perder los 10.500 puntos. Solo en las últimas tres sesiones -en las que el selectivo perdió más de un 1% en cada una de ellas- ya se había dejado cerca de un 5%. Y con el hundimiento de este lunes los niveles en los que se mueve el indicador implican mínimos desde marzo.
El 'crack' bursátil ha provocado que incluso muchos valores no pudiesen comenzar a cotizar en los primeros minutos de la sesión, con los bancos como principales damnificados con pérdidas del 6% para CaixaBank, del 7% para Unicaja y más de un 5% para Bankinter. Sabadell, por su parte, era una de esas cotizadas que no conseguían marcar precio en el inicio de la sesión.
Detrás de toda esa tensión se encuentra el drástico giro en las perspectivas económicas de los inversores. «Gran parte de la fortaleza que ha mostrado el mercado este año se ha apoyado en la confianza de un aterrizaje suave de la economía, donde los bancos centrales serían capaces de estabilizar la inflación sin llevar a la economía a una fuerte contracción», explica el analista Manuel Pinto. Y eso es precisamente lo que ahora se pone en duda.
Sobre todo tras conocerse la fuerte ralentización del mercado laboral en EE UU, con la creación de tan solo 114.000 puestos de trabajo en julio –que se quedaron muy por debajo de lo esperado– y un notable repunte en la tasa de paro al 4,3%–.
Dicho y hecho. Los tambores de recesión vuelven a sonar con fuerza y los inversores empiezan a plantearse si la Reserva Federal (Fed) de EE UU no se habrá equivocado al esperar demasiado para rebajar tipos, agravando el enfriamiento económico.
Tanto que algunas voces apuntan a una posible «intervención extra» o a un inesperado recorte de 50 puntos básicos en su próxima reunión de septiembre. Este cambio de sentimiento, impensable hace solo unas semanas, llega además en pleno agosto, con la caída en el volumen de negociación por las vacaciones de muchos inversores.
Si a todo esto se suma la corrección sufrida por las grandes tecnológicas, el escenario es el ideal para apretar el botón de ventas y provocar el caos. Los analistas coinciden además en otro factor detrás de este lunes negro en las Bolsas: el fuerte repunte del yen tras la subida de tipos de interés en Japón, que ha obligado a muchos inversores endeudados en esa divisa a cerrar sus posiciones de forma brusca, provocando el efecto dominó que tuvo su reacción inmediata en el desplome de la Bolsa de Tokio.
«El escenario plantea una pregunta fundamental: ¿estamos presenciando un cambio de tendencia o simplemente una corrección natural tras un período de crecimiento acelerado?», explica Javier Molina, analista de la plataforma eToro. A su juicio, aunque las caídas son significativas, «pueden estar reflejando un ajuste necesario tras una revalorización insostenible».
Sobre todo en el sector tecnológico, con valoraciones extremas en cotizadas como Nvidia –la niña bonita de la Inteligencia Artificial que sufre un desplome del 6% a media sesión– o Intel, que hace unos días decepcionaba con sus resultados. «Amazon, por ejemplo, superó las estimaciones, pero preocupa la salud del consumidor, que negocia precios a la baja y no compra artículos de gran valor a un ritmo coherente con una economía robusta», añade Damian McIntyre desde la gestora de fondos Federated Hermes.
Además, «los mercados han acelerado mucho en estos años de bajos tipos de interés. «Este tipo de crecimiento suele ser vulnerable a correcciones, especialmente cuando las condiciones monetarias comienzan a endurecerse como ahora», añade Molina.
Con todo ese cóctel sobre la mesa, los inversores huyen del riesgo de las Bolsas y de las criptomonedas y buscan refugio en activos de deuda, considerados como más seguros. Al comprar bonos, el precio de estos activos se eleva, provocando un desplome en su rentabilidad (que se mueve de manera inversa).
Donde más se ha notado esta reacción es en el bono americano a 10 años, cuyo interés se ha derrumbado en pocos días del 4,2% al 3,7%. Una caída que se repite en Europa y que estos días también está presionando a la baja al sector bancario cotizado.
«Los inversores deben reconsiderar sus estrategias y tomar decisiones informadas sobre cómo gestionar sus carteras, aspecto clave que he venido impulsando en el último año», apunta Molina. «La recomendación clave es tener claridad sobre los motivos detrás de cada inversión. Si un inversor entiende bien por qué posee ciertos activos y tiene una estrategia a largo plazo sólida, podría ser prudente mantener la calma y resistir la tentación de vender durante la corrección», añade.
«El hecho es que los mercados siguen estando en general en máximos o cerca de ellos, por lo que la gravedad de la corrección sigue sin estar clara», indica por su parte Andrew Jackson, director de Renta Fija de Vontobel.
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