El Coronavirus y la seguridad de nuestros datos
En la renombrada novela 1984, el escritor británico George Orwell hablaba de los riesgos que comportaría para el individuo que el gobierno tuviera la capacidad de inmiscuirse en la esfera personal privada de los ciudadanos a través de medios y herramientas de control y vigilancia masivos.
Canarias7 / Las Palmas de Gran Canaria
Lunes, 22 de junio 2020, 09:55
En la renombrada novela 1984, el escritor británico George Orwell hablaba de los riesgos que comportaría para el individuo que el gobierno tuviera la capacidad de inmiscuirse en la esfera personal privada de los ciudadanos a través de medios y herramientas de control y vigilancia masivos. Esa y otras novelas distópicas, que proponían futuros oscuros con autoridades intrusivas y omnipresentes, durante algún tiempo, previnieron a la sociedad sobre el peligro de permitir que los órganos de poder aumentarán su cuota de intervención con respecto a la vida privada de la ciudadanía impulsando la recolección de información personal. Esto, unido al ensalzamiento de principios como la autonomía privada o la libertad individual, muy presentes en el pensamiento y la cultura occidental, impedían gran parte de las vulneraciones a derechos asociados a estos principios (derecho a la privacidad de las comunicaciones, derecho a la protección de datos, derecho a la intimidad, etc., etc.).
Sin embargo, la entrada en escena del Coronavirus, ha cambiado de manera drástica el escenario. Que haya ocurrido en este momento no es baladí, ya que, por primera vez en la historia, las autoridades tienen capacidad —gracias a los avances tecnológicos y los medios técnicos disponibles en la actualidad— de ampliar su influencia, su vigilancia y su control a casi todas las esferas de la vida los individuos. El hecho de que gran parte de nuestras transacciones, gestiones, y operaciones se hagan por medios informatizados proporciona unas posibilidades de seguimiento y registro sin precedentes. Y que tengamos un Smartphone con nosotros las 24 horas del día convierte esos dispositivos en localizadores infalibles y en una vía directa muy fiable para conocer nuestras opiniones, gustos y creencias. Aunque estas herramientas técnicas puedan ser muy útiles, nos exponen a un control y una observación mucho más preciso, detallado y efectivo. Antes, si alguien cometía una infracción, —cosa que, a su vez, era más difícil de identificar— era mucho más difícil aplicar medidas coercitivas, por ejemplo, contra su patrimonio. Hoy, embargar una cuenta está a un mero clic de distancia. Pero no solo eso, la cantidad de información privilegiada personal —incluida nuestra ubicación– a la que pueden tener acceso los gobiernos hoy en día es cada vez más importante. Eso está si lo que se persigue es un acto criminal o un comportamiento incontestablemente ilícito, pero ¿y si es otro tipo de infracción, una cuya licitud sea más polémica, una que adquiera ese carácter por el interés particular de quién gobierna?
La tensión y la incertidumbre provocada por el virus y por los efectos que ha generado han permitido que, durante este periodo, el acceso a esa información personal no haya encontrado a penas trabas. Si a una persona le haces elegir entre salud o seguridad y libertad, es posible que se decante por las primeras, sobre todo si las amenazas se atisban en el horizonte. Y lo hará sin pensar en las consecuencias que eso puede traer. En este caso las amenazas no estaban solo acercándose desde el horizonte, si no que se habían colado en nuestras propias casas. Esto nos ha hecho bajar la guardia con respecto a la importancia de seguir vigilantes como sociedad y exigir la defensa de nuestras libertades individuales y la seguridad de nuestros datos. El miedo, una vez más, nos ha paralizado.
Un estudio reciente de una empresa dedicada al mundo de las VPNs ha demostrado que la preocupación por la captación indiscriminada de datos se ha disparado hasta el 84% de los estadounidenses.
No hay duda de que determinadas medidas son necesarias en estos tiempos de crisis sanitaria. Lo que no parece tan claro es que las medidas dirigidas a recopilar información sensitiva de los ciudadanos sin aplicar los correspondientes filtros para asegurar el anonimato de los datos, la proporcionalidad, la legitimidad y la acotación de su uso, y garantizar la seguridad de la información, vaya a contribuir a paliar ninguna situación sin provocar un problema peor que la propia enfermedad. De nuestra manera de enfocar este reto dependerá nuestra futura relación con los poderes del estado y las autoridades gubernamentales y, con ello, la salvaguardia de toda una batería de libertades y derechos fundamentales que se asientan sobre el respeto de la libertad individual y dependen de la capacidad del pueblo de vigilar, controlar y supervisar a las autoridades (y no al revés).