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«Ineludible». Así se refirió a finales de julio Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), al «proceso de consolidación» del que tanto se ha hablado en el sector financiero durante los últimos años. Ya se avanzó algo a raíz de la crisis financiera de 2008, pero desde el propio sector ven ahora «un caldo de cultivo favorable» para que se den más pasos (palabra de José Sevilla, consejero delegado de Bankia).
La fuerte crisis económica provocada por la pandemia de la covid-19 –de aún final bastante incierto, aunque en España el Gobierno estima que no se recuperarán los niveles previos hasta, al menos, 2023–, un entorno de tipos de interés bajos varios años más y la reducida rentabilidad de las entidades –inferior en España a la media europea– han llevado al BCE a volver a poner sobre la mesa, y esta vez con mayor fuerza, las fusiones. Lo ha hecho en declaraciones y con hechos.
En las primeras, De Guindos sostiene que aunque «mucho de esto ya era necesario en el pasado, ahora es completamente inevitable». Y apunta que «en las próximas semanas y en los próximos meses» se deben ver movimientos en ese sentido, tanto a nivel transnacional «a lo largo y ancho del conjunto de la zona euro», como con carácter doméstico «entre entidades medianas y pequeñas» aunque sin descartar otras.
A priori, las señaladas serían las que a medio plazo pueden terminar necesitando ayudas públicas. Y como eso se quiere evitar, sin tampoco dejar caer a ninguna, el BCE ha allanado ahora el camino «facilitando» la consolidación del sistema con sus herramientas supervisoras, y sin exigir unos requisitos de capital más elevados a las 'nuevas' entidades que surjan de esos proyectos que, eso sí, deberán ser «sostenibles». Incluso les permitirá usar en un período de «transición» sus modelos internos (anteriores a la fusión) para valorar los activos resultantes, a fin de «evitar la carga» de medidas «adicionales».
Pero, ¿cuándo se verán los primeros movimientos? Desde el banco suizo UBS apuntan más bien a la finalización de la pandemia, «a medida que haya más visibilidad de las pérdidas en las carteras de crédito». Los analistas de Barclays, sin embargo, creen que este otoño se podrían ver algunos contactos. Para Victoria Torre, responsable de Análisis y Selección de Fondos de Singular Bank (Self Bank), «será esencial que haya una estabilización en la economía».
Nada de corto plazo, por tanto; sí a medio, salvo imprevistos. La baja rentabilidad empuja –las valoraciones de los bancos europeos han caído más de un 35% desde el inicio de la crisis, insiste De Guindos–, se espera una caída en la demanda de crédito –la banca sigue prestando, pero con el aval público: 96.301 millones en España a empresas, pymes y autónomos hasta el 2 de agosto, con el soporte del ICO– y la debilidad de los ingresos ya se notó en los resultados semestrales. Todas las grandes entidades redujeron beneficios: en Alemania el Deutsche Bank 120 millones y el Commerzbank otros 90 millones, y en España se vieron caídas mayores del 50%. Incluso los dos líderes, Santander y BBVA, entraron en pérdidas contables por vez primera: 10.798 millones el primero y otros 1.157 millones el segundo.
Mucho ha tenido que ver el alza de sus provisiones, sobre todo por los efectos en del coronavirus, que entre los seis grandes bancos del país alcanzaron de enero a junio los 11.900 millones. Solo el Santander dotó 7.030 millones y justo es la entidad que con mayor firmeza ha descartado participar en un posible baile de fusiones: «No estamos en eso ahora».
Tampoco es que el resto se hayan subido directamente a ese barco; al contrario, el argumento general es que están concentrados en el crecimiento orgánico, esto es, por sus propios medios. Pero hay matices. El consejero delegado del BBVA, Onur Genc, dice que «si hay oportunidades veremos... ¿Tenemos margen para hacer cualquier cosa? Al 100%». Y en CaixaBank sacan músculo. «Somos el primer banco en España en todas las dimensiones», afirma su consejero delegado, Gonzalo Gortázar, quien admite, eso sí, que «no podemos decir que no nunca, si hay oportunidades nuestra obligación con los accionistas es buscarlas». Un argumento recurrente en casi todos los bancos.
De los tres nombres que más se repiten en las quinielas, el número dos del Sabadell, Jaime Guardiola, ve con «cierta normalidad» que se les incluya. Y su homólogo en Bankia, José Sevilla, apunta que «en la medida que haya opciones tomaremos decisiones». Liberbank, abierta a «cualquier iniciativa», podría ser la primera en moverse, e incluso retomar su fallido 'matrimonio' con Unicaja. Mientras, Abancae Ibercaja aguardan en segundo plano. Y Torre (Singular Bank) apunta que «el regulador puede preferir a algún grande de protagonista», como BBVA e incluso el Santander.
Los efectos de la crisis económica generada por el coronavirus pasarán una factura costosa a los grandes bancos de la zona euro. En un escenario similar al actual, sin una recuperación importante aunque tampoco vuelta al confinamiento total, las ganancias de 67.000 millones de euros que obtuvieron en 2019 tornarían en cerca de 53.000 millones en pérdidas este año.
Así lo arrojan los test de vulnerabilidad que el Banco Central Europeo (BCE) realizó entre mayo y junio a las 86 principales entidades financieras de su demarcación. Y eso contemplando el escenario más probable –no el más severo–, con un PIB que caería un 8,7% en la zona euro este año, para remontar casi lo mismo entre 2021 y 2022.
Pero en esas mismas perspectivas, los ingresos por operaciones de la banca europea examinada se reducirían casi un 20% en 2020 hasta los 356.000 millones, y tardarían al menos tres años en recobrar el nivel de los 440.000 millones registrados en 2019. Además, el deterioro en sus carteras de crédito se aproximaría a los 180.000 millones, una cifra «bastante elevada» según el presidente del Consejo de Supervisión del BCE, Andrea Enría.
Por eso, el supervisor europeo ha extendido a enero de 2021 su recomendación a la banca de no repartir dividendos, ni hacer recompras de acciones propias, e incluso reducir la remuneración variable de sus ejecutivos. Y es que aunque en el BCE estiman que, «en general», el sector puede «soportar el estrés inducido», temen que algunas entidades se vean en dificultades si hay un «empeoramiento» importante.
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