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Romario, del Árbol Bonito a la Superliga China

Romario, del Árbol Bonito a la Superliga China

Quien le iba a decir a Jonathan Viera cuando daba sus primeras patadas al balón en el Árbol Bonito que 20 años más tarde iba a tener a toda la isla en vilo al protagonizar el mayor traspaso de la historia de Las Palmas.

Jueves, 1 de enero 1970

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El contrato multimillonario que le ofrece el Beijing ha llevado al canterano a empezar otra etapa de una carrera que ha tenido de todo. Un talento, incomprendido como otros tantos genios en varios momentos de su vida, que ha brillado con más fuerza bajo el confortante calor de su Gran Canaria. Alcanzada la madurez, tratará de romper el mito de que solo rinde con la amarilla. Para ello recorrerá más de 10.000 kilómetros y dejará atrás a un equipo en agonía pero al que le ha dado todo y más.

Como muchos mitos de este deporte, los inicios de Jonathan Viera tuvieron un punto de origen humilde. Pericuco y Chago fueron los primeros que descubrieron el talento que emergía de la Vega de San José, y no dudaron en reclutar al 21 para las filas del Árbol Bonito. Entró en el histórico club capitalino en edad benjamín, donde enseguida asombró con su talento. Fueron ellos, sus primeros entrenadores, quienes le pusieron el mote de Romario. «De benjamín ya asombraba, se diferenció del resto desde muy pronto», recuerda Chago a este periódico años atrás. Pericuco le secunda: «Viera es uno de los jugadores que más me han marcado en mi carrera de entrenador de cantera». Que iba a llegar alto era una evidencia desde crío. Pero la fulgurante irrupción de Viera no ha estado libre de decepciones. Aún en edad alevín, el mediapunta fue rechazado por los ojeadores de Las Palmas, recalando entonces en el Unión Peña. Poco después, el club subsanó el error y lo reclutó al comprobar sus evidentes capacidades.

Y en la UD viviría sus mejores años en dos etapas. Primero lo hizo en Segunda, debutando con el primer equipo el 28 de agosto de 2010 ante el Nástic de mano del técnico que con resignación le ha visto ahora partir, Paco Jémez. Estuvo dos temporadas y, aunque enamoró a la marea amarilla con un fútbol de caviar, la categoría se le quedó pequeña y tuvo que salir para continuar su proyección. El Valencia lo fichó por 2,5 millones pero tras una temporada en la que no contó demasiado, se marchó cedido al año siguiente al Rayo Vallecano. Otra vez el camino del 21 se cruzaba con Jémez, hombre fundamental en su carrera.

Fue un curso mejor en lo grupal pero no tanto en lo individua. Viera logró la salvación en Primera con el equipo madrileño, pero tuvo un protagonismo decreciente. En su vuelta al Valencia, el club che le comunica que no cuenta con él e inicia su primera aventura en el extranjero. El Santard de Lieja belga, club que aún cuenta con un porcentaje de sus derechos federativos, se hizo con sus servicios, encandilados por su talento y aprovechando que el Valencia, a pesar de la incomprensión de una afición valencianista que idolatraba al isleño, dejaba libre al jugador.

Segunda etapa

Seis meses duró en Bélgica antes de regresar a la UD en diciembre de 2017 para llevar al equipo a Primera División y cumplir un viejo sueño. Contribuyó activamente a la gesta y la historia restante es sobradamente conocida. Por fin rindió como se le presupone a un jugador de su categoría en la mejor liga del mundo. Lo hizo con la camiseta amarilla y con actuaciones memorables -inolvidable aquel 3-3 en el Bernabéu- que lo llevaron a debutar con el 10 en la selección absoluta. Tocó techo y el canto de sirenas del exterior se volvió ensordecedor. Ahora buscará en China escribir una nueva página de un libro que, quien sabe, puede que tenga otra página amarilla.

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