Ipurua como penúltimo tormento
Otro trámite a la vista. Las Palmas, en Segunda desde hace dos jornadas, visita a un Eibar que tampoco se juega nada con el único aliciente de evitar la última posición. La mente ya está puesta en el próximo curso y solo queda pelear por el honor
Penúltimo tormento en la, por fin, última visita de la temporada. Aunque viendo como está la situación, para los amarillos casi que es preferible jugar de visitante que delante de su desairado público. Las Palmas se enfrenta hoy al Eibar en la recta final de un curso que se está haciendo interminable y tortuoso para afición y jugadores. No quedan alicientes por los que luchar ni metas que alcanzar, el desastre está consumado y el honor es lo único que queda en juego. Pero sería de ingenuo pedir resultados solo por el orgullo de la camiseta teniendo en cuenta que estos no llegaron cuando los números lo demandaban para continuar un año más en Primera. Aún así, se aspira a sumar para, al menos, no cerrar la campaña de la forma más humillante. Es decir, viendo como la Unión Deportiva se despide de la categoría desde la última plaza. Pero, visto lo visto, esto dependerá más del Málaga que de esta UD que no tiene ni fútbol ni suerte.
Así se demostró en la última derrota en casa frente al Getafe. Para un partido en el que el representativo fue mejor que el rival -se pueden contar con los dedos de una mano esta temporada-, los amarillos no lograron ni empatar. Llevan 14 jornadas consecutivas sin ganar y no suman de tres a domicilio desde la tercera jornada en La Rosaleda. Ahora ya incluso el Deportivo está fuera del alcance de los de Jémez y las opciones de la Unión Deportiva pasan por mantener la penúltima posición, o bajar de la peor forma posible a Segunda División como farolillo rojo de la categoría. La última mancha en la temporada más negra.
En cualquier caso, todo esto es intrascendente. Hace tiempo que este equipo hundió en el barro el escudo y, haga lo que haga en las dos citas que restan, ya no hay arreglo posible al desaguisado. La actualidad estas semanas se centran en el proyecto que se cimentará para la próxima campaña, y el Eibar hoy, y el Girona la semana que viene, son solo piedras incómodas en el camino de la construcción de una nueva UD. Porque lo único que se le puede vender ahora mismo al seguidor es el reconocimiento de los errores y el propósito de enmienda.
Con la firme intención de conformar una plantilla con la que regresar lo antes posible a la élite del fútbol español -dinero habrá para ello-, la dirección deportiva ya busca entrenador, y analiza con quien podrá contar de los activos actuales y con aquellos jugadores que se encuentran cedidos. El equipo que se verá la próxima campaña no tendrá nada que ver con el de ahora y todos en el club lo saben, por mucho que en las ruedas de prensa tanto los futbolistas como el entrenador se hagan los suecos.
En su penúltimo acto de servicio, Jémez continuará en su absurdo empeño de dar bola a gente como Nacho Gil, Jairo o Aquilani, profesionales que ni sienten los colores, ni van a continuar y que han mostrado un rendimiento vergonzoso en su fugaz paso por la isla. Y, a su vez, seguirá rompiendo la ilusión de los David García o Hernán Toledo entre otros. En el caso del capitán, ya le ha dejado sin la posibilidad de alcanzar el récord de Germán Dévora y sin renovación automática. Y al argentino, que vuelve a quedarse fuera de la convocatoria, ha terminado por aburrirle y de situarle lejos del equipo cuando podría haber sido una pieza importante en el proyecto de Segunda División.
Solo una semana más
Lo bueno es que todo esto habrá que aguantarlo solo una semana más. Esta tarde en Ipurua y el próximo sábado frente al Girona en casa. Dos rivales cuyo presupuesto no es mayor que el de la UD pero que, a diferencia de los amarillos, han vivido una temporada espectacular. El conjunto armero lleva años haciéndolo y últimamente su lucha ha dejado de ser la permanencia por entrar en Europa. Con la victoria del Sevilla el pasado miércoles ya lo tiene imposible, pero solo el haber llegado con opciones hasta el final es de un mérito enorme que contrasta con las calamidades de Las Palmas. Pero esto es lo que hay, la visita a una ciudad de unos 27.000 habitantes, con un estadio cuyo aforo no llega a la de los 8.000 espectadores, para enfrentarse ante un equipo que ha logrado el sueño imposible de todo amarillo: afianzarse entre los mejores.