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Iemmello y Clemente tratan de consolar a Kirian después de que errara el lanzamiento de penalti, ya al filo del descanso. COBER SERVICIOS AUDIOVISUALES

Estadio vacío como así se lo merecen

La UD aburre y desespera en un partido marcado por dos penaltis errados, uno en cada área, y en el que nunca supo asentarse ni dar señales

Ignacio S. Acedo

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 14 de diciembre 2020, 06:37

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Hubo tiempos mejores con Mel en la UD, definitivamente. Porque con esto, nada de ganar y ya ni se hable de merecimientos, con la birria que se vio ayer, no se puede conformar nadie. Tan urgente es la autocrítica como un reciclaje físico y mental de unos futbolistas incapaces de encontrarle la vuelta al Alcorcón, conjunto bien adiestrado pero que llegó y sigue estando en puestos de descenso. Sin quitarle méritos al orden y entusiasmo que trajo el rival desde Madrid, únicos valores a los que se agarró, Las Palmas pegó un petardazo de los buenos. Tardó una eternidad en meterse en el partido y ni una leve mejoría tras el descanso, que en ningún caso se tradujo en fútbol, le alcanzó para más que un empate sin goles, tristísimo en toda su extensión, y que mantiene el tono bajo de las jornadas precedentes, en las que lo único que se ha celebrado ha sido no perder. Normal que el entrenador escupa fuego por la boca después del tostón que le tocó aguantar en la banda. Su reparto de culpas, al menos, supone una llamada de atención para lo que viene y recoge la realidad de su equipo, de nuevo en bajón general y al que le tiene que sonar el despertador de nuevo porque, de momento, le salva de males clasificatorios mayores que los que están por abajo son moribundos.

UD LAS PALMAS

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ALCORCÓN

  • UD Las Palmas: Álex Domínguez; Cristian Cedrés (Eric Curbelo, min. 46), Álex Suárez, Athuman, Dani Castellano; Clemente (Benito, min. 79), Christian Rivera, Loiodice (Fabio, min. 46), Kirian (Maikel Mesa, min. 67); Rober y Iemmello (Edu Espiau, min. 67).

  • Alcorcón: Dani Jiménez; Laure, David Fernández, José León, José Carlos; Fidel Escobar, Gorostidi; Ernesto (Hugo Fraile, min. 72), Boateng (Reko, min. 86), Arribas (Sosa, min. 72); y Marc Gual (Barbero, min. 72).

  • Árbitro: Ávalos Barrera (Comité Catalán). Mostró tarjeta amarilla a los jugadores locales Kirian, Cristian Cedrés y Dani Castellano, y al visitante José Carlos.

  • Incidencias: Partido de la decimoctava jornada de LaLiga SmartBank disputado sin público en el Estadio de Gran Canaria.

La primera mitad dejó en cueros en plan de Mel, al que también le falló la flojera de sus futbolistas, más pendientes del postureo que de ponerse a jugar. Si hubo un equipo en el campo durante esta fase fue un Alcorcón al que le valió la voluntad para gobernar todas las situaciones desde un achique armónico. Sabían en la UD que iban a encontrar un rival de pie y sudor generoso y, ante esto, la respuesta no pudo ser más temerosa. Las Palmas se enredó en una disposición fracturada, sin presencia en la zona ancha, aislado Iemmello y con nula profundidad por los costados. El experimento de Cedrés como lateral derecho fracasó por todo lo alto, se echó de menos a Rober y entre Clemente, Loiodice y Kirian, llamados a inventar por delante de Rivera, nadie la olió. El mejor, como no podía ser de otra manera, fue Álex, capaz de atajar un penalti y sacarle un balón a Arribas que se iba para adentro, valiente en su salida el meta catalán y auténtico sostén del equipo su fase más espesa. En mitad del páramo, allí apareció. Porque llegó más y mejor el visitante, siempre presente en las inmediaciones del área rival y con la sensación de haber automatizado mejor las exigencias del partido.

Sin que acertara a sacudirse al Alcorcón, y en estiradas casuales, a Iemmello le pudo la generosidad más que el olfato. Tuvo dos el italiano en disposición de rematar y, en ambas, en vez de buscar finalización, terminó adornándose para nada, buscando un compañero que no existía. Se le ve con nostalgia al ariete que vino del calcio para reventarla y sigue seco, con aires despistados y dolientes, sabiendo que está fallando a los que esperaban sus goles y devorado por la responsabilidad. Mal asunto.

Kirian ajustó demasiado su disparo cuando, tras la parada salvadora de Álex, tuvo la opción de poner el 1-0 antes del descanso

Las tuvo Iemmello y, de la manera más inesperada, con patada a Rober en una acción sin futuro, a la UD se le abrieron los cielos con un penalti regalado. Era la oportunidad de romper cadenas en el grillete bien diseñado por Anquela. Todo lo que fuera cobrar ventaja, y más con la que estaba cayendo, era medio partido. Se arremolinaron en el punto fatídico varios jugadores para negociar la elección. Recayó en Kirian y al tinerfeño le pudo su celo por ajustar en vez de asegurar. Resultado, al palo y oportunidad inigualable a la basura. De lo que puso ser, irse al vestuario en ventaja y debatir errores desde ese privilegio, a lo que vino, casi lo mismo salvando un reinicio un poco más aseado y que no pasó de ser una mentira.

Los cambios eran imprescindibles para meterle pulsaciones y dos, los que introdujo Mel en el intermedio con Curbelo y Fabio, hasta pocos parecieron. Por lo que fuera, no se atrevió con variantes con más colmillo y se limitó a adecentarse en parcela propia, lo que regaló más tiempos y margen a un adversario asentado y que siguió sin sufrir pese a retrasar su línea de presión. Alguna subida por la derecha de Eric, con más alboroto que otro efecto, y una rosca que no encontró rematador servida por Rober, anoche, para no desentonar, desaparecido en combate, resumen el balance ofensivo casi testimonial en adelante. A diferencia del Alcorcón, aquí el empate no cuadraba cuenta alguna, lo que hizo más inexplicable que a ningún futbolista le diera un ataque de orgullo y vergüenza para tirar para arriba a buscarse, por su cuenta, lo que terminara por llegar. Pero, con las fuerzas malgastadas para quedarse en nada, los chicos de Anquela se engolosinaron con el punto y más al comprobar que el anfitrión no estaba para más.

Y así, en consonancia con un Gran Canaria sin alma, la UD dejó un domingo del montón, con un resultado del montón y frente a un oponente del montón, en un proceso de vulgarización peligroso y de efectos devastadores en tiempos para la reconquista de la afición. Así, Las Palmas tiene ahora lo que merece: un estadio vacío, ahora por imperativo, pero que, cuando pueda llenar, lo mismo le da la espalda. Con lo que hace ahora, abre el debate.

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