Dos tiros al pie, un paseo, y otro quiero y no puedo
Huele a cadáver. Lo de ayer fue una confirmación más del futuro que le espera a Las Palmas. Más por el punto del Levante en Girona que por la lógica derrota frente al Real Madrid. Caer ante el gigante blanco era lo esperado. Y eso que no fue mala la puesta de escena del equipo ante el campeón de Europa, pero la sensación de que los blancos cuando quisieran y subieran un poco el ritmo podían finiquitar el trámite era una evidencia.
Y Así fue. Todo empezó con dos acercamientos peligrosos de Calleri y Halilovic a la portería de Keylor Navas. Pero faltó colmillo y Chichizola, quien había desempeñado su habitual papel de salvador poco antes, no pudo hacer nada con Bale primero y Benzema después.
Ahí se acabó el partido. Del 26 al 39, en 13 minutos. El rival a pensar en la Champions y la UD a evitar un resultado sonrojante. Bandera blanca y todos contentos. No se puede aspirar a más ante todo un Real Madrid. Y menos con las limitaciones amarillas. Sin jugadores que generen fútbol ni un plan claro con el que acometer la gesta. Y eso que tras el descanso Jémez lo intentó a la desesperada con una defensa de tres y dos delanteros. Pero la intentona fue de cara a la galería y lo único que se consiguió fue el tercero en contra.
Vicente, con Tana en la grada, hizo de Viera. Pero ni se le acercó. Jugó con criterio el canterano y aprovechó su estatura para desahogar en más de una ocasión, sin embargo el que más se le asemeja al ahora jugador del Beijing Guoan es el 24. Incomprensible fue su no convocatoria como incomprensible fueron los dos penaltis que allanaron el camino al equipo blanco. No necesita, por muchas rotaciones que haga, regalos el conjunto de Zidane para ganar con solvencia, y la UD le puso el partido en bandeja con sendas faltas inocentes dentro del área.
En la segunda parte, aunque el dibujo cambió radicalmente con la entrada de Expósito y Jairo, la película siguió el guion de los primeros 45 minutos. El duelo se jugó al ritmo que siempre impuso el Madrid y, a pesar de las llegadas de los amarillos, a los de Zinedine Zidane les bastaba con jugar a arreones para no sufrir en el Gran Canaria.
Aunque apenas ha pasado un año, mucho ha cambiado con respecto a aquel equipo que tuteaba al conjunto blanco y que incluso le robaba puntos. Desde el regreso del representativo a la máxima categoría, el Madrid siempre sufrió en sus visitas a la isla. Lo de ayer, en cambio, fue un paseo antes de lo importante. El técnico francés solo alineó a cuatro jugadores de campo del teórico equipo titular. De resto, minutos para los menos habituales, mientras los hombres importantes descansaban en la capital o resguardados en el banquillo. Fue tan sencillo que a la hora de partido pudo dar descanso a Casemiro y Modric. Tres puntos y cuidados a los fijos.
El drama se quedó, una jornada más, en casa. La grada ni pitó. Se dedica a disfrutar del paso de las estrellas por el recinto de Siete Palmas, consciente de que puede transcurrir mucho tiempo hasta que el equipo vuelva a estar entre los mejores. Es lo único que le queda a una afición que ya ha perdido la fe.