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Lo que toca es agarrarse a los 41 puntos que tiene la UD y que, frente al descalabro de los cuatro de abajo, van a bastar y sobrar para garantizar la permanencia. No hay para más y ni procede elevar los debates a todo lo que no sea comenzar a planificar el futuro en Segunda y con un proyecto en el que no cabe García Pimienta, por mucho que firmara hasta 202 , y tampoco tres cuartas partes de una plantilla que se ha destapado como un fiasco de los grandes.
La derrota ante el Girona certifica el fin de la campaña en curso, por mucho que resten más de dos meses de calendario, y obliga, o debería, a comenzar una reconstrucción en la que no caben tibiezas. La cirugía, además de valiente, deber ser implacable. Viera, Moleiro y dos o tres más. El resto ya sobra. Ahí están los resultados y las sensaciones.
También el público cogiendo la puerta de salida cuando quedaban más de diez minutos de partido, sabiendo que no hay manera de que esta UD se levante. Dura y dolorosa realidad que, al menos, tendríaque servir para aprender en aras de un futuro mejor. Que tampoco es complicado con los años que se llevan de fracaso en fracaso.
La UD pasó de un inicio de partido impetuoso, con fuerza, verticalidad, electricidad y, lo más importante, el gol que se inventó Jesé, forzando un penalti en una aventura en área contraria que terminó como terminó, VAR mediante, y que él mismo mandó a la red, al vértigo y encogimiento que trajo el pleito en los minutos más próximos al descanso.
De una acción de ataque intrascendente salió trasquilado el equipo porque Mujica, con una tijera innecesaria, terminó en la ducha. Cargaba amarilla y le dio una patada en el rostro a un rival en la disputa de un balón esquinado. Acción absolutamente evitable pero que, de repente, le limpiaba el panorama a un Girona hasta entonces incómodo y a punto de recibir el estoque. Eso de tener que remarcasi una hora con uno menos era un desafío de cuernos afilados, condicionante total de todo lo que venía por delante.
Antes del exceso de Mujica, el encuentro estaba como quería García Pimienta. La UD mandaba en el marcador y no concedía, pese a que le tocó estar casi siempre sin la pelota. En las actuales circunstancias, ganar lo justificaba todo, hasta un borrón en el estilo y su estética.
Lo cierto es que el equipo se sintió cómodo a la hora de esperar y contragolpear ante un Girona calamitoso, que tardó una eternidad en dar señales de vida en ataque, hasta el minuto 34, con paradón catedralicio de Valles a cabezazo a bocajarro de Boja García, y no justificó su buena fama. No había más que atender a Míchel en la banda, por momentos fuera de sí al contemplar el caos de su gente.
Mientras, la UD llenó el granero con el gol de Jesé desde el punto fatídico y chutó alguna vez más probando los guantes de Juan Carlos por mediación de Viera o Moleiro. Uno y otro tienen una conexión que, de largo, es lo mejor que ofrece Las Palmas a la hora de crear y proponer algo diferente. Juegan a otra velocidad, da la impresión de que flotan cuando miran al frente y ambos se bastaron para darle profundidad y sentido a la carta atacante.
En apariencia estaban controlados los elementos para llevar el asunto al intermedio con ese 1-0 justo y trabajado, pero la expulsión de Mujica impactó como no podía ser menos. Obligaba a un achique de supervivencia más que temerario frente a un rival que iba a tener vía libre para el rearme desde la superioridad numérica y con futbolistas de buen pie. Pudo ser peor si Arcediano Monescillo no llega a ser corrregido por una falta de Lemos a Bustos que decretó como penalti cuando había sido fuera. Segundos de murmullo hasta que imperó la verdad y esa secuencia quedó sin dejar huella.
Y como se preveía, lo que vino fue una sola dirección en el Gran Canaria: la de la portería de Valles. El meta sevillano, que venía de lucirse en la única vez que le exigieron, arrancó el segundo acto vestido de héroe con dos intervenciones de sobresaliente y que mantuvieron en pie a los suyos. Primero, a perfecto testarazo de Bueno, a la salida de un córner, que sacó bajo palos gracias a una estirada grandiosa. Y, poco después, desactivó un intento desde cerca de Samu Sáiz con una salida valiente y que el respetable reconoció con generosidad.
El Girona, dueño total del partido, se lanzó a por el empate con más intención que ideas, pero sabiendo que tendría la suya. Y cuando Pimienta se disponía con un triple cambio a dar aire, Bustos no perdonó en el segundo palo a centro de Sáiz. A nadie pilló por sorpresa la igualada visitante. En realidad, se masticaba desde la roja a Mujica porque en encuentros de este calibre, incidencias así son mortales. El 1-2 convertido en cuestión de cuestión de paciencia ya nadie esperaba más de la UD.
Y, efectivamente, en el minuto 64 otra vez Bustos, libre de marca, reventó todos los cerrojos. Poco más de un cuarto de hora necesitó el Girona para arruinarle el día a la UD por mucho que el atropello estuviera a la vista de todos. En el descuento, y con Las Palmas volcada, llegó la sentencia con el tercer tanto visitante (1-3), cuando atacaban cinco hombres y solo defendía Rober.
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