Cuadran todas las cuentas para el ascenso directo
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En la UD, flamante campeona de invierno de Segunda, estiman que con ganar 11 de los 21 encuentros que restan bastará para subir
A esta UD indestructible, capaz de sobreponerse a todo y ganar hasta con uno menos durante 75 minutos, tal y como aconteció ante el Villarreal B, le cuadran las cuentas para el ascenso directo a Primera División. Dentro de la prudencia que se aconseja al transitar el calendario por diciembre, y con el flamante título de campeón de invierno que se dio, por última vez, en el recordado 2015, lo cierto es que los números del equipo y las sensaciones que transmite, con un rendimiento uniforme y regular, conducen, inevitablemente, a este escenario soñado.
Según los cálculos realizados en el club, bastaría con alcanzar los 71 puntos, 33 más de los que se tienen ahora, en la segunda vuelta («hay que ganar 11 partidos de los 21 que quedan», precisan) para obtener el pasaporte a la máxima categoría. Son estimaciones reales y fundamentadas. Para empezar, el equipo ya ha demostrado, alcanzado el ecuador del campeonato, que tiene potencial para sostenerse arriba, como ha hecho pese a no haber podido disponer de individualidades como Vitolo o Sandro, más tiempo lesionados que aptos.
Y, como condimento a las previsiones numéricas están los antecedentes: es cierto que en campañas anteriores los que subieron sin pasar por la promoción tuvieron que superar las ochenta unidades, casos del Almería (81) o Valladolid (81) el curso pasado, o Espanyol (82) y Mallorca (82) el anterior, pero se consideran puntuaciones muy altas en comparación a lo que hará falta en este ejercicio. Ni tan siquiera se coge la referencia de los 78 que se necesitaron en 2015, con Paco Herrera, para acceder a las eliminatorias por el ascenso como cuarto clasificado.
De hecho, y como ejemplo que encaja mejor en las circunstancias actuales, se alude a la campaña 2019-20, en la que finalizaron como los dos primeros clasificados Huesca (70) y Cádiz (69). Por mucho que ahora los márgenes sean más estrechos, se cuenta con que, a largo plazo, termine imponiéndose esta lógica numérica que asegura el éxito al entrar en los setenta.
Aunque de puertas para afuera impera el discurso cortoplacista del partido a partido, resulta incontenible la ola de optimismo que se respira en Barranco Seco y con los focos siempre puestos en el objetivo final. Desde la UD se contempla que, salvando pequeñas y puntuales excepciones, se han consumido las jornadas precedentes a un nivel superior al de los oponentes, incluso cuando se dieron las tres derrotas que figuran en el casillero. Y otro apunte más que también ayuda a fortificar la creencia en lo propio: la autocrítica. Incluso en algunas victorias se han proclamado aspectos a mejorar como síntoma de que nadie quiere que un resultado pueda camuflar determinados errores o fallas en el plan previsto. En pocas palabras, se ha instalado un clima que persigue la excelencia, el llegar al objetivo respetando el procedimiento, la forma, y el estilo defendido siempre.
Una inercia que, además de servir para posicionarse como ahora, ha generado un efecto intimidatorio que ya es generalizado y también colabora en inclinar los encuentros a favor. Casi todos los entrenadores se deshacen en elogios al coro de Pimienta y son amplia mayoría los que ni dudan en incluirlo en la lista fija de los que terminarán en los puestos de privilegio. Aunque tanta loa no es más que eso, se considera significativa esa corriente de opinión generalizada y que es sintomática de los poderes que hay ahora en Segunda, con la UD a la cabeza de las quinielas.
