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Condensar la historia y el legado emocional y sentimental que ha supuesto para Gran Canaria la UD, una legión de ídolos, esas tardes inolvidables en el Insular y los nuevos tiempos de felicidad, también, en el Gran Canaria, requería muchas más páginas que la que aquí se presenta. Porque 75 años llenos de orgullo, gestas, momentos menos buenos pero, en general, la pervivencia siempre de un escudo unificador y que ha vertebrado las pasiones de Canarias y los miles de isleños dispersados por el mundo, han dado para demasiado, muy por encima de la mera cronología temporal. No son pocos los aficionados a los que se les hace nudo en la garganta cuando se les inquiere acerca del significado de este equipo. Es entonces, sobrando las palabras, el momento en el que se dimensiona realmente el alcance de un club que trasciende la pelota y, por derecho propio, constituye una seña de identidad, un símbolo inconfundible.
La UD nació el 22 de agosto en el Real Club Náutico de Las Palmas de Gran Canaria por la fusión de cinco entidades que, en un ejercicio de generosidad, entendieron que la viabilidad del fútbol por estos pagos pasaba por un representativo único y que aunara todo el potencial disperso. Así fue porque, desde el principio, el proyecto causó entusiasmo y enraizó de una manera imparable. La década de los 50 tuvo idas y venidas a Primera pero ya gestándose lo que venía en camino en los sesenta y con canteranos imperiales como Aparicio, Guedes, Tonono, Castellano, Germán o Mamé.
Ellos abrieron la etapa dorada iniciada con el ascenso de 1964 y que dio lugar a 19 campañas ininterrumpidas en la élite, récord hasta ahora, con momentos culminantes como el subcampeonato liguero de 1969, el de Copa del Rey de 1978 o las participaciones en la extinta Copa de la UEFA. Todo, adornado con fichajes de leyenda como Carnevali, Wolff, Morete o Brindisi y continuas camadas de jugadores de la casa que acreditaron los poderes del vivero propio. Los repentinos fallecimientos de Guedes (1969) y Tonono (1974), que se fueron cuando estaban en el apogeo de sus respectivas carreras, supusieron traumas imposibles de reparar, por la magnitud humana y profesional de ambos capitanes, aunque no abrieron grietas en el devenir posterior de la UD, en la que la gestión sabia en los despachos de Jesús García Panasco permitió equilibrio financiero y una acertadísima política de incorporaciones, además de lograr retener a los mejores exponentes promocionados desde filiales. Un modelo ejemplar que todavía es puesto en valor e hizo que la UD se codeara con los grandes colosos del fútbol nacional pese a su manifiesta inferioridad económica.
Tras ese ciclo irrepetible, los 80, a modo de los 50, fueron un ir y venir de Primera a Segunda pese a que por el Insular lucieron futbolistas irrepetibles como Félix, Juanito, Koke Contreras, Julio Durán, Felipe, Saavedra, Narciso o Alexis, entre otros.
En los noventa todo lo mediatizó la crisis de 1992, con el descenso a Segunda B y la conversión obligada en Sociedad Anónima Deportiva que tuvo a la entidad al borde de la desaparición. Cuatro temporadas lejos de la élite, hasta el rescate de 1996 de Pacuco Rosales, pasaron mella en una UD que tocó fondo y se sostuvo en los Orlando, Socorro, Paquito o Manolo para emerger en el momento más necesario. La década trajo nombres para el recuerdo como Turu Flores, Valerón o Samways en el preludio del retorno a Primera, en el año 2000 y tras doce de ausencia.
La entrada en el nuevo siglo trajo de vuelta nubarrones negros porque en 2004, meses después del traslado del Insular al Gran Canaria se volvió a caer en la infausta Segunda B y con el añadido de una deuda monstruosa. Apareció Miguel Ángel Ramírez para asumir los mandos de una nave que iba al hundimiento y, con el juez Cobo Plana como pilar, logró un plan de saneamiento apoyado en las condonaciones, devolvió en 2006 al equipo a categoría nacional y, ya en 2015, cumplir el sueño de retornar a la cima luego de una larga espera con el tristemente recordado Cordobazo de por medio.
Hoy, esa UD forjada por Ramírez en la que David García, Marcos Márquez, Viera, Vitolo, Araujo o Roque fueron referentes para la grada, con paso fugaz de Pedri, es reconocible en Primera, con una salud económica sin precedentes, un Barranco Seco de museo y la imparable expansión mundial que alcanzará su cénit en 2030.
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