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Gelo contra Saavedra en Salto del Negro. C7
Enseñanza de la lucha en la cárcel: del legado de Camurrita a Gelo Hernández

Enseñanza de la lucha en la cárcel: del legado de Camurrita a Gelo Hernández

Lucha canaria ·

La docencia a los internos y la organización de competiciones entre módulos, en el recuerdo

Pedro Reyes

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 6 de enero 2025, 14:55

Uno de los luchadores más emblemáticos del vernáculo deporte fue José Pulido Ascanio, Camurrita, quien, después de su retirada como bregador, se dedicó a divulgar y enseñar la lucha canaria por todos los lugares donde se le solicitaba, no en vano acabó de monitor del ayuntamiento capitalino y del Cabildo de Gran Canaria. Verlo todas las tardes con los más pequeños, en el recinto de Ciudad Alta sin desfallecer, era toda una delicia para los amantes de la lucha canaria.

Esta dedicación le valió que el consistorio de la capital grancanaria le concediera el honor, en 2003, que dicho terrero llevara su nombre, además de ser Hijo Adoptivo de la ciudad. También fue premio Jesús Telo, entre otras distinciones que obtuvo en su larga carrera. «La lucha es mi vida» llegó a decir en una entrevista a este periódico en 2012, el mismo año de su fallecimiento.

En la década de los ochenta del siglo pasado, una de sus ilusiones era llevar la lucha a la prisión y por ello se empeñó en hacerlo posible en la del Salto del Negro, hoy Las Palmas I. Con el apoyo municipal, pudo lograr durante un tiempo enseñar lucha en el centro penitenciario, pero para ello primero hubo que construir un terrero en las instalaciones. Bajo su dirección técnica, se hizo en la zona del módulo de preventivos y Camurrita dirigió los trabajos que hicieron los propios internos. Dos veces a la semana, él mismo subía para enseñar los valores y las mañas de la lucha canaria.

Gelo Hernández y Farías, 38 años después de la luchada en la prisión. P.Reyes

Cuando ya llevaba un tiempo, logró al menos que un equipo entrara en las instalaciones, hasta ese instante cerradas para este tipo de actividades, y se desarrollaba la primera luchada en un centro penitenciario entre el Doramas y los internos. Gelo Hernández vivió en primera persona esa experiencia y la de ser posteriormente el sucesor de Camurrita años más tarde en el mismo lugar.

«Camurrita nos llevaba por todas partes a luchar, a las fiestas de Las Torres, Barranquillo Don Zoilo, Tejeda y muchas más. De hecho, él quería llevar a un equipo prisión para hacer una luchada y nos enfrentamos a ellos en 1987. La verdad que entrar allí nos dio esa cosita, aunque eran los presos preventivos, que todavía no habían sido juzgados. La luchada fue bonita y quedé yo con Saavedra, que era el mejor de ellos. Ya había luchado conmigo en el Condal. Aunque ganamos, eso fue lo de menos», recuerda.

Cuando Camurrita les dijo que iban a ir a la prisión a bregar, los cogió desprevenidos, como evoca: «Para nosotros fue una sorpresa, ya que íbamos a ir a un sitio donde no se había realizado nunca una luchada, con unos presos que ignorabas quienes eran, pero al llegar, resulta que tenía bastantes conocidos que estaban por delitos menores. Se pasó un rato muy bueno y ellos nos lo agradecieron mucho. Al final les entregué hasta la muñequera ya que no podíamos entrar nada y le regalamos lo que teníamos».

Las dificultades que se comenzaron a plantear y otras razones, hicieron que Camurrita dejara el tema de prisiones y momentáneamente se perdiera.

«Cada módulo de la cárcel hizo su equipo y se realizó una competición en los 90»

Años más tarde, Gelo volvía a la prisión. «En la década de los 90 regresé a la cárcel con la pastoral penitenciaria y el Cabildo donó unas colchonetas para hacer lucha. Era en un módulo conflictivo, el número 9, los más reincidentes que había. Estaba los fines de semanas de monitor de lucha canaria, montábamos las colchonetas en mitad del módulo y los auxiliares nos ayudaban. En esa época había luchadores en auxiliares que colaboraban conmigo. Cuando ellos aprendieron, pasamos por otros módulos, incluso el de menores. Cada módulo hizo su equipo y se realizó una competición a ver cuál era campeón. A la finalización se hizo otra luchada donde vinieron algunos puntales y se pudo ver un buen espectáculo. Fue la más grande que vi allí en los dos años que estuve, ya que los internos estaban muy bien preparados».

Nuevos problemas desanimaron a Gelo. «Poco apoco me fueron poniendo impedimentos, terminé aburriéndome y dejé de ir. Fue una pena. Recuerdo que cada vez que entrenaba, al salir me bebía las lágrimas por las cosas que tenía que oír de ellos».

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