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Benito, en la actualidad y posando con una de sus obras . p. reyes
Cuando la lucha se convierte en arte

Cuando la lucha se convierte en arte

Benito Rodríguez, que fue luchador, árbitro y mandador, recrea su deporte con alambres y en cuadros singulares

PEDRO REYES

Los Realejos

Sábado, 18 de septiembre 2021

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La lucha canaria produce grandes artistas en otras disciplinas y Benito Rodríguez es un ejemplo de ello. En el bar de La Zamora de Los Realejos, en Tenerife, un establecimiento con cuadros del vernáculo deporte y que vale la pena visitar, allí está un exluchador, exárbitro y exmandador de la base, con una obsesión por mejorar la lucha canaria, acusando al sistema empleado como el gran culpable del retraso. Tiene la habilidad de hacer figuras con alambres, 'verguillas', como se decía en el barrio durante la niñez. Posteriormente, tras repasar su vida en el vernáculo deporte, toca ir unos pocos kilómetros hacia una nave industrial donde tiene su lugar de trabajo. Allí, aparca también su autocaravana, adornada con motivos luchísticos y donde guarda sus obras en alambre que han causado sensación a los que ya la conocen.

Sus inicios en la lucha los recuerda con cariño. «Yo luchaba de mascota en un equipo. Lo hacía sin estar federado, en el Candelaria del Norte de la Vera y de ahí mi padre fue el presidente. Fui luchador y, después de la mili me fui al Taoro, también de la Vera, ya que el Candelaria del Norte fue sancionado y no pudo competir. Estuve tres años y me casé, formé una familia, el club desapareció y también lo dejé. Mi padre hacía en La Zamora sus luchadas benéficas, fundamentalmente y entré el arbitraje donde me sentía muy cómodo», dice

Cambio de rol

Su nueva etapa arbitra no fue fácil. «Entré en 1988. Estaban África Meneses y Manuel Pérez Bastida, presidentes insulares y regional de árbitros. Hice el curso, que fue muy fuerte, después fueron más suave. Entró luego el herreño de La Sabinosa, Domingo León, en el comité de árbitros. Era una grandísima persona y me siento orgulloso de haberlo conocido. Estuvo un par de años con el Comité Regional. Hubo elecciones y, por problemas, decidí dejarlo un tiempo ya que ya se sabe que en la lucha hay muchos reinos de Taifas. Me dieron premio a la labor arbitral y cuando subí allí, en el Orfeón La Paz de La Laguna, dije que era mi último año de árbitro, di las gracias, pero se me ocurrió decir que en la lucha canaria hay una maña que se llama zancadilla, que se utiliza en los despachos y así me despedí como árbitro, donde estuve unos diez años».

Su tercera etapa en la lucha fue como mandador de la base, algo que le apasiona. «Saqué el título de monitor y empecé con los niños. Estuve seis años en La Florida y fuimos campeones de cadete insular y regional contra el Tao de Lanzarote. Han salido bastantes niños: el Gofio, Añaterve, que lo sacó Queiroz, su hermano Mauro... La Florida merece que se le reconozca».

Ir contra el sistema actual se ha convertido en una batalla y lo razona. «De monitor estuve unos 10-12 años, pero se hizo un equipo en Primera Categoría y yo estoy en contra de eso. Se lo dije al presidente del club, pero cuando se hizo cargo de La Florida quería un equipo en Primera y yo me fui. Para estar en Primera, Añaterve estaba recién salido de juveniles, se hicieron fichajes y no aparecí por La Florida. Defiendo el sistema de la base, del seis contra seis y todos contra todos. Se lo dije, estarás un año en Primera y después desaparecerás. Por desgracia así ocurrió. Se hizo el Punta Brava en Primera, dije lo mismo y ahí está la consecuencia».

Y está convencido plenamente de su idea. «En todos los sitios donde se trabaja la base y hacen un equipo senior, el sistema destroza todo, estoy convencido de ello. Pasó también con el Granadera. Fernando de Paz empezó con la base, quedaron campeones, con Jonathan Estévez. Forma unos chicos, pero cuando saltan a senior, te ves obligado a buscar dineros para pagar a los luchadores. Fernando de Paz se encadenó en el ayuntamiento para cumpliera lo que había pactado. La conclusión es que el sistema falla en la lucha».

En su consideración, el trabajo con los más pequeños no es fácil ni sencillo. «En la lucha no es como en otros deportes. La base de la lucha se trata de que hay que convencer al niño, después al padre o la madre, hay que ir a buscar al niño para entrenar o llevarlo a las competiciones y a veces también al padre. Después de más de diez años, creo que cumplí».

La parte fundamental que llevó al reportaje y que sigue vigente en la actualidad, son sus hermosas figuras de todo tipo, realizadas con alambre, sobre un cuadro algunas, aunque las que importan son las relacionadas con el vernáculo deporte. «El tema del alambre lo hacía de niño, hacíamos un carrito de verga, nos inventábamos los juguetes. Un día, un amigo que tenía una autocaravana, cumplía años y se me ocurrió hacerle una de alambre y ahí empezó la fiebre. Tengo figuras de todo tipo, pero me dio por hacer algo relacionado con la lucha. Empecé con un cuadro de los luchadores dándose la mano en el centro del terrero, me gustó, pensé que me quedó bien y ya proseguí con las diferentes técnicas o mañas».

Exposición y uso didáctico

Como los que las vieron comentaron que eran muy buenas, comenzó a enseñarlas. «Se ha expuesto en el terrero de Las Canteras, en el casino de la Dehesa y en otros lugares y tuvo aceptación. Cuando tenía más ideas, empezó la pandemia y el tema se ha quedado estancado por el momento».

A pesar de ello trabaja el alambre para él y para mostrarlo, pero no para venderlo, al menos en un principio. «Las figuras no las vendo, salvo que me paguen lo que creo que vale. Cada vez que vendes algo es como si perdieras algo de ti. Tengo varias, como un baño Roca, a tamaño natural, donde el wáter tiene dos billetes en la cisterna dentro y por donde sale el agua. La gente cuando lo ve se acerca para hacerse fotos. Ha gustado bastante y es la gran atracción cuando hago una exposición».

Benito Rodríguez insiste en que no tiene carácter comercial, aunque le gusta exponer sus obras. «No hago esto por dinero. Un día vendí un cuadro de lucha en Santa Úrsula, un señor me dijo que me daba 100 euros y le dije que sí, pero todavía estoy arrepentido ya que es demasiado trabajo y cariño que le pones que no se paga con dinero. Prefiero exponerlas, prestarlas incluso, como hice con un profesor para dar clases. No tengo problemas con ello».

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