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Emilín (izquierda) y Santiago Ojeda (derecha) cuando se fueron a Los Guanches desde el Adargoma, en 1968.
El hombre que unió Canarias y Cuba

El hombre que unió Canarias y Cuba

Manuel Trujillo, iniciador de la saga de los Barranquera, llevó la práctica del deporte vernáculo a la isla caribeña poniendo orazón y dinero de su propio bolsillo

PEDRO REYES

ARGUINEGUÍN.

Domingo, 18 de abril 2021, 17:09

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Manuel Trujillo, Pollo de la Barranquera I, ha tenido, a sus 84 años, una vida intensa con sus dos grandes pasiones. Por un lado, la política y el sindicalismo y, por otro, la lucha canaria. Como bregador alcanzó la máxima categoría de puntal A y estuvo en los equipos del Unión Telde, Castro Morales, San Gregorio, Unión las Nieves, Unión Sardina, Unión Agüimes y en el Maninidra en dos ocasiones. Además, fue vicepresidente, presidente y mandador de este último. De esa época salió su primer libro, 'Cacicada en la lucha canaria' y, más tarde, el segundo, 'La lucha canaria en Cuba'. En 2017 fue nombrado hijo adoptivo de Ingenio, y desde 1997, vivía en Cuba donde estableció su residencia hasta estos días, siendo el ultimo impulsor del vernáculo deporte en la isla caribeña.

Barranquera I aporta algunos datos desconocidos sobre su etapa de luchador y cómo había sido su batalla por introducir la lucha canaria en Cuba.

«En los terreros tuve instantes emotivos. Luchando con el Castro Morales, contra el Maninidra en Los Llanos, tiré a siete u ocho del Maninidra y al final hubo varias mujeres que entraron en el terrero y me levantaron a hombros como a los toreros», dice.

No acaban aquí sus momentos sentimentales: «Estábamos en un campeonato nacional y yo reforzaba al Vencedor, que tenía de capitán a son Abel Cárdenes. La primera luchada era en el López Socas y me saca al terrero y tiré a dos hombres y dice son Abel que ya habíamos ganado la luchada y a mi respuesta de cuál era la razón, me contestó que había tumbado a los dos chavales y yo no sabía la importancia que tenían esos luchadores. En la devolución de visita a Tenerife, en la plaza de toros que estaba totalmente llena, yo le dije a Don Abel asombrado que cómo había tanta gente y me respondió que es que venían a verme a mí, porque la prensa de Tenerife había comentado durante la semana sobre quién era el que había tumbado a los chavales. Primeramente, me saca y tiré a dos y me retira. Vuelvo a tumbar a un luchador y el cuarto me lleva a la arena. Como todos tenemos un ego, estaba muy enfadado porque me habían tumbado. Al salir al terrero y beber agua de un porrón, lo tiro al suelo y lo rompo. El público comienza a silbarme y a increparme. Al ver aquello, don Abel me dijo que mi acción no estaba bien. Entonces le digo que llame al árbitro para poder entrar en el terrero y pedirle perdón al público. Llama al árbitro y accede a que pase al terrero y, en el centro, crucé los brazos y pedí perdón. Aquello se volcó en aplausos y la gente me llamaba para darme dinero. Incluso al final de la luchada, había gente en la puerta esperándome para darme dinero por aquel gesto», evoca.

El último instante de recuerdo fue una anécdota con su padre: «En una luchada contra Manuel Marrero, que me dio la primera y mi padre lo llama y le da un duro. Miré para él y me dice '¡Por verija!' Entonces salí al terrero y le di las dos seguidas. Me fui a mi padre y le dije: '¡Ahora dame el duro a mí!' Son instantes que se te graban para toda la vida». También la lucha le trajo a la madre de sus primeros tres hijos: «Fui a devolverle una peseta que me había lanzado y al final salió una gran historia de amor».

El estado de su corazón marcó su destino: «Después de dos infartos, el médico me dijo que dejara el sindicato y, como sabía que me gustaba Cuba, me comentó que me fuera allí, a estar tranquilo y a escribir cosas de mí que no se sabían de mí. Y así hice».

Por amor a su tierra

A finales del siglo pasado se marchó al país caribeño a tener una vida relajada. O, al menos, esa era la intención. «Llegué a Cuba para estar tranquilo en mi casa, pero pensé que le podía dar al país de mi tierra y me vino la lucha canaria. Entonces decidí enseñar parte de la cultura de Canarias y así entro en la Casa de Canarias. La idea del presidente era que la lucha canaria se desarrollara por la entidad, pero tenía una visión negativa, porque su presidente de entonces, don Carmelo González Acosta creía que solo la podían practicar los canarios y sus descendientes. Yo le contestaba que pensaba que la lucha debía llegar a todos los lugares, que la practicara todo el mundo, incluso que fuera olímpica y, por ello, tuve algunos enfrentamientos. De ahí surgió que me retiré de la Casa de Canarias y lo organicé todo por mi cuenta».

El principio no fue nada fácil para Barranquera I. «Tuve muchas presiones políticas por aquello, pero empleé un método histórico con lo de Canarias y Cuba, dos pueblos un solo corazón y me fui abriendo paso poco a poco en el pueblo cubano. Mi idea era que respetaran nuestro deporte. Iba por las escuelas, hablaba con los directores y me daban la oportunidad de explicar a los alumnos lo que era la lucha canaria en los recesos escolares y lo que significaba. Les decía que no era un deporte en sí mismo, sino parte de la cultura canaria. Explicaba, también la historia, cuando los aborígenes lo hacían con tamarco y la razón por la cual luchaban y eso había que hacérselo comprender a los niños. Un estudio sociológico y psiquiátrico de unos profesionales de Habana del Este que hicieron de la lucha canaria, fue elevado al Consejo de Ministros para que se desarrollara en todo el país por lo educado, respetuoso y por lo noble. Me costó mucho trabajo y dinero».

El apoyo económico desde las islas a su labor no fue todo lo que le hubiera gustado. «El único dinero que recibí fue de Gonzalo Angulo, cuando era consejero del cabildo, porque hice un campeonato en La Habana con el nombre del Cabildo Insular de Gran Canaria y fueron una 90.000 peseta, que eran los gastos de la competición. Jamás recibí nunca nada. De los equipos de la isla me daban ropa de brega y también algunos ayuntamientos que la ofrecían, además de unas pocas empresas privadas. Fui vinculando a los equipos de lucha con la idea de promocionar nuestra cultura y nuestra historia. Tenía equipos que se llamaban, por ejemplo el Cienfuegos del Castillo del Romeral, y así con todos los lugares que habían colaborado como Mogán, San Bartolomé, Gáldar, Las Palmas de Gran Canaria o Agüimes, entre otros. Ponía el municipio o localidad de la isla y el del equipo cubano. Incluso mandaba a CANARIAS7, a Ramón Mendoza, las notas de los campeonatos y las publicaba. La gente aquí se sentía unida con la lucha canaria en Cuba e incluso presumía de ello».

Se mostraba orgulloso de la labor realizada. «Metí la lucha en las escuelas, aunque tuve muchos problemas para entrar, pero una vez ya aceptada, había directores donde no había equipos que me llamaban para que creara uno y poder competir. Eso supuso tener casi 100 equipos de lucha desde La Habana a Camagüey. A la parte oriental de Cuba no pude llegar porque se me acabó el dinero».

Expandió la lucha por el interior del país. «Hice encuentros con todas las provincias., como en Sancti Spíritus, y nombraba a uno de cada provincia para enseñarles técnicas de lucha para que las llevaran a su municipio. Eso lo hacía cada dos o tres meses, les iba enseñando poco a poco todas las técnicas de la lucha y así me recorría el país en ese plan. A pesar de las dificultades, iba a pecho descubierto y en Cuba vieron que la labor la hacía sin interés alguno y sin estar subvencionado por nadie, ya que al ser a los niños, al gobierno cubano le preocupaba quien lo pagaba».

Su labor fue, incluso, más lejos al internacionalizar la lucha canaria desde Cuba. «Se llegó a realizar un Congreso Internacional, que lo pagó la Universidad de Málaga, con gente de toda Sudamérica y de la Unión Soviética, para grabar lo que estábamos haciendo en Cuba con la lucha canaria. Llevé cuatro equipos al evento para enseñar la lucha y la promocionarla en toda América Latina, pero nos faltó la ayuda del Gobierno de Canarias para poder hacerlo y nos falló. Del Gobierno de Canarias solo recibimos doce equipajes de brega».

El chico ganó, el grande perdió

Al recordar este tema, le viene a la cabeza el apoyo que tuvo de Bermúdez, cuando estaba en el Cabildo de Tenerife. «Me ofreció un millón de pesetas para promocionar la lucha y yo le dije que no quería dinero sino ropa. Al final lo puse en contacto con Sport Gool de Vecindario, que era la empresa que nos la proporcionaba, y se compró ese millón de pesetas en ropa de lucha que se fue a Cuba».

Explicar lo que significaba la lucha canaria a los cubanos no fue fácil, pero tenía sus métodos pedagógicos. «El concepto de que el chico ganó y el grande perdió no lo entendían y, a veces, tuve que parar luchadas porque a un niño más pequeño le tocaba uno más grande y los padres se molestaban por eso. Les comentaba que era una frase del himno de la lucha canaria, que el grande perdió y el chico ganó y eso es la lucha. ¿Cómo se los hice entender? Pues aplicando la política. Lo asocié a la invasión norteamericana de Cuba y les decía que cuántos cubanos huyeron al verlos y ellos decían que ninguno. Les decía quien ganó y respondían que ellos, que eran el pequeño y habían vencido al grande. Pues eso era la lucha canaria y así lo entendieron todos perfectamente».

Como tuvo muchas dificultades y enfrentamientos políticos, se ayudó en dos pensamientos, uno de José Martí y otro de Fidel Castro. «El primero en su libro 'La edad de oro', que era obligatorio en las escuelas, expresa que hay que enseñar lucha en las escuelas como en las Canarias les enseñan a los niños. Por su parte Fidel Castro, al llegar al poder, dijo que el deporte es el derecho del pueblo y aplicando ambos ya me abrieron todas las puertas. Así pude entrar y fui respetado por todo el mundo».

Aquellas convocatorias únicas

Cuenta Barranquera I la anécdota del propio comandante y de cómo conoció y definió a la lucha canaria. «Estaba con los prismáticos en el Palacio de la Revolución , y enfrente, entrenaban algunos niños. Llamó a Minerva Valdés, que era y es además amiga mía, y le preguntó lo que era aquello. Y, al saberlo, le contestó '¡Coño, qué cosa más linda!».

Después de entrar en la cultura cubana cree que se ha perdido una gran ocasión. «Creo que desde, el año 2000, se ha perdido una gran oportunidad y pienso que el Gobierno Canario cometió un genocidio cultural ya que, si hubiera seguido, la lucha canaria sería una potencia, no solo en Cuba, sino en toda América. Tenía idea de hacer el Día de Canarias un campeonato internacional, pero por desgracia no se pudo llevar a cabo».

La falta de dinero hizo que el proyecto fuera decreciendo. «A esos niños había que darles al menos un bocadillo, pagarles el transporte para ir a luchar de una provincia a otra. En el cumpleaños de Fidel, en el Parque Lenin, se llevaban 300 o 400 niños a hacer lucha canaria o también el día del Che Guevara, y nos llamaban para que hiciéramos lucha canaria y todo eso había que pagarlo. Así me quedé sin un céntimo por la lucha canaria y es una pena porque podíamos haber sido una gran potencia en Cuba, lo mismo que en Venezuela».

La lucha en Cuba fue aprovechada por muchos politícos para viajar. «Al principio, venían hasta dos veces al año a ver qué se hacía y yo les decía, que no vivieran, que el dinero que costaban todos esos viajes, entre hoteles y comidas, lo invirtieran en la lucha canaria. Utilizaban la lucha para hacer los viajes, pero no les interesaba para nada».

En la actualidad, prácticamente ha desaparecido el vernáculo deporte en Cuba. «Trabajo costaría recuperarlo. Yo no podría ya a mis 84 años y menos ahora que he decidido venir definitivamente para mi tierra, pero sí hay gente a la que le gustaría se potenciara la lucha allí. Ya cumplí un objetivo y ahora regreso a mi tierra a la que defendí, dentro y fuera. Como dice Mari Sánchez en una canción, a la sombra del Roque Nublo nací, a la sombra del Roque Nublo me crié y a la sombra del Roque Nublo me quiero morir».

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