España inaugura con épica el palmarés de la era De la Fuente

Once años después de tocar por última vez el cielo con la Eurocopa que levantó Iker Casillas en el Olímpico de Kiev y que cerró el periplo más glorioso de su historia, España cosechó en Róterdam un éxito que le sirve para pasar página de los sinsabores padecidos en los últimos torneos y decretar el estado de ilusión en el amanecer de un nuevo periodo cuyo recorrido aún está por desarrollar, pero que nace con toda la ilusión del mundo gracias al triunfo logrado en De Kuip, un legendario templo del fútbol europeo que sirvió como escenario de una final librada de poder a poder y resuelta de forma agónica.

No tuvo una mala puesta en escena España, que gozó de una gran oportunidad para ponerse por delante a raíz de un robo en la frontal del área de Gavi cuando no se había alcanzado el primer cuarto de hora, pero el futbolista del Barça, de nuevo ejerciendo de mediapunta, cruzó demasiado en su afán de alcanzar la esquina de la portería de Livakovic. Fue, sin embargo, la única aproximación venenosa en la primera parte de España, cuyos intentos de construir a partir del juicioso criterio en la distribución de Rodri encallaban ante la falta de filo por las bandas y la rocosa disposición por dentro de un rival que sí encontraba más vías para buscarle las vueltas a la tropa de De la Fuente.

Kramaric, receptor de un envío en largo a la espalda de los centrales españoles, dispuso de una ocasión pintiparada que abortó Laporte, salvador 'in extremis' como poco después haría también Le Normand en respuesta a una acometida de Pasalic. Persiguieron igualmente los ajedrezados la superioridad aérea sobre Navas de Perisic, quien remató en el segundo palo una falta botada con mucha rosca por Modric para poner en apuros a Unai Simón en la recta final de una primera mitad que mostró a una Croacia más incisiva y a una España resiliente.

El paso por vestuarios no restó agresividad a los hombres de Dalic, que avisaron de nuevo con un centro de Perisic que superó a Unai Simón y se paseó por el área chica antes de que Pasalic indultase a La Roja con un disparo defectuoso. Replicó España con una colada por la izquierda de Jordi Alba que permitió al catalán soltar un centro medido a la cabeza de Asensio, pero el balear no se caracteriza precisamente por su buena pértiga y remató por encima del travesaño.

El intercambio de golpes respondía a la paulatina desaparición de bridas por parte de dos oponentes que fueron diluyendo el conservadurismo de la primera parte y adoptaron un ánimo más expansivo tras el descanso. Ese guion liberó a Modric, líder insurrecto de una Croacia en la que Dalic aportó pólvora adicional con el reclutamiento de Petkovic, mientras De la Fuente apelaba a los zancos de Joselu y el patín de Ansu Fati. Encontró también espacios España, que cañoneó desde larga distancia con un obús de Rodri que perseguía la escuadra pero no llegó a impactar en el blanco antes de que Le Normand, lesionado, tuviese que dejar su puesto en el eje de la retaguardia a Nacho y Mikel Merino tomase el testigo de Fabián Ruiz en la sala de máquinas.

Interiorizó bien los cambios España, que rozó el descorche ddel marcador con un disparo casi desde el punto de penalti de Ansu Fati a pase de Mikel Merino que sacó con la bota Perisic, y de nuevo en un remate que le salió demasiado cruzado a Asensio después de que el balear lograse ganarle la espalda a los defensores croatas en la última ocasión antes de que el duelo se adentrase en una prórroga de mucho ida y vuelta.

Mermada por los problemas físicos de Nacho después de que el polivalente zaguero del Real Madrid se lastimase la rodilla para frenar una internada de Majer que pintaba feísima, España tiró de garra en el alargue para contrarrestar la fatiga y perdonó por dos veces a Croacia en las botas de Dani Olmo. Pero la suerte de los penaltis, esquiva en el Mundial de Catar, sonrió esta vez a La Roja, que sale de Róterdam recuperando el orgullo perdido y vuelve a mirarle a la cara a las grandes potencias del Viejo Continente.