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Al llegar al Real Madrid el gigante Thibaut Courtois reveló lo difícil que se le hacía llegar al vestuario madridista y ver en una pared el enorme cabezazo de Sergio Ramos, con él como guardameta del Atlético estirándose sin poder hacer nada ante ese gol de Lisboa que daría al Real Madrid su décima Champions. Perdió aquella Copa de Europa en el minuto 93, y ganó dos más en los 190 que duraron las finales de París y Londres. Le sobra ya pared en el nuevo Bernabéu para colocar las paradas del guardameta, que se rompió el cruzado en agosto, el menisco en marzo y se hizo hueco en la portería titular ante el Dortmund sin haber jugado ni un solo minuto en esta Liga de Campones. Volvió al final de LaLiga, jugó cuatro partidos y recibió 17 disparos. No le han marcado un gol. Llegó a la final y todo volvía a encajar.
Que por qué tenía que jugar el belga en Wembley lo dejó claro antes de la media hora de encuentro, al límite de la primera mitad y ya en la segunda junto a las bengalas del fondo negriamarillo de los de Renania del Norte-Westfalia. Ocasiones en las que el Madrid pudo morir pero no lo hizo ninguna, como está acostumbrado. Ni Adeyemi ni Fullkrug en un par de ocasiones. Tampoco Sabitzer. Nadie pudo meter mano a un cancerbero que hizo uso de la realidad virtual durante su recuperación para volver a ser el mejor.
Un equipo acostumbrado a ganar sufriendo. Casi todo era Courtois, que perderá la próxima Eurocopa por decisión propia. Pocas primaveras hay que no dejen al Madrid reinando en el Viejo Continente. Seis en los últimos once cursos. Otra Copa de Europa que define la supervivencia de un club que volvió a levantar la cabeza, sacó la cara de las finales e hizo del gol de Carvajal, en el último servicio de Toni Kroos, una auténtica liberación. Uno de los capitanes. Uno de los canteranos. Uno de los chicos de La Fábrica.
Sufría en muchos tramos del juego, pero el Madrid marca cuando uno menos se lo espera. La película de siempre, con un protagonista que se muestra en todas las grandes citas como Vinicius, que sentenció en Wembley y saltó el escalón definitivo hacia el ansiado Balón de Oro. El de Sao Gonçalo volvió a escribir su nombre con letras de oro en la historia del club blanco, tras hacerlo ya hace dos cursos ante el Liverpool de Klopp. En su mejor temporada en la entidad del Paseo de la Castellana -24 goles y 11 asistencias- pese a haberse perdido casi tres meses de competición, apuntaló ante el Dortmund y bajo el estreno de botas nuevas de la firma Nike, una candidatura ya bastante encarrilada a ser encumbrado mejor jugador del mundo. «Crea magia de la nada», dijo hace unos días Ancelotti sobre un jugador que ha emergido por encima de todos durante los cruces en esta Liga de Campeones.
El brasileño lleva tres temporadas seguidas participando en más de 30 goles. Los que se reían, callan. Un registro sobresaliente para el fluminense, que disfrutó in situ de la última conexión de la sociedad Kroos-Modric, una pareja que junto a Nacho Fernández y Dani Carvajal entran en la leyenda del madridismo como seis Orejonas, algo que hasta ahora solo estaba al alcance de Paco Gento desde que firmara este extraordinario registro en 1966. De Lisboa a Londres, de 2014 a 2024.
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