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Lunes, 14 de junio 2021, 22:59
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Deschamps y Löw vivirán su octavo y seguramente último clásico como adversarios. Les une la longevidad, el palmarés y una amistad forjada la noche de los atentados. El 13 de noviembre de 2015, cuando estas selecciones se medían en el suburbio de Saint-Denis, Francia vivió su jornada más sangrienta desde la II Guerra Mundial. En los atentados perpetrados en París por los atacantes suicidas yihadistas murieron 130 personas, más una reconocida después, y otras 415 resultaron heridas. Y todo empezó en los aledaños del Stade de France, dodne tres terroristas se imolaron haciendo explosionar sus cinturones explosivos. Nunca quedó claro si quierían entrar en el recinto. Por suerte, programaron mal esos artefactos.
Se escucharon dos detonaciones en el estadio, como petardos fuertes. El choque se jugó para no generar pánico entre los espectadores, aunque el presidente de la República, François Hollande, fue evaduado del palco tras la primera deflagración. Ganó Francia, pero qué importaba. Unos y otros durmieron en el estadio mientras las calles de París se llenaban de sangre inocente. Quien más sufrió fue Griezmann porque su hermana Maud, que le lleva las relaciones con la prensa, se encontraba en la sala Le Bataclan, epicentro de los atentados, y durante horas no pudo contactar con ella. «Vivimos juntos aquellos hechos dramáticos ... Dejamos de ser adversarios. Estuvimos juntos compartiendo nuestra preocupación», confesó Deschamps. Entre ambos técnicos, que suelen coincidir en seminarios de la UEFA y de la FIFA, las muestras de sintonía se producen a menudo y con una sinceridad evidente.
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