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Antonio Raíllo muestra el escudo del Mallorca a Vinicius en Son Moix. AFP
¿Por qué caen mal algunos futbolistas y qué consiguen con ello?

¿Por qué caen mal algunos futbolistas y qué consiguen con ello?

La antipatía que despierta Vinicius no es de su exclusiva responsabilidad, ni genera solo efectos negativos

Alberto Del Campo Tejedor

Sábado, 11 de febrero 2023, 16:07

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Está claro que Vinicius Jr. no despierta demasiadas simpatías, ni en el terreno de juego, ni en las gradas. Antonio Raíllo, capitán del Mallorca, aseguró que nunca le pondría de ejemplo ante sus hijos. El brasileño ha tenido roces con muchos otros jugadores que le encaran con sangre en los ojos, mientras la hinchada rival saca todo su arsenal de oprobios para denigrarle.

Vinicius comparte ciertos rasgos con otros jugadores que han suscitado una singular animadversión, como Hugo Sánchez, Neymar o Cristiano Ronaldo. Todos son extranjeros y extraordinarios futbolistas. Hay quien piensa que su triunfo saca a la luz una xenofobia y un racismo que permanecen soterrados pero que encuentran acomodo bajo el anonimato en un estadio. Hugo Sánchez era tildado de 'indio'. Décadas después, Vini se encuentra con descerebrados que le llaman 'mono', mismo calificativo que tuvieron que soportar Neymar, Eto'o y otros futbolistas excepcionales. Un estudio llevado a cabo entre 2020 y 2021 encontró que 16 de los 20 deportistas más insultados en Twitter eran negros. No ocurre solo en España, ni solo sufren los jugadores de origen africano. Si Özil no fuera de ascendencia turca, nadie le hubiera injuriado en Alemania.

La gran mayoría de jugadores, entrenadores e hinchas consideran execrables estos ataques. Pero muchos reconocen la tirria que les provoca Vinicius, aun cuando censuren los insultos racistas. Ciertos comportamientos son considerados ofensivos. Los bailes de Alves, Neymar o Vini constituyen una legítima manifestación de alegría en Brasil, pero sacados de su contexto original son interpretados aquí frecuentemente como una desconsideración al rival, incluso una burla. Hace más de una década, Guardiola obligó a Thiago y a Alves a que se disculparan con la afición del Rayo Vallecano tras celebrar el quinto gol con uno de esos bailes con sabor a samba. Ya en el campo, Puyol les recriminó y lo mismo hizo Pep en sala de prensa: «No son actos de jugadores del Barcelona».

Todos somos etnocéntricos. Los sujetos de distintas culturas asignamos diferentes significados a un mismo acto. El debate está servido: hay quien considera que el que viene de fuera tendría que adaptarse a las costumbres del lugar. Otros, sin embargo, creen que debe primar la libertad de acción. Resulta sospechoso que molesten precisamente los comportamientos de población extranjera y, más aún, los de quienes no son precisamente blancos de ojos azules.

Sin embargo, es evidente que no todos los foráneos suscitan animosidad. Ronaldinho o Finidi caían bien. Y nadie muestra hostilidad contra William Carvalho, Take Kubo o Valverde. 'Off the record', algunos jugadores reconocen lo que les enerva de Vinicius y entonces aparecen vocablos como chulería o prepotencia. No pocos de los futbolistas más detestados mostraron actitudes que se ajustan, en cierta medida, al llamado 'síndrome de Hubris': ego desmedido, excentricidades, desprecio por el otro. Estos rasgos constituyen el polo opuesto a los que despiertan nuestras simpatías: modestia, respeto, sencillez. Creerse el centro del mundo y actuar con arrogancia es un pecado de juventud. Cristiano Ronaldo, Neymar -y otros jugadores frecuentemente abucheados- maduraron, atemperaron su carácter jactancioso y comprendieron que no se puede ir por la vida ignorando la sensibilidad de compañeros y aficionados.

Claro que, por otra parte, muchos de estos jugadores vituperados aseguran que los desprecios les hicieron más fuertes. Paul Scholes, Rio Ferdinand y Ryan Giggs se burlaron de Cristiano Ronaldo cuando llegó con 18 años al Manchester United. El portugués replicó que solo los necios se reirían de quien se proponía convertirse en uno de los grandes jugadores de todos los tiempos.

Hugo Sánchez quería ser reconocido como el mejor futbolista de Pumas de la UNAM y después como el más laureado de México. La afrenta de 'indio' que escuchó frecuentemente en España no hizo más que espolear su ambición: contestaría a los hinchas racistas esforzándose aún más y ambicionando ser el mejor delantero de la Liga. Sus cinco Pichichis fueron sus mejores cortes de manga a todos aquellos que le ultrajaron. El odio no encubre la envidia que despiertan quienes tienen agallas para no conformarse, luchar contra las adversidades y aspirar a danzar en el olimpo. Que siga el baile.

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