Milan gana en un día peligroso
El corredor italiano se adjudica el sprint después de una caída por la lluvia en el último kilómetro que partió el pelotón
Jon Rivas
Miércoles, 23 de julio 2025, 18:35
Valentin Paret-Peintre, el ganador en el Mont Ventoux, tiene un deseo: que no le confundan con su hermano Aurelien. Y una certeza, que ... su victoria en el gigante provenzal le ha cambiado la vida. Es así en Francia y su ciclismo. Ahora desafía: «Voy a atacar de nuevo», y se muestra confiado en sus posibilidades. Ya ha cumplido el sueño de cualquier deportista francés y tiene su portada de L'Equipe, su imagen silueteada en pleno esfuerzo sobre la bicicleta, con el observatorio del Ventoux al fondo, los colores de la bandera tricolor y dos palabras a cinco columnas que resumen su hazaña: «En Apesanteur», ingrávido.
A Paret-Peintre -Valentin, no confundir con Aurelien- le ha cambiado la vida porque en el Tour cualquier detalle puede cambiársela a un ciclista. Entre otras cosas, menos agradables, porque el peligro acecha donde menos se le espera, pero también donde más. En el primer caso se convierte en una sorpresa desagradable, en el segundo en un «ya lo decía yo». El Tour es el escenario ideal para que sobrevuelen todos los fantasmas que inquietan a un ciclista, todos los peligros. En cualquier descenso veloz, en una rotonda o en la siguiente. Un despiste al coger la bolsa, como Coquard, que se rompió un dedo cuando lo intentó, un toque con la rueda a alguien que se cruza, como le pasó al líder Pogacar en Toulouse.
La lluvia, claro, es un factor decisivo. El ciclismo es un deporte sujeto a las condiciones climáticas. Puede hacer mucho calor, que derrite los sesos bajo el casco y evapora todo el líquido que se puedan echar por encima los ciclistas hasta deshidratarlos. Como a Johannessen, que en la cima del Ventoux, donde mucho antes había llegado Paret-Peintre, sufrió un colapso después de pararse dos veces por el camino, recibió oxígeno y tuvo que ser evacuado en ambulancia. Pero horas más tarde, con la noche de por medio, lucía hecho un pincel en la salida y acabó entre los primeros en la etapa.
Puede también diluviar, o llover a ratos y dejar la carretera resbaladiza y muy peligrosa. Cualquiera puede caer, por desatención o simple mala fortuna, así que el estrés que sufren los que de verdad se juegan algo en la carrera es indescriptible. Porque se puede uno preocupar por las energías propias o ajenas, o si responderán las piernas en la siguiente dificultad, o si el equipo rival desarrollará una estrategia que desarbole al propio, aunque esas son cuestiones deportivas, pero luego llega la lluvia y entonces a todo lo demás se une la desazón del momento por lo que pueda pasar si el corredor que marcha delante frena de golpe, o se desliza al pisar la raya continua, o un afilador provoca el efecto dominó. Y en un par de segundos quien iba rodando sin problemas está metido entre un amasijo de bicicletas tiradas por el asfalto y escuchando juramentos y lamentos a partes iguales.
Así que a Pogacar y Vingegaard se les veía aliviados un minuto después de que Jonathan Milan consiguiera su triunfo de etapa para afianzar el maillot verde. Conseguir la supervivencia un día más también es un triunfo. «¡Estoy contento de haber llegado!», confiesa el líder. «Se iba muy rápido y con mal tiempo en los kilómetros finales». Pogacar tiene que esforzarse en templar gaitas por la actitud de su equipo la víspera, cuando Nils Politt intentó intimidar al Movistar, ¿vuelve el estilo Armstrong?, cuando el equipo español lanzó un ataque. El esloveno se convierte en abogado: «Intentamos calmar los ánimos, controlar el ritmo de la carrera. No pretendemos ser arrogantes, solo intentamos facilitarnos al máximo la carrera para ganar». Y lanza un dardo a Thomas Voeckler, el último histrión del pelotón francés, ahora comentarista televisivo, que criticó la actitud del UAE. «Algunos harían mejor en callarse. Sonará muy arrogante, pero bueno».
La puerta del sur
Sonreían Pogacar y Vingegaard, que sobrevivieron a la caída del último kilómetro en Valence, la puerta del sur, a las orillas del Ródano, cuando lanzado ya el sprint, un resbalón provocó el accidente que dejó la llegada para los diez ciclistas que iban delante, y entre los que no estaba Girmay, uno de los más afectados. Milan arrancó desde lejos y ganó por centímetros a Jordi Meeus. Dio las gracias a sus compañeros. «Sin su ayuda habría quedado fuera de la carrera hace mucho tiempo». Le apoyaron en los días complicados, en la montaña, porque a pesar de que nació junto a los Alpes los montes solo le gustan para andar. «Subir suavemente, admirar la vista desde la cima y volver. Es completamente diferente con la bici, donde siempre se sufre». Los Alpes serán los protagonistas el jueves y el viernes.
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