El dramaturgo Gabriel Calderón vuelve a involucrarse en una nueva producción de Unahoramenos tras su último trabajo del pasado año, 'Clara y el abismo' (nominado a los Max 2022). El actual director de la Comedia Nacional de Uruguay, la compañía estable pública más antigua de toda latinoamerica, es el autor del texto del montaje escénico 'Tamora', una atrevida versión libre del 'Tito Andrónico' de Shakespeare que, a las órdenes de Mario Vega, será estrenada en el Teatro Pérez Galdós los próximos días 8, 9 y 10 de junio.
-Usted ha señalado que la búsqueda de la singularidad es el imperativo al trabajar sobre un texto de Shakespeare. ¿Cuál ha sido el reto que ha debido superar para avanzar al público algún pálpito que, como también usted mismo avanza, no se haya dicho ya alrededor de Shakespeare?
-Uno siente -yo siento- que todo ya ha sido dicho con Shakespeare. La singularidad entonces, no viene dado por los temas ni por el enfoque, sino por algo inevitable e inherente a nosotros: nuestro tiempo. Es decir, todo ha sido dicho, pero nada ha sido dicho hoy, y si ha sido dicho hoy, no ha sido dicho en nuestra geografía, y si ha sido dicho en nuestra geografía no ha sido dicho por nosotros o por mí. La conclusión es que la singularidad es inevitable y no está tan relacionada con el tema, sino con el entramado de un determinado tema con su tiempo, su contexto y sus personas. En esta oportunidad, enredamos la obra de Shakespeare, al mundo del teatro, el fracaso y las mujeres. Temas que nos son dolorosos y urgentes.
-'Tamora' es su segundo montaje que trabaja para Unahoramenos por encargo de Mario Vega. ¿Cuáles son las razones que le impulsan a involucrarse nuevamente en este nuevo proyecto y qué estima, como autor y creador, que posee el ADN de esta productora?
-Ellos, y sobre todo Mario, entiende el mundo del arte, de la creación y de las relaciones humanas que esto implica. Por ello me siento cómodo y valorado trabajando para esta compañía. Entienden y resuenan con mis puntos de vista, pero saben que la fidelidad no es hacia mí, sino hacia el teatro. Mario toma con respeto los textos que les doy y los modifica para que se vuelvan un mejor teatro y eso para mí es fundamental. Además de que no es nada usual poder mantener un vínculo de largo plazo con una compañía de tanto prestigio y compromiso.
-¿Que todo el reparto del montaje sea femenino qué pretende poner de manifiesto su versión? ¿Puede referirse a esa mirada de género que usted indica que al leer 'Tito Andrónico' surge inmediatamente?
-La imagen de Lavinia sin lengua, sin manos y violada representa a la perfección el lugar que le hemos dado a la mujer en la historia y en el mundo. Es importante pues que, aunque en el fracaso y el error, sean las mujeres las que tomen el rol y el protagonismo, traten de cambiar su historia. Hay paradoja e ironía ya que quien escribe estas palabras no puede escaparse de su condición de varón, pero será una incomodidad evidente y explícita, no socavada ni ignorada.
-De alguna manera en este 'Tamora' asistimos a una función de teatro dentro del teatro, al desarrollarse la acción dramática en el contexto y vicisitudes domésticas de una compañía teatral que estrena sin éxito su obra. ¿Puede desarrollarlo?
-Como decía anteriormente, el contexto actual y nuestra situación geográfica- económica-social nos ofrece una óptica muy singular sobre el enfoque que daremos a un clásico. Mi mirada siempre ha sido englobar esos clásicos en mi mundo, en un territorio conocido, y ese territorio ha sido una y otra vez el teatro. Yo he hecho ya otras traducciones, versiones y reescrituras de textos clásicos, y siempre lo he hecho en relación al mundo del teatro, pues ese mundo no es ajeno a los temas shakesperianos: las pujas de poder, el amor, el rol de la mujer, las peleas, las victorias, etcétera.
-¿Shakespeare ha jugado algún papel en la manera de concebir su teatro?
-He aprendido muchas cosas leyendo, pero sobre todo traduciéndolo. Tal vez la más significativa es la que yo llamo su funcionalidad poética o, mejor dicho, la función que otorga a la poesía en el drama. Su poesía parece estar allí para trasladar la acción, la acción se mueve, no tanto por la fuerza -o no solo- del diálogo y las acciones, sino por la fuerza del lenguaje que, poetizando, convence, cambia y modifica las esencias de los conflictos.
-En cualquier caso ¿por qué 'Tito Andrónico'? ¿Qué elementos sugerentes cree que mantiene este texto a pesar de sumergirse en tanta violencia, pavor y crueldad?
-Tito tiene la fuerza de lo imperfecto y presenta varios problemas. El primero es su simplicidad argumental, que apoya su fuerza sobre todo en la crueldad. Hay que tener presente que esto en la época era popular y atraía público. Pero ese rol en nuestro tiempo lo ha tomado el cine, y más contemporáneamente, las redes; es allí en donde uno espera ver escenas de decapitación reales, sangre, peleas, conflictos. El teatro sobrevive siempre que la obra deje otras aristas sobre las que apoyarse y en el caso de Tito estas son escasas, pero eso exige mayos compromiso de las actuaciones y de la inventiva de los creadores vinculados.
-Juan Mayorga es de la opinión que el teatro trata de construir una experiencia en el tiempo, y que una palabra aparezca antes o después es decisivo. ¿Le otorga como dramaturgo usted tanta importancia a como se digan las palabras sobre el escenario, o cree que sería ésta una tarea más propia del director de escena?
-Estoy de acuerdo con la afirmación, pero no creo que mi trabajo como dramaturgo sea dar importancia a las palabras en desmedro de otros elementos escénicos. Soy más bien de la idea de que el dramaturgo es un hacedor de mapas, que prometen tesoros, aventuras, problemas, pero que su principal función es hacer que un grupo de gente se embarque en un viaje. Luego el territorio de ese viaje tiene preponderancia por sobre el mapa, no tiene sentido estar en medio de un descubrimiento escénico y conflictuarse con un mapa porque diga que un árbol está más acá o más allá. Hay que buscar el teatro, que es el tesoro más efímero de todos.
-En una época en que parece fácil generalizar y suponer que no hay forma cultural que no pase por una pantalla digital, ¿qué sigue manteniendo el latido y el vigor del teatro?
-Lo real, lo material, el error... todo eso que las pantallas no pueden solucionar. No hay filtro que mejore lo real. Tampoco es deseable. Yo prefiero el mundo imperfecto, con problemas que nos dé lugar a mejorarlo. Yo mismo estoy lleno de problemas y prefiero que me den oportunidades para mejorar a que todo el tiempo me estén filtrando capas de perfección y den una imagen de mi- seguramente más perfecta y hermosa- pero igualmente falsa y vacía. El teatro está lleno de esa vida que durante dos años de pandemia perdimos, es el lugar por excelencia en donde recuperar el sentido de estar todos juntos, contagiados, vivos.
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