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Félix de Azúa, fotografiado en su casa. LUIS ASÍN
«Las sesiones de las Cortes son un botellón»

«Las sesiones de las Cortes son un botellón»

Félix de Azúa | Escritor, académico y catedrático de Estética ·

Azote de una clase política que considera de muy baja calidad, no duda en calificar de mercancía de extrema derecha lo que algunas fuerzas que se dicen de izquierdas están vendiendo. «Y como les da vergüenza, llaman fachas a los demás», sostiene

CÉSAR COCA

Sábado, 14 de noviembre 2020, 23:24

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Doctor en Filosofía, poeta, novelista, académico de la Lengua, catedrático de Estética, Félix de Azúa (Barcelona, 1944) es uno de los intelectuales más relevantes del último medio siglo. Desde hace unos años es también uno de los más críticos y ha alzado su voz contra la degradación de la política y la vida social en España, el auge del nacionalismo en Cataluña y lo que califica de deterioro del sistema educativo por parte de gobiernos a los que parece no importar en absoluto. Ni eso ni la cultura. «El Gobierno la desprecia, les da igual», dice con un indignación que no se molesta en disimular. «No les interesa nada, ni se les ve en actos culturales. Tenemos un jefe de Gobierno que plagió su tesis y un jefe de la oposición cuyo máster... en fin». Acaba de publicar 'Tercer acto' (Ed. Random House), relato novelado del tránsito de una generación –por edad, la suya– desde el final del franquismo hasta hoy mismo.

– En su último libro habla de su generación, la que modernizó este país. ¿Qué balance hace ahora de su trayectoria?

– La novela recorre un paisaje que va desde los setenta hasta nuestros días y se trata de un aprendizaje de la muerte. A aquellos jóvenes les queda ganarse la muerte.

– ¿Y qué herencia han dejado?

– Hasta 1982 éramos muy escépticos, creíamos que el franquismo continuaba sin Franco porque era algo intrínseco a la sociología española. No pensábamos que fuera posible una democracia a la europea. Pero a partir del primer Gobierno de Felipe González empezamos a creer en ello. En Madrid y Barcelona se produjo un remolino tremendo de sexo, drogas y rock and roll. Cuando aquello se acabó, algunos habían muerto y otros se habían dispersado.

– Fue un fuego que dio mucha luz.

– Durante unos años, este fue un país realmente europeo; un país democrático, liberal y laico. Duró hasta algo después de los Juegos Olímpicos de Barcelona '92. Ahora aquel país se ha ido a la porra.

– ¿Por qué lo ve así?

– Tenemos un Gobierno de estilo latinoamericano, donde unos quieren ser como Cuba y otros como Venezuela. Son gente conservadora y arcaica, que está más compenetrada con los indigenistas que con los europeos. No son demócratas, en realidad.

– Muchos sostienen que la Transición fue una rendición de los demócratas ante el Ejército.

– Son argumentos demagógicos para un modelo cada vez más autoritario y caudillista. En realidad, quienes sostienen eso son franquistas.

– ¿Queda algo de ese ímpetu de la movida?

– Es curioso que apenas haya novelas que narran lo que sucedió en esos años enloquecidos de droga, sexo y la calle tomada como lugar de exhibición. Aquello desapareció y se ha impuesto una corrección política como de monjas represoras. La corrección es ahora como una religión, como una secta.

– A usted le acusan de haber pasado de joven izquierdista a ser un señor de edad y muy conservador. ¿Ha cambiado el mundo o ha cambiado usted?¿O ambos?

– El problema es que la que se llama a sí misma izquierda vende una mercancía (nacionalismo, chavismo, peronismo) que es ultraderecha. Pero como les da vergüenza, llaman fachas a los demás. Y eso incluye al Partido Socialista de Cataluña, que es nacionalista.

– En su libro se percibe la fascinación que en los ochenta existía por Francia y en menor medida por Reino Unido. Pero la ultraderecha no para de crecer en Francia y el populismo en Reino Unido. ¿Nos hemos quedado sin referencias?

– Hay un elemento básico que también sale en la novela:un paralelismo entre la vejez de los personajes y la de Occidente. Algún personaje asume que ha llegado la decadencia de Occidente. El poder está todavía en EEUU en manos de un loco, y también en China e India con un aliado también medio loco que es Rusia.

– Lo que, obviamente, no le gusta.

– Es que esos países no tienen la menor tradición liberal o laica. La ausencia de referencias nos condena a que se nos venga encima el capitalismo de Estado de chinos y rusos. Que es algo que a Garzón e Iglesias les gusta mucho.

Analfabetos

– Para alguien que ha sido catedrático de Estética tres décadas, el espectáculo de los debates parlamentarios debe de ser deprimente.

– Tenemos una de las clases políticas de peor calidad. Son gente sin práctica en la vida real, con un analfabetismo gigantesco. No se puede esperar nada de ellos.

– ¿Hasta qué punto las formas son relevantes en la vida democrática?

– Son básicas y en algunos lugares específicos de una importancia extrema. Por decirlo de manera metafórica:la justicia debe llevar peluca. Cuando se quita la peluca, llegan el chalaneo y las puertas giratorias al poder. Cuando se pierden las formas se pierde todo. Y las sesiones de las Cortes son botellones.

– ¿Se puede calificar de macarrismo lo que está pasando en algunos debates, dentro y fuera del Parlamento?

– Cuando la apuesta es igualar por abajo, la catástrofe está garantizada. Si se puede acabar una carrera con suspensos, ¿por qué esforzarse? Y los partidos no buscan gente inteligente, sino militantes.

– Y ese macarrismo se ha trasladado a las redes sociales, donde está instalada la 'brigada de la porra'.

– Con el agravante de que un 80% de quienes tienen esa actitud son empleados a sueldo de algunas fuerzas. Me causa sorpresa que los mismos políticos que están encargando ese trabajo sucio luego hagan caso a los mercenarios de los partidos rivales. Y esa es una lucha en la que también se han enfangado los Estados.

– ¿A qué se refiere?

– A que los aparatos estatales y sus sistemas de inteligencia se dedican también a lo mismo. Sabemos que los rusos llevan tiempo influyendo en los resultados de las elecciones en Occidente y es algo que no parece preocupar a nadie.

– ¿Le preocupa que parte del debate se dé en esas redes sociales de las que hablamos, que los políticos discutan entre ellos ahí y trasladen sus consignas y eslóganes así a la población?

– Hay un movimiento contra la razón, el conocimiento y la ciencia encabezado por dictadorzuelos que quieren someter a la población, y lo están consiguiendo. Y además están aprendiendo cómo utilizar la receta de cara al futuro. Lo que tiene su peligro, por supuesto.

Camino de salida

– Su diagnóstico de la vida española no puede ser más desolador.

– No espero nada de este país. Si tuviera 50 años o menos, me marcharía. Ysi las cosas siguen así, no descarto finalmente hacerlo, no tanto por mí como por mi hija, que ahora tiene ocho años.

– Cuando la niña nació se trasladó de Barcelona a Madrid porque no quería que creciera en un sistema educativo que fomenta el odio a España, dijo. ¿Y ahora piensa trasladarse de nuevo?

– Madrid sería aún un lugar habitable y civilizado si no estuvieran aquí las Cortes y el Gobierno. Pero si la niña quiere estudiar no podrá hacerlo aquí por el bajo nivel de institutos y universidades.

– El bipartidismo imperante hasta hace menos de diez años tenía sus defectos, pero ¿es mejor o peor el multipartidismo actual?

– Un sistema de dos partidos necesita de una sociedad educada. Y no sucede. El problema adicional es que no hay un partido que merezca estar en el poder. Es una pena que Ciudadanos se haya ido a la porra porque Rivera enloqueció, aunque yo vaya a seguir votándoles.

– No tiene mucha confianza en Inés Arrimadas, por lo que parece.

– Es inteligente y tiene muchas cualidades. Pero es buena persona y carece de la maldad imprescindible para hacer carrera política en este país. Le falta maquiavelismo.

– Ese partido nació en una Cataluña de la que hace ahora 14 años ya advertía en una entrevista que no era un oasis, como parecía desde fuera, sino una charca pestilente. ¿Qué juicio tiene de todo lo sucedido?

– El de que parece mentira que partidos que se dicen de izquierdas estén al lado de una burguesía franquista que hizo posible que Franco estuviera cuarenta años en el poder. Quieren que les den algo así como un espacio feudal porque han visto que, tras la descomposición de la URSS, hay pequeños países que pueden estar al margen de las leyes que rigen en Occidente. En un Levante independiente, porque tras Cataluña irían Valencia y Baleares, podemos imaginar qué régimen tendrían.

– Queríamos ser cosmopolitas pero hoy crece el nacionalismo catalán, vasco, gallego, español... hasta madrileño.

– Si la gente que se dedica a la extracción económica ve que hablar de España no da un euro, se dedican a otra cosa. Eso es lo que sucede.

– Pero no parece un fenómeno particular. Sucede en Polonia, Hungría, Italia, Reino Unido... hasta en Francia y Alemania crecen algunos nacionalismos.

– Es otra consecuencia de la pérdida del poder de Occidente. La desintegración de Europa será enorme a menos que un país, y solo puede ser Alemania, tome el mando. Pero es dudoso que lo haga porque también tiene su propio problema con la antigua RDA, que es fascista. Para los jóvenes esta descomposición es normal. Pero sobrevivirán a la misma, como nosotros sobrevivimos al franquismo.

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