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Cristian Reino
Barcelona
Viernes, 23 de abril 2021, 18:35
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Las restricciones todavía son severas y casi nadie se quita la mascarilla, pero Barcelona se volcó ayer de forma masiva en la celebración de Sant Jordi, el día de las rosas y los libros. En Cataluña es el día de los enamorados. Acostumbra a ser una jornada de celebración en la calle, aunque no es festivo y ayer se superaron las previsiones más optimistas. No hubo tantos puestos de libros y rosas como en un 23 de abril habitual, ni hubo tantos autores firmando ejemplares, pero la jornada se acercó a lo que antes conocíamos como la normalidad: muchos paseantes por las calles. El tiempo, además, acompañó.
Tras doce meses de restricciones y una vez que empieza a avanzar el proceso de vacunación, la gente empezó ayer a recuperar la sonrisa y las calles se llenaron de buen ambiente, aunque fuera durante unas horas. Fue la imagen del principio del fin de una larga pesadilla. La palabra ganas fue de las más escuchadas. Ganas de salir, ganas de pasear, ganas de callejear y ganas de recuperar la normalidad.
Había ganas, después de que el año pasado se suspendiera la celebración, en pleno confinamiento tras el estallido de la pandemia. La imagen de la Rambla de Barcelona, hace un año, vacía y sin nadie paseando era casi distópica. La vía más popular de la capital catalana recuperó su brillo, aunque solo se vendían flores. Los libros se reservaron para el Paseo de Gracia y la Plaza Real.
La consigna oficial fue tratar de deslocalizar la fiesta. Que no todo el mundo acudiera al centro de la ciudad. Así fue. En Barcelona se habilitaron once lugares con entrada y salida para pasar controles de aforo, muchas vallas para acotar los espacios, dispensadores de gel hidroalcohólico y un único sentido de la marcha. Fuera del recinto, colas.
Eso sí, horario limitado por aquello del toque de queda. De nueve a 20 horas. No en vano, apenas hace quince días las autoridades sanitarias catalanas se planteaban suspender la celebración por la situación de la pandemia.
Los libreros esperaban vender alrededor de un millón de libros y los floristas, cuatro millones de flores. El objetivo era superar el 60% de la facturación de 2019 y se daba por hecho que así sería.
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