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Un viaje interior por el subsuelo

Un viaje interior por el subsuelo

El cineasta tinerfeño Víctor Moreno firma el largometraje experimental ‘La ciudad oculta’, rodado en un amplio número de localizaciones del subsuelo de Madrid. El filme, sugerente, reflexivo y con un narrativa nada convencional, se proyectó esta semana en Lanzarote, tras ganar el premio a la mejor fotografía en Sevilla

Victoriano S. Álamo Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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Unos reflejos lumínicos como blancos chispazos, que poco a poco cobran forma y sentido mientras se escucha la respiración de unos operarios, es la puerta de entrada al viaje interior cinematográfico que propone el director tinerfeño Víctor Moreno con su nuevo largometraje, La ciudad oculta.

Con esta propuesta experimental, sin apenas diálogos ni voz en off, este joven realizador da un paso más allá dentro de un universo creativo que, desde sus orígenes, ha estado marcado por la búsqueda de nuevas formas narrativas y visuales, donde la ficción y la no ficción difuminan sus fronteras. En su puesta de largo en territorio nacional, la película se hizo, en noviembre, con el premio a la mejor fotografía del pasado Festival de Cine de Sevilla.

La ciudad oculta se desarrolla en el subsuelo de Madrid. Invita al espectador a transitar por unos enclaves desconocidos y sugerentes, que en muchos momentos parecen extraídos del imaginario galáctico del común de los mortales. Un juego de falsos espejos que comparte desde la génesis del proyecto Víctor Moreno. «Tanto el espacio exterior como el subsuelo son espacios conquistados por el hombre a la naturaleza. Y ahí había una unión clara. Además, el subsuelo es fuente de vida, con la naturaleza presente. La oscuridad y el misterio se produce tanto mirando a las estrellas como adentrándose en una cueva. Me interesa especialmente esta conexión que, además, está también en el origen de la ciencia ficción con , de Julio Verne», explica el responsable de los largometrajes (2012) y (2010).

La ciudad oculta se localiza íntegramente en Madrid por dos razones. «La idea no era tanto focalizar en un lugar concreto, sino hacerlo más amplio y no localizado, ir más al espacio conceptual que al geográfico. Sin embargo había dos elementos importantes a la hora de pensar en Madrid; uno que es la ciudad en la que resido y de donde de alguna manera surgió el proyecto. Y la otra que hay una gran cantidad de instalaciones modernas, y para la estética concreta que buscaba, esos espacios se ajustaban perfectamente», explica desde Lanzarote, donde el filme se ha exhibido dentro de la Muestra de Cine desarrollada esta semana.

Desde un punto de vista teórico, esta nueva producción tiene múltiples lecturas, pero uno de los puntos de partida para Víctor Moreno fue el concepto de heterotopía de Michel Foucault. «En realidad se trata de un concepto no muy desarrollado por el propio Focault. Apenas está mencionado en algunas conferencia y libros. Eso es una ventaja porque es un concepto que, de alguna forma, se va desarrollando. Me interesaba especialmente la referencia a esos otros lugares que existen, pero nosotros desconocemos y cómo a partir de ahí podemos reflexionar sobre nuestro tiempo presente o, quién sabe, si predecir el futuro. No es un utopía o una distopía, es una heteropía. Ya existe pero no la vemos, no la conocemos. Para mí era una oportunidad de jugar a nivel formal», apunta Moreno.

Cuando comenzó a transitar por el subsuelo madrileño en busca de localizaciones, se topó con una realidad que se asemejaba bastante a sus ideas previas. «De hecho, tenía muy claro desde el principio lo que buscaba y la manera de abordarlo. La imagen de un túnel a la oscuridad me perseguía. Creo que en gran parte de la historia del cine hemos visto el túnel con luz al final, que, a mi juicio, es una imagen redentora o esperanzadora. Me parece mucho más misterioso un túnel a la oscuridad. Es como asomarnos a nuestro propio abismo.... a partir de que traspasas ese límite y estás inmerso en la oscuridad, cualquier elemento visual y sonoro se convierte en algo revelador. Esa sensación de moverse en la oscuridad me interesaba especialmente», dice el cineasta del mediometraje La piedra (2013).

Con estas premisas, La ciudad oculta se desarrolla como un viaje inmersivo y sensorial para el espectador. «Desde el primer momento teníamos claro que la película debía ser una experiencia profundamente cinematográfica. Debía constituirse a partir de imágenes y sonidos, de forma muy musical y poniendo el foco en el espacio concreto en el que nos encontramos. Esto me llevó inevitablemente a pensar en los padres del cine como los Lumiere o Dziga Vertov y, por supuesto, las sinfonías urbanas. Conseguir este tipo de narrativa no es fácil, porque debes renunciar a tu propia forma de pensar y adentrarte de nuevo en un misterio sobre cómo abordar la película», rememora.

A medida que avanza, el largometraje desarrolla una «reflexión sobre el hábitat que nos hemos creado a nosotros mismos», confiesa Víctor Moreno. «El subuelo para mí es una gran representación de esto, porque junto a la conquista del espacio exterior, podría ser una de las mayores representaciones de la conquista de la naturaleza por parte de los humanos. De ahí que me gustara mucho la idea de reflexionar sobre nuestro propio hábitat mientras la naturaleza aparece latente, esperando su momento para recuperar este espacio».

Sugerencias y sensaciones. Las sugerentes imágenes del filme invitan al espectador a realizar su propio viaje interior. «No puedo estar más de acuerdo con esta idea. Creo mucho en el espectador. Siento que es un ser activo y despierto, capaz de sentir y pensar a partir de las imágenes y sonidos. Solo hay que romper ciertos prejuicios. Me encantaría que cada espectador tuviera un viaje interior viendo la película. Está hecha también para eso y para que haya momentos donde el espectador pueda reconocerse en ese mundo, pero siempre con la idea de dejarse llevar. Asomarnos a nuestro propio abismo y sentir la película para después reflexionarla», reconoce.

El trabajo previo de localización de espacios fue «determinante» para el resultado final que se proyecta en la pantalla, apunta Víctor Moreno. Primero se documentó sobre el subsuelo madrileño durante meses, a pesar de que encontró una escasa información. «Más tarde, una vez accedimos a los diferentes lugares, comenzamos un arduo trabajo de localizaciones. Era complicado porque en el fondo se trataba de seleccionar lugares dentro de un espacio muy extenso, tanto como lo es la ciudad visible. Afortunadamente, contamos con las colaboración de muchos de los trabajadores del subsuelo que nos ayudaban a localizar espacios. Lo bueno era que tenía una idea muy clara de lo que buscaba y eso me facilitaba seleccionar los lugares», recuerda.

Conseguir los permisos pertinentes no fue sencillo en algunos casos, ya que el «subsuelo depende de muchas administraciones y departamentos» y unos fueron «fáciles y comprensivos» y otros no tanto.

Sobre el terreno, una de las cuestiones que plantea La ciudad oculta es el trabajo con los operarios reales que aparecen en pantalla. ¿Fingen y están manipulados o no? Es una de las cuestiones más evidentes. «No trabajé con ellos. De hecho, hicimos castings entre los trabajadores ya que desgraciadamente no podían salir todos. Básicamente, trabajé un estado de ánimo, el que quería reflejar en la película y que ellos representan. Es un debate común lo de los límites entre ficción y no ficción. Llevo tiempo que no le presto mucha atención. Asumo que la ficción y la no ficción son, antes de nada, cine y en eso trato de focalizarme. Quizás me interese más el debate entre narrativa casual o no», explica.

El jurado de la Sección Oficial del certamen de Sevilla cayó rendido ante el trabajo de fotografía de este filme, una labor que por primera vez no asumió el propio director, sino el también productor del filme, el tinerfeño José A. Alayón. «José ha estado desde el primero momento involucrado en el proyecto como productor. Llegado un momento, viendo lo próximo que me sentía a él a la hora de tomar las decisiones de la película, hablamos de que fuera él mismo el director de fotografía, a pesar de no haber hecho antes esta labor. Confiaba en su mirada y estaba seguro de que nos íbamos a entender en este apartado. La idea que teníamos clara era trabajar a partir de la oscuridad, es decir, que fuera el negro lo que nos guiara y a partir de ahí estar despiertos a cualquier elemento lumínico que nos fuéramos encontrando, que eso se convirtiera casi en una revelación. El reto era ser capaces de rodar sin iluminación artificial y solo con estos elementos lumínicos como las linternas, los reflejos o las luces. Y esto era complicado. Afortunadamente, encontramos unas lentes muy limunosas de los años 70, hechas en Alemania del Este», explica.

El sonido es un personaje más. «Tenía que estar en el mismo nivel de exigencia que la imagen. Trabajamos mucho este apartado, grabando además del sonido directo muchos sonidos ambientes en cada una de las localizaciones. Lo bueno de adentrarse en la oscuridad es que tus otros sentidos se despiertan». Estas distintas capas cobraron la forma definitiva tras un complicado trabajo de postproducción.

Tras su paso por Sevilla y Ámsterdam, los responsables de La ciudad oculta cuentan con invitaciones para acudir a otros certámenes de Estados Unidos, Asia y Europa.

Su director tiene claro que es un filme para ver «en cine, a ser posible, en una sala que tenga una pantalla de grandes dimensiones».

Sobre su estreno comercial, Víctor Moreno dice que está a punto de cerrarse el lanzamiento en España del largometraje para abril de 2019. «Curiosamente, ya tenemos distribución en Francia».

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