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El sonido de la ciudad que fue

El sonido de la ciudad que fue

La ciudad donde nacieron, Las Palmas de Gran Canaria, fue signada por la Naturaleza con una rada –la bahía de las isletas– que tuvo que esperar a su desarrollo como parada y fonda en el Atlántico Medio a que llegaran los británicos con sus barcos de vapor.

Jueves, 1 de enero 1970

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Entonces la ciudad y su puerto se convirtieron en un emporio de riquezas y trasvase de mercancías y gentes que tenían como destino a otras orillas de la América y el África. Así, la antigua ciudad colonial se desperezó de su espíritu de hacendados agrícolas y pobres campesinos y expandió su alma y sus calles a un nuevo urbanismo sustentado en el comercio con el puerto nacido en las postrimerías del cambio de siglo.

Una segunda evolución se produciría a finales de la década de los años 50 del pasado siglo, con la aparición de un turismo de origen nórdico que asentó sus reales en el invierno acogedor de Las Canteras. Al soco de esa extranjería cargada de posibles y entretenida en costumbres más modernas que las que se estilaban entre la población local de por entonces, aparecieron salas de fiesta y locales de ocio que abrieron la ciudad definitivamente al mundo.

En algunos de esos lugares de ambiente la música tropical, interpretada en directo por artistas venidos de la América hermana, era programada en obligado cumplimiento; porque los isleños, siempre con un pie en la otra orilla por mor de la emigración, aún tienen como propia aquella música y sus géneros.

Sobre el escenario de la Parrilla del night club Pinito del Oro, propiedad de la famosa trapecista canaria, se sucedían artistas locales venidos de las varietés con los Tropicales del Paraguay; en la sala de Fiestas Altavista Antonio Machín deleitaba a la concurrencia con sus boleros cubanos; Olga Guillot o Chelo Silva sonaban en los pick-up del Olimpia, el Alhambra o el Costa Bella mientras la maresía nocturna invadía las calles del Puerto dando a todo un ambiente de extraña libertad, ajeno curiosamente al férreo tiempo político de aquellos años.

Ese aroma de madrugada es el que el grupo recupera en su último espectáculo Vereda tropical, que se estrena el teatro Pérez Galdós el día 14 de diciembre, a partir de las 20.30 horas.

Pero el citado proyecto ha tenido un desarrollo intenso y ha concluido, además, en la edición de un disco titulado de igual manera, cuyos materiales han sido grabados por distintas formaciones orquestales de la isla, México y Cuba, dos países muy presentes en el imaginario histórico de nuestro archipiélago.

Los arreglos son diversos y de distintos padres aunque su principal virtud es ese pálpito histórico que desprenden, atendiendo a las diferentes formaciones, unas más cercanas al concepto de Big Band y otras extendidas a un concepto más sinfónico si atendemos a la paleta instrumental de la que dispuso el grupo.

La inclusión de formaciones de jóvenes estudiantes ha dotado también a esta producción de una transversalidad generacional que pone en valor el carácter eterno de las piezas musicales que incluye su libreto. En definitiva, un puñado de canciones inolvidables que forman parte de nuestra memoria, acompañadas por paisajes y paisanajes descubiertos o reencontrados, dando fe de la inagotable fuente de alegría que es la música.

Ya en las redes y en plataformas como Spotify se puede disfrutar del sonido de este disco grabado en tres ciudades, con tres formaciones musicales: la Banda Sinfónica Municipal de Las Palmas de Gran Canaria –que los acompañará en la cita de la semana que viene en el coliseo capitalino–, la Banda Sinfónica de la Facultad de Música de la UNAM mexicana, y la Jazz Band del Amadeo Roldán de La Habana.

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