Entrevista a Guacimara Medina. Consejera de Cultura del Cabildo de Gran Canaria
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Entrevista a Guacimara Medina. Consejera de Cultura del Cabildo de Gran Canaria
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Repite al frente de las políticas culturales de la isla tras un primer mandato de cuatro años atravesado por la pandemia y por las heridas que eso abrió en el sector. Cuenta ahora con cuatro años para culminar una serie de retos entre los que destaca la apertura del Museo de Bellas Artes de Gran Canaria en su sede del antiguo Hospital de San Martín en Vegueta.
– Tras cumplir cuatro años en la Consejería, ¿cuál es el estado de la cultura en Gran Canaria?
– Fueron cuatro años importantes para situarme como consejera en el ecosistema tan variopinto del comportamiento de la industria cultural canaria. Reconocer las fortalezas, además del contexto de pandemia que nos invitó a tomar conciencia de la generosidad y la notoriedad del sector artístico de la isla, con esas disciplinas que son fundamentales y que en materia cultural desde el punto de visto industrial tiene un comportamiento destacado. Ese análisis nos ha servido para orientar las políticas y las líneas de proyectos a consolidar en este mandato, unidas a las que surgirán al albor de las peticiones del sector y de las necesidades de la sociedad.
– ¿Es un tópico lo de que en cuatro años solo da tiempo a sentar las bases?
– En la administración pública eso no es un tópico en general. Pero en el ámbito cultural cuando conocemos la naturaleza de la actividad nos damos cuenta que los resultados se empiezan a notar a medio y largo plazo.
– ¿Cuáles son esas singularidades del sector de las que habla?
– La primera dificultad es esa dificultad de girar y exportar la creación de las islas fuera de Canarias. Estamos donde estamos, que tiene muchas ventajas, pero tiene esa debilidad manifiesta para exportar esos productos y conectarlos con el panorama nacional e internacional. A pesar de que la organización administrativa entre Canarias, Estado y Europa puedan estar en línea para que los productos puedan continuar eso necesita coordinación, sobre todo el sector audiovisual, que necesita puntuación desde lo local para poder conseguir después financiación del resto de las instituciones. Y eso más que un reto. Poder trabajar en las instituciones con una misma línea, y no me refiero a la ideológica. Poder trabajar en un mismo marco de la gestión cultural. No siempre es así, por desgracia.
– Parece que hubo buena sintonía en ese aspecto con el derrocado Pacto de las flores en el Ejecutivo regional...
– Lo echo de menos. Trabajamos el Gobierno de Canarias y los cabildos en plena sintonía, como se vio en la propia Ley de políticas culturales. Que es una ley particular porque es una referencia a nivel nacional, pero que emana de ese encuentro por encima de ideas políticas. Esa manera de hacer las cosas, de trabajar, y esa visión de la cultura desde la cosa pública espero que pueda continuar ahora. Pero, a la vista está, el último verano hemos visto cómo se han cortocircuitado muchas expresiones artísticas.
– Cuando la Ley se aprobó en el Parlamento no faltó una sola formación a la foto de la familia...
– Necesitamos ver que esa expresión de buena voluntad política sigue viva, sigue presente, para que podamos seguir trabajando para que Canarias, para Gran Canaria concretamente en el caso que me concierne a mí, con una mirada más amplia. Sabiendo que lo que tenemos entre manos es una cuestión central, con la que a veces incluso nos cuesta comprometer a el propio gobierno en el que estamos. Obviamente la cultura hasta ahora no ha ocupado el lugar que merece, pero si hemos aprendido algo hasta ahora es que la cultura la demanda la sociedad. Es necesaria desde el desarrollo de la capacidad crítica de una sociedad que poco a poco se viene a desgajar de esa transición democrática que vivimos hace algunos años. Pero miedo me da que algunas expresiones políticas nos devuelvan al punto de origen y aparten piezas y actividades importantes.
– ¿Cómo respira ahora el sector?
– Sé que es un sector que está más cualificado de lo que aparentaba. Se han descubierto muchas oportunidades de trabajo que sí que estaban en Gran Canaria y que hasta ahora no se contaba con ellas. Nos hemos visto la cara, mirado a los ojos. Y he aprendido a tener un criterio más riguroso. Bajo mi punto de vista hay determinados proyectos que no deben ser oportunistas. Y hablo de macroproyectos, que son fundamentales para la economía de una sociedad y para el ocio. Pero no tienen que estar financiados con dinero público desde el ámbito cultural. Pueden recibir otro tipo de financiación desde aquí, pero son cuestiones que tienen que ver con aspectos privados. Aquí estamos hablando de exigir responsabilidades, de entrar en el detalle de los contenidos, de que sean valores libres que podemos inculcar. Trabajar líneas más transversales como la soledad en la tercera edad, la ecología, cuestiones relativas a una igualdad real. Y todas esas cuestiones nos la persigue un proyecto privado. Si yo quiero disfrutar de una gran experiencia musical, la que sea, me la pago yo con mi dinero.
– ¿Habla de equilibrar entre pagar festivales de 30.000 personas y apoyar el tejido de los creadores más modestos?
– Me prefiero ocupar de darle espacio y cobertura a ese talento que hasta ahora no ha tenido la oportunidad, para que luego pueda colocarse en un escenario ante un público de masas. Con esa semilla que está ahí presente. Y luego colaborar con esa otra expresión que, por supuesto, que es cultural también, pero no entra dentro de los fines de esta Consejería en estos momentos y que es compatible con otro tipos de apoyos que pueden surgir de otros dineros públicos. No de Cultura. Presidencia de Cabildo, por ejemplo, patrocina muchos de estos espectáculos. Que no son los que yo apoyaría como consejera de Cultura.
– Que la iniciativa privada se busque sus recursos.
– Soy partidaria de colaborar con la iniciativa privada. Y que esta se implique en las cuestiones publicas para tener una sociedad culta, que se fundamente en esos valores que nos pueden servir a todos. De lo que hablo es de esos proyectos que únicamente tienen un fin privado y de lucro, que es lícito, pero que deben buscar una financiación diferente a la que podemos proporcionar desde esta Consejería.
– ¿Esto forma parte de la conversación entre socios de Gobierno?
– Mucho. Intento alimentar ese debate siempre, porque creo que es sano y que nos lleva a una línea más coherente de trabajo. No desvirtúa la política que desarrollamos en la Consejería. Más bien la complementa.
– ¿Cómo se está resolviendo, desde los distintos frentes abiertos, la apertura del Museo de Bellas Artes?
– Se está acabando la obra civil, donde está ubicada la cica. Que sabemos que dificultó un poco el proyecto porque hubo que hacer un modificado con un incremento presupuestario. Vale la pena porque le va a dar una impronta muy particular. En lo museístico está todo ultimado y planificamos la apertura para el próximo 2024. Hay que montar bien la estructura de personal y la jurídica. No es una cuestión de dinero, solo de materializar el proyecto.
– Había dudas con determinados encajes jurídicos...
– En eso interviene también el pleno del Cabildo y la propia Consejería de Presidencia, con todos los informes pertinentes. Una vez resuelta la figura que va a regir ese nuevo museo ya está todo lo demás.Tenemos las obras, que están en la Casa de Colón y en el CAAM. Y seguimos comprando obras para seguir alimentándolo. Está el relato y las piezas. El emplazamiento en San Martín y el dinero está. Falta solo ese detalle burocrático.
– Pronto se jubila Elena Acosta, responsable de la Casa de Colón, y se irá Guillermo Perdomo de la de Tomás Morales. La de Antonio Padrón lleva un año sin dirección nombrada...
– Es muy compleja la política de personal del Cabildo y cada uno de los museos obedece a una realidad distinta. En el caso de la de Colón habrá un relevo lógico con un procedimiento a través de una lista de conservadores a la que se recurrirá desde recursos humanos para ocupar la vacante. No será inmediato, que ya veo venir cómo funcionan estas cosas. En el caso de la de Antonio Padrón se celebró el examen en julio y ahora está en fase de reclamaciones y cuando se resuelva se harán los llamamientos pertinentes para ocupar la plaza. Eso no quiere decir que no se esté atendiendo al museo mientras tanto. En el caso de la Casa de Tomás Morales la cosa es diferente, porque en su momento no había listas y se tiró de fuera de la casa con Guillermo Perdomo, que procedía de la Universidad.
– ¿Qué pasa con la Fundación de Díaz Cutillas?
– Tiene una dificultad particular que arranca en su creación y es que no tiene personal adscrito. Ha tenido en estos años actividad ordinaria, incluso en la etapa de la pandemia; ahora tiene un problema de ejecución del año 2020 que se tuvo que devolver y se está resolviendo desde Intervención de Cabildo. Mientras eso ocurre no hay liquidez para continuar con su actividad. Se está trabajando con mucha celeridad para hacerle el ingreso correspondiente. Aún así, pudimos celebrar El Pino, que hasta ahora se organizaba desde allí. Este año buscamos la salida de hacerla a través de Infecar, para la cobertura administrativa como sucede con otros eventos como los relacionados con el Día de Canarias. Se volverá a trabajar con ellos y estamos con muchas ganas de retomar esa programación y trabajar de la mano de la familia.
– ¿Cuál es el gran reto de este mandato que se está iniciando?
– Retos internos. Que hay muchísimos. De organización de personal, que suelen ser los más complicados porque se encuentran con mucha resistencia, con vicios que hay que quitar y comenzar con nuevas ideas de trabajo. Ajustar esas cuestiones en distintos departamentos. Y nos ocupa mucho la Casa de Colón, con una nueva idea que vendrá de la mano de la persona que ocupe esa responsabilidad. Y por supuesto el Museo de Bellas Artes, que creo que no es solo el proyecto estrella de la Consejería de Cultura sino de todo el Cabildo de Gran Canaria.
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