Viaje a las entrañas de Macondo
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». Así arranca Cien años de soledad, una de las obras cumbre de la literatura universal de todos los tiempos y punto de partida de la exposición Gabriel García Márquez: la creación de un escritor global, que comisaria el investigador, historiador y sociólogo tinerfeño Álvaro Santana Acuña, en la Universidad de Texas, en Austin (Estados Unidos).
«Me formé en Historia y tengo un doctorado en Sociología de la Cultura, de Harvard, que incluye las artes. Mi investigación se centró en cómo una obra de arte se convierte en clásica. Me centré en Cien años de soledad, que en lengua española es una gran referencia. Es un libro sobre el que todo el mundo habla y que cuenta con múltiples interpretaciones hasta el día de hoy, pero no existía una gran investigación que respondiera a cómo se ha convertido en un clásico global», explica el investigador lagunero desde el Instituto de Estudios Avanzados de París, donde prosigue con nuevas investigaciones.
La muestra de Austin deja al descubierto buena parte de las conclusiones que ha sacado al respecto este investigador canario, aunque el conjunto lo plasma en el libro titulado Ascent to Glory: How One Hundred Years of Solitude Was Written and Became a Global Classic, que ya se encuentra a la venta en Amazon y que se editará en primavera en papel.
«Llegue a Cien años de soledad en los años noventa. Te acercas a los clásicos de la literatura como haces con Las meninas de Velázquez, te pones ante algo que tiene un aura y una solemnidad que le otorga un cariz de cosa sagrada. Así lees Cien años de soledad. Tras leer el manuscrito final y analizarlo en profundidad, te das cuentas de que es una obra con mucho sentido del humor, si la lees tal y como él la pensó. Me sorprendí al reírme de cosas que antes no me hacían gracia. Por ejemplo, cuando aparece el espectro de Prudencio lavándose la herida con la que lo mató José Arcadio... es una escena con mucha sorna, que se burla del género del terror y gótico», explica Álvaro Santana.
Reconoce que las interpretaciones sobre este libro «nunca se agotan ni se agotarán». Pero apunta que uno de los avances que aporta la exposición que ha comisariado es que saca a la luz cuestiones esenciales sobre cómo Gabo, como se conoce cariñosamente al autor de El amor en los tiempos del cólera, escribió este volumen capital en la historia de la literatura universal. «En su propia biografía están las claves. Él lo decía y no mentía. Lo que más me ha impactado ha sido darme cuenta del gran esfuerzo que implicó escribirla. Supuso un esfuerzo mayúsculo a nivel personal, familiar y colectivo. Se suele simplificar, pero detrás había un universo de relaciones sociales. Muchos amigos y escritores confiaban en que fuera un gran libro, pero García Márquez fue el primero que se sorprendió al ver su gran impacto».
Destaca un aspecto que considera especialmente «paradójico». «Es una novela sobre la soledad, pero la escribió rodeado de personas. Se carteaba constantemente con Vargas Llosa, que estaba en aquel momento en Londres, mientras la iba escribiendo. También con Carlos Fuentes, que se encontraba en París. Así como con sus amigos en Colombia y Venezuela. Rompe con esta idea del escritor encerrado, aislado y luchando contra el folio en blanco. Eso es una leyenda. Él no escribió esta obra capital de esa manera», aclara sin ambages.
«He tratado de responder a cómo se escribió la novela y se ha hecho tan famosa. No existe una respuesta simple. Los clásicos tienen muchas caras. Una de las tesis que planteo en la exposición y en mi libro es que fue clave que viviera en Ciudad de México en los años 60. Allí estaba el nuevo epicentro de la nueva novela latinoamericana, que después generó el conocido como boom. García Márquez se carteaba y tomaba copas con Juan Rulfo, con Donoso, con Alejo Carpentier, con Carlos Fuentes, con Luis Buñuel o Luis Alcoriza, entre otros. Todos grandes creadores de su época de los que se nutrió. Por ejemplo, Carpentier le recomendó qué tipo de lenguaje era el adecuado para Cien años de soledad y Rulfo le aconsejó sobre las historias rurales...».
Reconoce que, «como canario», algunos «guiños» que Gabo incluyó en la narración resultan «más evidentes». «Son propios de la cultura caribeña y en otros contextos se pierden. Por ser isleño me ha resultado más sencillo percatarme de la existencia de los mismos», subraya.
En el archivo personal de Gabo, Álvaro Acuña ha localizado varias cartas de admiradores canarios que el escritor colombiano decidió conservar, aunque nunca estuvo físicamente en el archipiélago.