Tchak, sexo para retratar lo humano
Tras estudiar Filosofía, Sami Tchak (Togo, 1960) se doctoró en Sociología en La Sorbona. Sus investigaciones y ensayos sobre la sexualidad africana, el sida y la prostitución, con el tiempo, se convirtieron en material novelable. Ahora llega a la capital grancanaria con su segundo libro editado en español bajo el brazo; La fiesta de las máscaras, publicado en la Colección Casa África de Baile del Sol.
El escritor togolés Sami Tchak ha publicado siete novelas y cuatro ensayos. Sus libros se han editado en Francia, Italia, Alemania y, quizás, si un proyecto cuaja, en Colombia. En España también han visto la luz dos de sus títulos; ¡Puta vida! (El cobre, 2003) y La fiesta de las máscaras, (El baile del Sol, 2017).
Aunque su primera novela la escribió antes de realizar sus estudios sociológicos sobre el efecto del sida en su continente, la sexualidad de las africanas o la prostitución en Cuba, confiesa que la mayor parte de sus ficciones se han nutrido de sus investigaciones.
La prostitución como forma de relación es una de las cuestiones que aborda en su obra. En su opinión, la prostitución no solo consiste en la comercialización del sexo. «No todas las formas de prostitución se refieren a la explotación del cuerpo de hombres y mujeres. Es algo más venial. Una forma de relación consentida entre los que tienen dinero y los que no», afirma el autor, que pone como ejemplo a mujeres que se convierten en amantes de hombres poderosos a cambio de tener un piso o varones disponibles sexualmente para mujeres que les pagan bienes o formas de vida inasequibles para ellos. Por ello, sostiene, es un tipo de relación ventajosa para ambas partes, la pobre y la rica, que, incluso, puede ocultarse bajo la apariencia de matrimonio. «Lo entiendo como prostitución, aunque socialmente no lo es», dice.
De hecho, en La fiesta de las máscaras, a través de un problema de identidad sexual de su protagonista, Carlos, Tchak nos embarca en un periplo por los resortes corruptos de un régimen dictatorial. «Esa visión del Estado y del poder, que piensa que pueden comprarlo todo, incluyendo a las mujeres, coincide en culturas completamente diferentes. La visión del hombre y del poder sobre la mujer es similar», comenta el escritor que pone como ejemplo al exdirector del Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss-Kahn. «Su forma de ver a la mujer es igual que la de muchos hombres africanos. Son muchos los hombres que piensan que todas las mujeres, en realidad, son prostitutas, y que si tienen mucho dinero, todas podrían ser compradas. Algo parecido le pasa a Trump. Es algo general que se da por el mundo», explica el sociólogo que entiende que la situación de la mujer en Rusia es más difícil aún. «La gente que tiene dinero piensa que puede hacer lo que quiera a las mujeres. El problema de las africanas es que su independencia es muy débil. En Europa hay más mujeres independientes, aunque haya hombres con estas mismas ideas», asegura.
Tchak ha sido calificado por algunos como l’enfant terrible de la literatura africana. «No sé si es una etiqueta correcta. Trato de indagar sobre la condición humana a través de sus sombras, me parecen más interesantes. Tengo una visión muy sombría de la vida», explica Tchak que ha encontrado en la sexualidad la principal vía para explorar la condición humana. «Mi visión -relata- es similar a la de Freud, que pensaba que la sexualidad es el origen de todo», cuenta en un castellano aprendido en las calles de Cuba.
Tras su estancia en Latinoamérica, su escritura cambió. «Después de mi descubrimiento de Cuba, México y Colombia, me fascinó la literatura hispanoamericana. Leí muchos libros de autores americanos. Me parecen interesantes para comprender lo que sucede en los países africanos porque las situaciones políticas son similares», abunda sobre una filia que lo acercó a autores como Lezama Lima, García Márquez, Bioy Casares, Sábato y su favorito, João Guimarães Rosa, con su obra Gran Sertón: Veredas. «Me parece más grande que García Márquez», afirma rotundo.
El sociólogo, que actualmente vive de la literatura, lleva 31 años afincado en Francia. «Soy pobre en París, pero soy muy rico en libertad», explica sobre un país que le ha dado la posibilidad desarrollarse como creador, algo que en Togo hubiera sido muy difícil. Allí, solo hay librerías en la capital y sus libros apenas llegan a los estudiantes.
No obstante, asegura que la resonancia de las voces literarias africanas en Francia es casi nula, con excepción de la del aclamado Alain Mabanckou. «En general, los escritores se ven poco en el mundo cultural francés, salvo Houellebecq y alguno más», lamenta.
Ni europeo ni africano.
Sami Tchak sitúa sus novelas en distintos escenarios, incluso en países americanos. «En Togo creen que no soy un autor africano, porque mis libros y temas no son africanos», dice el literato que se define, ante todo, como una persona libre que escribe sobre la condición humana.