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El Festival ha tratado de vender entre sus motivaciones en la presente edición un homenaje a los 50 años de 2001: una odisea en el espacio, una de las obras que contribuyeron a la canonización de Stanley Kubrick. El palo que aguanta esa percha es el ciclo Estrella Roja, la exhibición de cinco películas de ciencia ficción rodadas tras el Telón de Acero.
Cinco títulos conforman el ciclo, que se visualiza desde el pasado martes en el Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología, y que responden por los nombres de Ikarie XB-1 (Jindrich Polák, Checoslovaquia, 1963), Solyaris (Andrei Tarkovsky, URSS, 1972); Who Wants to Kill Jessie? (Václav Vorlícek, Checoslovaquia, 1966); Eolomea (Herrmann Zschoche, RDA, URSS, Bulgaria, 1972), y Planeta Bur / The Planet of Storms (Pavel Klushantsev, URSS, 1962).
Cada primer pase contará con la disertación introductoria de Jesús Palacios, crítico y coordinador de La noche más freak del Festival. «El ciclo reúne varias películas de ciencia ficción rodadas durante los años sesenta y setenta al otro lado del Telón de Acero y es muy interesante. Es fundamental para que sepamos que se estaban haciendo otras cosas dentro del género más allá de Hollywood y el mundo anglosajón. Y que son cosas notablemente interesantes, no solo en estética y desde el punto de vista cinematográfico; aportaban una visión humanista de la ciencia ficción muy adelantada a las producciones occidentales. De hecho, uno de los filmes que se proyectan, Ikarie XB-1, es la película que Stanley Kubrick mostró a todo su equipo antes de empezar a rodar 2001», manifestó.
Para Palacios son obras con mucho recorrido. Que permiten adivinar las vicisitudes de una época a través del cine como subterfugio para una radiografía social. «Muchas de estas cintas están basadas en obras literarias de escritores de ciencia ficción, como los hermanos Strugatski o Stanislaw Lem, y tenían una especie de doble virtud. Y es que a través del lenguaje de la ciencia ficción se podían expresar críticas al gobierno stalinista y al totalitarismo comunista que no se hubiera podido expresar de una forma directa. Como se ve en las obras, por ejemplo de Tarkovski, hay una sátira a la forma imperante de gobierno en los países del este», comentó.
Sin embargo, Palacios invita a no quedarse solo con la crítica social que estas películas esconden. Pone por delante el valor fílmico de las obras. «Son muy buenas películas. Y algunas de ellas, como ¿Quién quiere matar a Jessi?, son películas divertidísimas. Que tuvo tanto éxito que se quiso hacer un remake norteamericano con Rock Hudson y Doris Day u otros actores de ese calibre. Su valor real es cinematográfico, pero nos permite ver también por una ventana cómo veía la sociedad comunista la ciencia ficción y utilizarla para desintoxicarse un poco de ese ambiente totalitario», dijo.
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