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La hoja de ingresos sitúa su llegada a El Museo Canario el 30 de agosto de 1888. Se lo etiquetó como un bastón de madera que provenía de Filipinas. Once años después, sin que se sepa la razón, se exhibía en las instalaciones de esta institución como un bastón de los habitantes prehispánicos grancanarios, y hasta 1990 fue una de las piezas más llamativas de la exposición permanente del museo. Siete años después, por las dudas que rondaban a los especialistas de la casa sobre su procedencia, fue retirado de la exhibición pública. En el año 2000 se analizó su madera y se comprobó que se trataba de un tipo de árbol que no se da en el archipiélago canario. Hoy, está catalogado como un arma de guerra totokia, que empleaban los nativos de las islas Fiyi hasta el siglo XIX.
Esta es una de las piezas más llamativas que se incluyen en la exposición titulada 'Al rescate de un fondo antiguo: La colección de arqueología extranjera de El Museo Canario', que desde hoy y sin fecha de clausura prevista se puede visitar en las instalaciones de este recinto, situado en el número 25 de la calle Doctor Chil, en el barrio de Vegueta de la capital grancanaria.
Con este arma con el que los fiyianos machacaban la cabeza de sus enemigos conviven un botijo venezolano, unas ollas y cazuelas teotihuacanas de México, unas figuras momiformes del antiguo Egipto, un cántaro ubangui del Congo francés, unas botellas enlazadas argelinas y una selección piezas prehistóricas, que forman parte de una rica y amplia colección de la que se exhibe en esta muestra una mínima pero significativa parte.
«Es una colección que se creó a finales del siglo XIX y está compuesta por un millar de piezas arqueológicas, procedentes de América, Asia, África, Oceanía y Europa. Se incluyen unos ochocientos instrumentos líticos y unas 300 piezas cerámicas», explica la conservadora de El Museo Canario, María del Carmen Cruz, junto a los jóvenes estudiantes Paula Falcón y Jacobo Güell, que en calidad de becarios han llevado a cabo el inventario de esta colección y la posterior selección de piezas para exponer ante los visitantes.
María del Carmen Cruz subraya la importancia del trabajo previo a la muestra, realizado en un tiempo récord, confiesa. «Esta exposición es el resultado de un trabajo de inventario. El último que tenía el museo de esta colección de arqueología extranjera era de 1937. Se ha actualizado y hemos encontrado muchas cosas interesantes y restituido algunos detalles históricos», apunta junto a sus jóvenes ayudantes.
Este proyecto expositivo mantiene el espíritu divulgativo que ha marcado el paso de El Museo Canario desde su puesta en marcha, en 1879. «Tiene dos partes. En una primera, mediante vitrinas mostramos una selección de objetos arqueológicos y una documentación asociada a los mismos, que mediante un lenguaje claro y breve sitúa al visitante en la época de la colección. En una segunda parte se evoca al pasado, con piezas del paleolítico, neolítico, la época romana y medieval hasta llegar al siglo XIX. Se guardaron con sus peanas y sus etiquetas y las mostramos tal cual, lo que tiene un gran valor museográfico», señala esta conservadora de la institución.
El origen del millar de piezas de esta colección de arqueología extranjera es claro. «Fueron donadas por socios fundadores de la institución y por personas cercanas. No hubo intercambios ni nada parecido. Solo se realizó una compra por parte de El Museo Canario, en 1910», comenta esta especialista de la casa.
En los paneles que figuran en la muestra se destaca con breves perfiles biográficos a «cuatro donadores principales», como fueron Diego Ripoche, Andrés Navarro, René Verneau y su mujer, Justine Rondot.
«De ella no incluimos una fotografía porque no la hemos podido encontrar. Ni siquiera en Francia», apunta María del Carmen Cruz sobre Justine Rondot, a la vez que hace un especial hincapié en su destacado papel a la hora de donar piezas de gran valor para El Museo Canario. En 1893 fue nombrada socia de honor de esta institución.
Su marido, René Verneau (1852-1938) está considerado como una institución en el campo de la antropología. Durante sus investigaciones, fijó su mirada en las poblaciones prehispánicas del archipiélago canario. También fue designado socio de honor desde los inicios de El Museo Canario, para quien donó importantes piezas y realizó trabajos de clasificación, ordenación y rectificación de piezas en sus colecciones.
Por su parte, Diego Ripoche Torrens (1859-1927) fue un destacado naturalista interesado por la antropología que formó parte de los socios fundadores de El Museo Canario, donde incluso trabajó como conservador.
El médico Andrés Navarro Torrens (1844-1926) fue también socio fundador de El Museo Canario al igual que su padre, Domingo J. Navarro. Durante su estancia en México consiguió piezas arqueológicas de enorme valor que hasta hoy figuran en los fondos de esta institución que es una ventana hacia la historia de las islas y del mundo.
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